Adiós, Rubén.
Nuestro querido poeta, ensayista, traductor, profesor jarocho, Rubén Bonifaz Nuño, falleció a los 89 años de edad, dejando un grandioso legado para todos aquellos amantes de las letras.
Doctor en Letras por la UNAM, humanista, reconocido traductor y crítico de arte, además de talentoso poeta, Rubén Bonifaz Nuño, veracruzano nacido en Córdoba el 12 de noviembre de 1923, falleció ayer, jueves 31 de enero, en la Ciudad de México a los 89 años.
Experto en la poesía grecolatina, Bonifaz no sólo escribía poemas de su autoría; fue también un sagaz traductor de poesía romana y griega. Además de eso, fue profesor de la UNAM, investigador y crítico de arte; era capaz de musicalizar hasta su conversación. Dejó huella por donde pasó y será recordado con cariño por quien lo conoció.
Marco Antonio Campos, amigo de Bonifaz, lo describe no sólo como un maestro de las letras y amante de la música mexicana, también como un hombre sumamente jovial y alegre. Además, siempre vistió bien, considerando importante otorgarle a la máquina de escribir, al oficio en sí, y a sus propias letras, el debido respeto.
Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de El Colegio Nacional, además de ser reconocido con numerosos premios y homenajes: Premio Nacional de Ciencias, Letras y Artes en 1974, el Internacional Alfonso Reyes, y el de la Universidad Nacional por Investigación en Humanidades, además del Doctor Honoris Causa e Investigador Emérito de la UNAM.
Un hombre sin duda admirable, por toda la herencia que ha dejado y por ser un mexicano sobresaliente en el mundo. Pero además porque siempre se respetó a sí mismo y su trabajo, y nunca permitió ser seducido por el poder. ¿Cuántos pueden decir que se les ofreció ser rectores de la UNAM y se negaron? Él lo hizo en 1982.
A continuación un poema de este gran escritor que a pesar de ya no estar en este mundo, ha dejado una trascendencia infinita. Gracias, Rubén.
A tu puerta llamé. No estabas…
A tu puerta llamé. No estabas.
Aspas de viaje te arrancaron.
¿Quién volverá cuando regreses?
Viento sin recuerdos, en la noche
se envuelve de inútiles presagios.
Dicen que la vida prosigue.
Entre nieves remotas, luces
que desconozco, abro los brazos
-lazarillos a ciegas-; busco.
Desde aquí, junto a la oreja sorda
amo en secreto, y enmudezco.
Dicen que la vida no perdona.
A tu puerta llego, y sin mirarte,
maravillado te contemplo.
¿Regresaste, vives, te escondiste?
Frente a tu casa silenciosa
-pienso que estás-, no llamo. Espero.
Y pasa la vida, y se detiene.