×

Busquedas Populares


×

Opinión



Secciones




Tres palabras mágicas: “suelta y confía”

Por Paulina Fol - 13/02/2024

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

El cambio no es solo un hecho de la vida que tenemos que aceptar, y con el cual tenemos que trabajar, dice Norman Fischer. Sentir el dolor de la impermanencia y la pérdida puede ser un recordatorio profundamente hermoso de lo que significa existir

 Tres palabras mágicas: “suelta y confía”

Recuerdo que desde pequeña he tenido una tendencia a querer controlar las cosas que suceden a mi alrededor. Intentaba que todo fuera “perfecto” en mi ámbito escolar, familiar, afectivo y en diversas situaciones de mi vida. Crecí con muchas estructuras y apegos, así como la gran mayoría de los seres humanos que existe sobre el planeta. Pues, es desde la infancia que se nos programa y educa para buscar aquello que nos da “seguridad” creando así, una necesidad de saber que nuestra vida está bajo control, exigiéndonos a cumplir con ciertas reglas y comportamientos para encajar con nuestro entorno y ser aceptados. De esta manera, es como vamos formando poco a poco nuestra personalidad, desarrollando al mismo tiempo la famosa fantasía del Ego, que no es otra cosa que nuestra máscara social.

“El ego no es lo que realmente somos. El ego es nuestra autoimagen, nuestra máscara social. Es el papel que estamos desempeñando. A la máscara social le gusta la aprobación; quiere controlar, y se apoya en el poder porque vive en el temor” (Deepak Chopra).

Sin embargo, conforme vamos transitando el camino de la vida, nos damos cuenta de que definitivamente no hay nada seguro, que es imposible controlar lo que sucede a nuestro alrededor, que la permanencia no es posible. Nada permanece siendo lo que era. Cambian nuestras circunstancias, nuestro cuerpo, nuestros pensamientos, nuestra perspectiva de vida. Si logramos comprender esto, podemos aceptar que, de alguna manera inexplicable, todo está bien, incluso cuando las cosas no vayan como esperamos que vayan, pues recordemos que la vida no siempre nos envía las cosas que queremos, sino las que necesitamos para nuestro crecimiento y aprendizaje.

El cambio no es solo un hecho de la vida que tenemos que aceptar, y con el cual tenemos que trabajar, dice Norman Fischer. Sentir el dolor de la impermanencia y la pérdida puede ser un recordatorio profundamente hermoso de lo que significa existir. El budismo, por ejemplo, afirma que tanto nuestra realidad interior como la del mundo externo están siempre en un estado de cambio permanente. Pero entonces, ¿por qué es tan difícil soltar y confiar en lo que la vida nos pone enfrente?

La respuesta es que tenemos miedo. Miedo a la incertidumbre, miedo a pensar que no valemos, miedo a no ser amados o aceptados. Por ello, nos aferramos a aquello que nos da un supuesto sentimiento de seguridad y queremos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. Así es como generamos apego a nuestros bienes materiales, a nuestras relaciones, a nuestras creencias, a nuestro trabajo, a nuestra profesión.

La lista de apegos que tenemos los seres humanos para sentir que tenemos todo bajo control es muy larga. También existe apego a los resultados, a que siempre nos salgan bien las cosas, a que los demás piensen o actúen como yo lo hago, a la imagen que proyectamos hacia el exterior, al dinero, al tiempo, a las estructuras.

Pero, el querer controlar todo es realmente agotador y desgastante física, emocional y mentalmente. Creemos que controlando todo a nuestro alrededor lograremos ser felices. Pero les aseguro que incluso si fuera esto posible, que no lo es, no lograríamos encontrar la paz. Nuestra mente generalmente está en el pasado, por lo que no hice o lo que perdí, o en el futuro, por lo que vendrá y aún no tengo. Poner todo nuestro poder en algo que todavía no existe es sumamente cansado, pues ese instante nunca llega. La vida nos regala una experiencia, pero nuestra mente generalmente está apuntando a lo que fue o lo que vendrá.

Por ello, cuando nuestro ser lo ponemos al servicio de algo que todavía no existe, viene el sentimiento de vacío, porque siempre tenemos en la mira que hay algo mejor delante de nosotros y entonces lo que tenemos hoy no es suficiente. No nos permitimos vivir las situaciones del momento. La vida nos llena de experiencias y aprendizajes que muchas veces nos perdemos por estar siempre pensando en que estaremos mejor cuando logremos estar en otro momento, con otra persona, en otro lugar, en otra situación económica, etc. Cuando no fluimos con la vida porque deseamos que las cosas sean como nosotros queremos, es entonces cuando viene el sufrimiento.

Tenemos que comprender que las cosas y la vida simplemente son. Incorporemos tres palabras mágicas a nuestra vida: “Suelta y confía”. Entiendo que conectar con estas palabras no siempre puede resultar fácil, especialmente cuando somos personas demasiado racionales. De ahí la importancia de ser conscientes de los pensamientos que llegan a nosotros y elegir en qué pensamiento anclarnos. De lo contrario, podemos engancharnos con pensamientos negativos que pueden generarnos ansiedad o depresión.

Pensamos que estamos en control, pero la realidad es que estamos atrapados por nuestros miedos y nuestras preocupaciones. Fluyamos con la vida y aceptemos lo que nos pone enfrente para nuestra evolución.

Pongamos atención a lo que nos quiere decir con aquella situación que nos disgusta o que nos negamos a aceptar para aprender de manera amorosa, pues lo que resistes, persiste. Aceptar no significa resignarse, conformarse o mantenerse pasivo ante la situación, sino entender que hay muchas cosas que no dependen de mí. La resignación nos lleva al sufrimiento, la aceptación nos libera y nos hace fluir con la vida y nos hace vivir el momento presente.

Sufrimos porque no aceptamos lo que sucede. Detengámonos a pensar ante cada situación complicada qué es lo que nos hace sufrir y nos daremos cuenta que detrás de esto hay una falta de aceptación y la expectativa que las cosas sucedan de la manera que yo quiero. Sin duda, aceptar requiere mucha sabiduría. Dejemos de exigirle a la vida que sea “razonable” o “justa” con nosotros, pues cuando soltamos el control y las expectativas, pueden suceder cosas maravillosas.

Paulina Fol

Licenciada en Contaduría por la Universidad Latinoamericana y egresada de estudios de Derecho del ITAM. Sin embargo, desde hace tres años me describo como una buscadora incansable de la paz interior y la salud mental, emocional y espiritual; a través de la formación y entrenamiento en estudios de Desarrollo Humano, Autoconocimiento, Mindfulness, Angeloterapia y diversas disciplinas relacionadas con el crecimiento personal.


Otras notas



De nuestra red editorial