Una escuela llamada vida
Hemos crecido con una serie de creencias y paradigmas que muchas veces nos impiden ver el aprendizaje o las bendiciones ocultas que hay detrás de cada una de nuestras experiencias
Dicen que existen dos momentos clave en nuestra vida: el día que naces y el día que comprendes para qué. Vivir debería ser algo más que despertarnos, comer e ir a trabajar, algo más que vivir en modo piloto automático. Aun cuando nuestras actividades cotidianas son parte indispensable de nuestro día a día, en estos tiempos en los que vivimos de manera muy acelerada, es una realidad que hemos perdido el foco de lo que significa VIVIR en letras grandes. Pero entonces, ¿de qué va la vida?
A lo largo de la historia han existido un sinnúmero de pensadores que se han hecho esta pregunta. Pues, cuestionarnos por el sentido de nuestra existencia es lo que nos hace ser humanos y nos diferencia de otras especies que habitan sobre la tierra. Si bien, mi intención no es hacer apología de la espiritualidad, que ya de por sí está sumamente comercializada por la industria del Desarrollo Personal, me funciona y me da paz seguir la teoría que plantea que la vida es una escuela a la que hemos venido a aprender.
Lise Bourbeau en su libro “Las 5 heridas que impiden ser uno mismo” explica que antes de llegar a este mundo y encarnar, el alma elige una familia y el entorno en el que ha de crecer con una sola misión: vivir diversas experiencias una y otra vez hasta aceptarlas, obtener un aprendizaje y amarnos a través de ellas para lograr nuestra evolución espiritual.
Sin embargo, hemos crecido con una serie de creencias y paradigmas que muchas veces nos impiden ver el aprendizaje o las bendiciones ocultas que hay detrás de cada una de nuestras experiencias; por tanto, nos vamos trazando caminos que, si no somos capaces de recorrerlos desde la consciencia, volveremos a caminarlos una y otra vez sin aprendizaje y meta alguna. En el viaje de la vida tenemos que atravesar una serie de obstáculos y es como si ésta te dijera: “o saltas o saltas”, de lo contrario te quedarás inmerso en la angustia, en el victimismo y en un vacío existencial, el cual únicamente nos conlleva al sufrimiento.
Señala Lise Bourbeau que cuando alguien no logra aceptar y aprender de las experiencias de vida, entonces ésta se repite una y otra vez, hasta que logremos obtener un aprendizaje para nuestro propio crecimiento. Y el único medio para lograr esto es a través de la consciencia. Carl Jung decía: “Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”.
El plan de estudios de la vida es perfecto para enseñarnos lo que debemos aprender. Por lo tanto, detrás de cada persona y situación que atraemos a nuestra vida siempre existirá una razón de ser. Es necesario para nosotros afrontar y vivir esos procesos para aprender, pues son las experiencias más difíciles las que nos hacen despertar y ver nuestra existencia con otros ojos.
Pero, ¿aprender qué? Ser humano es una potencialidad y el aprendizaje es el camino que nos permite transformarnos en seres más sabios, más amorosos, más empáticos, más bondadosos. Y en este camino de consciencia podríamos lograr ser más felices y encontrar cierta paz.
Si aprendemos a ver nuestros problemas y los de los demás como procesos perfectos y necesarios que cada quien vive como parte de su aprendizaje, lograremos ser más empáticos y compasivos con el de a lado. El conflicto se crea cuando negamos y nos quejamos de dichos procesos, pues esto nos genera mayor sufrimiento. Tenemos que aprender a estar en paz con cada una de nuestras vivencias sin pretender que tendría que haber sido de otra manera y culpando a nuestro entorno y a las demás personas.
De ahí la importancia de acompañar al otro en sus procesos desde la aceptación y el amor. Y no desde lo que supuestamente yo doy por hecho que el otro necesita. Pues, si bien las lecciones de vida giran generalmente en torno a los mismos temas: falta de amor, abandono, rechazo, humillación, apego; la experiencia y el resultado son sumamente personales.
En el mundo del Desarrollo Personal abunda el ego espiritual, en el cual las personas van por el mundo queriendo transformar a los demás de acuerdo a sus propias creencias y aprendizajes. Debemos entender que no existen dos seres humanos iguales en el mundo y lo que le funciona a uno, no necesariamente le funciona al otro. Decía el filósofo y humanista Gerardo Schmedling Torres: “hay tantos caminos para encontrar esa verdad que nos libera como seres humanos en el planeta”. Entonces seamos respetuosos y no pretendamos ayudar al otro interfiriendo en sus propios procesos existenciales desde nuestras creencias.
El mundo es un reflejo de lo que somos y nuestra tarea es aceptarnos, amarnos y comprender que estamos en una escuela llamada VIDA, en la cual nadie puede presentar ningún examen por nosotros. Cada persona es capaz de transformarse y de transformar la manera de relacionarse con su exterior cuando vive en consciencia. Jorge Bucay decía que la existencia no admite representantes, y ciertamente, nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer en tu propia vida.
Paulina Fol
Licenciada en Contaduría por la Universidad Latinoamericana y egresada de estudios de Derecho del ITAM. Sin embargo, desde hace tres años me describo como una buscadora incansable de la paz interior y la salud mental, emocional y espiritual; a través de la formación y entrenamiento en estudios de Desarrollo Humano, Autoconocimiento, Mindfulness, Angeloterapia y diversas disciplinas relacionadas con el crecimiento personal.