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Quien quiera escribir, que vaya a la cárcel: Poniatowska

Por David Eduardo Martínez - 02/09/2016

“Yo siempre he amado a todos los que se les bota la canica. A la gente que está un poquito loca, yo siempre la he querido mucho”, señaló la reconocida periodista y escritora

 Quien quiera escribir, que vaya a la cárcel: Poniatowska

Envueltos en tenis blancos, sus pies cuelgan sobre el suelo. No es sencillo concluir si la silla es demasiado grande o “Elenita” es demasiado pequeña. Eso, claro, solo físicamente porque en términos morales y en inteligencia, la mujer es simplemente un monstruo. No hay palabra que la describa mejor: Elenita la gigante.

A su lado está el escritor y periodista catalán Xavier Ayén. Hace juego con los tenis de elenita. Con el mejor estilo de Tom Wolfe, el catalán decidió vestir un traje blanco.

La escena es muy surrealista, casi digna de Leonora Carrington, cuya vida noveló -no biografió- con genialidad Elena Poniatowska. Como una muñeca en un gran castillo polaco, la también escritora y periodista escucha con atención las preguntas que le lanza ese temporal transunto de Tom Wolfe que es Xavier Ayén.

Los temas son muy variados. Van desde la infancia de “Elenita”, hasta la situación política del México Contemporáneo.

Sobre su niñez, Elena no dice gran cosa. Habla de París, la ciudad donde nació, de su destino frustrado como reina de Polonia. No lo dice, sin embargo, con nostalgia. No lo dice con tristeza. A Elenita no le duele no haber sido reina. Le habría pesado mucho más no conocer ese país que la adoptó y le dejó un buen legado sanguíneo por la vía materna.

Explica Elenita que dentro de la familia de su madre, los Amor, había un personaje, Pita Amor, que causó grandes problemas entre los hermanos debido a sus intereses artísticos, que la llevaban a dejarse pintar desnuda y escribirle unos versos a Dios en el más terrible momento de una intoxicación por alcoholismo.

Elenita lo cuenta sin menor empacho. En su familia siempre hubo genes de locura. En su familia mexicana, sobre todo. Por eso tampoco le duele decir que quienes quieran escribir tendrían que hacerlo desde la cárcel.

_Algo bueno para quien quiera escribir es ir a la cárcel _dice a un pasmado Xavier Ayén_ a los presos les gusta mucho tener alguien para contar su vida de mentiras, vida de verdades. Yo tuve la oportunidad de estar en Lecumberri y platicar con muchos presos ahí adentro.

Sus visitas a Lecumberri fueron sobre todo para tratar con Demetrio Vallejo y otros líderes del movimiento ferrocarrilero.

De Demetrio dice varias cosas:

_ Según Demetrio, un líder social no tenía vida privada, por eso nunca hablaba de eso, le gustaban mucho las mujeres y las perseguía pero me pedía que no escribiera sobre eso. Por eso me tuve que esperar a que ya estuviera bajo tierra para relatar esos capítulos de su vida.

Ese gusto por los ferrocarrileros, los indígenas y, cómo no, las mujeres, hizo de Poniatowska una periodista comprometida verdaderamente con prestar su voz a quienes no tienen voz propia. Por eso habla con tanta dureza de lo que se vive en México en estos momentos.

_ Tenemos suerte _le dice a Xavier Ayén_ de que a Carmen Aristegui no la hayan metido a la cárcel, aunque sí la han silenciado, eso es muy grave. En México no hay libertad de expresión.

Critica también a Donald Trump, a quien compara con un personaje grotesco del Gran Guiñol.

_Nada tenía que hacer poniendo sus patotas apestosas aquí _dice encolerizada.

De ratos, su espíritu popular, que ha opacado por completo a la princesa polaca que es en realidad, la hace citar a Juan Gabriel, a quien afirma respetar como uno de los mejores compositores que ha dado el país. Cada vez que menciona al “Divo de Juárez” llueve un aplauso.

El mismo espíritu popular que la hizo mencionar a Juan Gabriel la hace también criticar a quienes no prestan su voz a los desfavorecidos sino a los poderosos.

_Los políticos _dice_ los banqueros, los empresarios, toda esa fauna, siempre tienen amanuences, lo que yo quiero es rescatar a los anónimos, gente valiosa.

Más adelante habla sobre sus proyectos. Le explica a Xavier Ayén que desea trabajar en algo sobre la dinastía Poniatowski. Quiere rescatar el legado de su familia.

_ Los poniatowski _explica_ siempre quisieron mucho a su pueblo polaco, que terminó repartido entre Austria, Rusia y Alemania. Los soldados polacos tenían unos caballos pequeños pero muy valientes, con los que se defendían (…) el problema es que yo no sé polaco y necesitaré que alguien me ayude con eso para trabajar el tema.

Después habla sobre lo que ha escrito. No le gusta que la llamen biógrafa. Se prefiere novelista. La única biografía que reconoce haber escrito es la de su marido, el astrónomo Guillermo Haro. Las demás, dice, son obra novelística.

Muchas de éstas novelas están dedicadas a las mujeres. Desde Leonora Carrington hasta Guadalupe Amor, pasando por Elena Garro, Frida Kahlo y Tina Modotti, tres de las “Siete cabritas” a las que dedicó uno de sus volúmenes más conocidos.

_ Las mujeres me encantan _dice Elenita_ porque son muy valientes. Sobre todo en este país. Por eso escribo sobre ellas.

No hay que pensar, sin embargo, que ha excluído a los hombres de su bibliografía. El poeta Jorge Cuesta, miembro de “Los contemporáneos”, fue protagonista de un texto muy significativo de Poniatowska.

Aquejado por una incansable enfermedad mental, Cuesta pasó mucho tiempo internado un manicomio, a donde llegó luego de intentar amputarse los genitales. Al final falleció por autoenvenenamiento.

_ Yo siempre he amado a todos los que se les bota la canica. A la gente que está un poquito loca, yo siempre la he querido mucho.

Sobre la política, lo que dice es desalentador. A México se lo come la corrupción. No hay mucho qué hacer. Sin embargo, dentro de su diminuto cuerpo de muñequita polaca, aún queda algo de espacio para la esperanza.

_ Lo que necesitamos _dice la princesa de Polonia_ es organizarnos. Yo desde 2010 estoy con López Obrador, que no es un santo, nadie somos santos, pero tiene un movimiento social que lo apoya y eso es lo que necesitamos.


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