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“Nunca me he visto así, como ídolo”: Cuau

Por Staff Códice Informativo - 25/02/2016

Con el rostro sereno, pero siempre en guardia, Cuauhtémoc Blanco, el último gran ídolo del América nos enfrenta como ha enfrentado a la prensa a […]

 “Nunca me he visto así, como ídolo”: Cuau

Con el rostro sereno, pero siempre en guardia, Cuauhtémoc Blanco, el último gran ídolo del América nos enfrenta como ha enfrentado a la prensa a lo largo de su prodigiosa carrera que lo llevó  a tres Copas Mundiales, no es evasivo, pero comienza parco, aunque con el paso de los minutos, al sentir que no hay agresión de por medio, se acomoda en el sillón y platica, más que contestar a las preguntas.

No se siente ídolo, aunque sabe que lo es, sabe que es además el único jugador cuyas dimensiones le permitieron pasar de ser figura del más querido y odiado equipo del futbol mexicano, el América, a un ídolo de las masas cuando se ponía la camiseta verde de la Selección Mexicana de Futbol.

“Nunca me he visto así, como ídolo –nos dice- estoy muy contento porque la gente te reconoce el trabajo que hiciste con tus equipos y aparte con la Selección Mexicana, la gente me tiene un gran cariño, pero gracias al esfuerzo y la dedicación que tiene uno en el campo y en los entrenamientos, no es algo gratis, hay una cuota de esfuerzo que tienes que pagar”.

Esa dualidad de odiado americanista a ídolo querido con el Tri la supo entender quizá mejor que nadie… “Al América lo tienes que dejar a un lado cuando tienes que jugar con la Selección, es diferente, lo haces por tu país, todo lo que haces cuando te pones la camiseta de la Selección es por el bien del equipo mexicano”…

Cuauhtémoc sabe que fue un virtuoso de nacimiento. “Naces con eso, desde los 6 años me gustaba el futbol, ahí en Tlatilco se hizo un equipo de la colonia y me encantaba el futbol, fui campeón goleador muchas veces en el deportivo de las Democracias en el Impala y corrí con suerte de que Ángel González me llevó al América, llegue con contrato y todo, a la reserva, ahí empezó todo. Yo siempre fui americanista, aunque mi papá y uno de mis hermanos le van a las Chivas, pero unos tíos míos que vivían en Garibaldi le iban al América y ellos fueron los que me metieron el amor por el equipo”

Pero no todo fue miel sobre hojuelas para el “10”, quien llegó en una época en que en las Águilas se apostaban muchos millones de dólares por jugadores que venían del extranjero. Carlos Miloc, El Zurdo López, y finalmente Leo Benhakker, fueron los hombres que le abrieron las puertas del América de a “de veras”.

“A pesar de que el señor (Miguel Ángel) Zurdo López me quería meter, me dijo un día – Yo quiero ponerte, pero compraron a Barticiotto y les costó mucho dinero y tengo que meterlo-, si era frustrante, pero había que trabajar muy duro, no había de otra, desmoralizarte no era una opción… Fue hasta que se lesionó Barticiotto que Leo Benhakker finalmente me puso como titular y ahí me quedé, era un América arrollador, con grandes jugadores, estaba Luis García, Kalusha, Biyik, Del Olmo, un gran equipo”.

Sin duda Blanco ha sido referente por su futbol, pero también por su descaro en la cancha, por intentar lo que casi nadie se atreve, podía fallar, pero nadie puede acusar a Cuautémoc de no intentarlo: “Ya lo traes y siempre he dicho que no puedes cambiar tu esencia, tienes que ser atrevido y tener mentalidad si quieres triunfar…”

A pesar de ser el segundo goleador en la historia de las Águilas, Blanco consiguió sólo un título con el América, y fue en su tercer periodo, cuando ya había ido al Valladolid y al Veracruz que convirtió en potencia del futbol mexicano con Terrazas, el Chaco Giménez, el Lorito, Kleber, Braulio… “Siempre me cuestionaban que siendo de los mejores jugadores no podía ganar un título y siempre decía yo ‘va a llegar’, nadie puede acusarme de que no lo intenté, pero son las circunstancias, las mismas circunstancias que me llevaron al Necaxa, y que mucha gente me decía que era una injusticia que saliera del equipo, y me dolió y no, porque por ejemplo a España yo pedí salir, tenía la ilusión, luego cuando salí después del título del 2005, si me hubiera gustado regresar al América. Pero cuando se pudo, el presidente del equipo (no menciona a Ricardo Peláez) y el técnico (Miguel Herrera) no quisieron, pero no puedes cambiar las cosas…”

