Tres ventajas de la democracia
La democracia no es la única forma de gobernar los asuntos públicos. Compite con otras formas, de nombres antiguos también pero con carga negativa, tales […]
La democracia no es la única forma de gobernar los asuntos públicos. Compite con otras formas, de nombres antiguos también pero con carga negativa, tales como la tiranía o la sofocracia; maneras de nombres impronunciables en el discurso político, pero cuyas costumbres y elementos suelen aparecer bajo nuevos mantos, como por ejemplo gobierno fuerte o tecnocracia.
Siendo esto así, ¿qué prendas presume la democracia para pretender afirmar su superioridad frente a otras formas de gobernarnos?, no cuenta con la unanimidad del tirano, ni con la sapiencia de filósofo-rey; no puede vanagloriar en su beneficio los blasones de la tradición y de los nombres bien establecidos; por tanto, ¿qué ofrece la humilde democracia?
Sus virtudes o ventajas son bien pocas en número, sólo tres; pero tal es la entidad de cada una, que justifican a mi parecer, la democracia como la mejor forma de gobernarnos. Son las siguientes:
Máxima autonomía: la democracia exige derechos para los ciudadanos, y ayuda a sostenerlos. Derechos que igualan a todos en tanto no dependen de características personales; y que a su vez permiten el ejercicio de la libertad y autodeterminación de cada uno. Democracia sin derecho a decidir, ya sea en disenso o consenso, no lo es más que de nombre.
Máxima satisfacción de expectativas: el mecanismo de la mayoría que no oprime a la minoría, permite que los intereses libre y públicamente expresados, encuentren el apoyo ejercicio del poder.
Minimización de los enfrentamientos: democracia es excluir la confrontación violenta, en tanto consiste en un espacio de diálogo en el que todos se expresan y se decide; además, cuentan los perdedores momentáneos con que, en una nueva justa (otra elección, consulta popular, etc.) puedan ahora sí convencer a una mayoría de ciudadanos que los haga ganar.
Desde luego, las tres ventajas anteriores se dan en diversos grados en cada país, en auténticos grados de democratización de los que escribía Sartori; lo relevante es que, en otras maneras de arreglar los temas políticos, no se presentan las tres. En la tiranía (bajo el nombre que quiera dársele ahora, dictadura del pueblo, del partido, de las vanguardias, etc), no hay autonomía, y las expectativas diversas se anulan, lo que tendencialmente aumenta la posibilidad de enfrentamientos.
La moderna sofocracia, en su vertiente tecnócrata¸ o como la conocieron en el porfirismo, científica plantea gobernar a partir de elementos puramente técnicos, sin apasionamientos partidistas; pero constituye por sí misma una partidización sin partido, y afirma una inaceptable superioridad que ignora la igualdad básica de todos los ciudadanos.
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