Luego sigue: “Imagínate, fue una gran alegría, levantar la Copa y ser campeón con América para mi era importante, durante muchos años no pude y nadie puede acusarme de que no lo intente y llego un gran momento…”

La lesión que le provocó Ancil Elcock de Trinidad en el partido eliminatorio en el Estadio Azteca, cuando le reventó la rodilla, estuvo a punto de dejarlo fuera del futbol para siempre. “Fue muy difícil los primeros 2 o 3 meses, me la pase muy mal, sufrí estaba allá en España… Y la prensa de México es muy amarillista y todos me decían que no iba a regresar que no iba a jugar igual… El doctor me dio mucha confianza… Jorge Romo que era médico del América se quiere poner la estrellita pero él no me operó… Me operó el doctor del Valladolid y me dejó muy bien me dio motivación me dijo que no pasaba nada… Que antes no te recuperabas pero mentalidad, con mucha dedicación me recuperé y bien y no me volví a lesionar de la rodilla…

A pesar de que Ricardo La Volpe lo marginó del Mundial del 2006 dice no tenerle rencor: “Respeto las decisiones, pero hay muchas circunstancias, Borgetti, Oswaldo y Pavel trataron de que yo no fuera, como ellos tenían buena relación con La Volpe, y sí, para mí era importante, pero no me llevó, y llevó a su yerno… Yo estaba muy bien y son cosas que pasan en la vida y tienes que seguir adelante…”

Por su polifacética personalidad siempre hay críticas hacia él, hacia su persona, hacia el personaje que es: “Hay prensa buena y mala cuando te critican y jugaste un partido malo eso era bueno, porque me daba cuenta, pero siempre he dicho que la prensa no me interesa, no me importa, yo hacía mi trabajo, les callé la boca haciendo mi trabajo, haciendo goles… Es fácil tener un micrófono, pueden matar a un jugador criticándolo, como hay muchos jugadores que ahora se dedican a ser comentaristas, ellos mismos decían cuando éramos jóvenes “cómo es posible que digan eso de un jugador, de un compañero” y ahora lo hacen esos mismos que criticaban. Pero para mí lo más importante es mi familia, mis hijos, ellos sí me importan…

Respecto a sus polémicos festejos, dice: “Lo del perrito fue porque te pican el orgullo, el portero me dijo de groserías, y yo le dije pídele a Dios que no te meta el penal, porque vas a ver cómo voy a festejar… Fui muy criticado, pero son momentos en uno o dos segundos que puedes hacer un festejo… y este lo hicimos (Germán) Villa y yo”.

Remata diciendo en medio de las críticas y la polémica de todo lo que se ha generado a su alrededor: “Yo no le debo nada a nadie, no tengo que quedar bien con ningún directivo o con el Presidente de la República porque yo no soy así, yo siempre digo todo de frente, tengo mi personalidad y no voy a arrastrarme con nadie, prefiero morirme con la mía… Si me siento privilegiado, si aquel día no me hubiera encontrado a aquel señor que me llevó al América, mi historia hubiera sido muy diferente, pero el destino fue bueno conmigo… No hay queja…”

 

BLANCO DE HOMENAJES…

Se llevó la ovación de la tarde, el momento sublime en el que las tribunas del Estadio Azteca vibraron emocionadas, con las palmas enrojecidas de miles de feligreses, con un multitudinario ruidero que no era otra cosa que un acto de amor resumido en un agradecimiento eterno, “gracias por tanto, gracias por todo, gracias…”   Con perdón del añorado silbatazo de Carlos Batres que puso fin a una eliminatoria tortuosa y aseguró la estancia de México en el Mundial 2010, el clímax del partido corrió a cargo del ilustre veterano, el ídolo doliente que tuvo en vilo a todo el país y que a los 77’ salió del campo entre estruendo, aplausos y vítores: Cuauhtémoc Blanco.

Sólo unos minutos antes había anotado un golazo. El 2-0, y el primer gol mexicano de la tarde (el otro lo hizo un salvadoreño en su meta) en el que fue origen y final, letal de principio a fin, de pies a cabeza, haciendo ver tan fácil lo más difícil: el gol.


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