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Múltiples e ignoradas, ‘las violencias’ contra ‘las mujeres’ (en plural)

Por Expertos TEC - 20/12/2021

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

No existe ‘la mujer’ como colectivo; porque no somos ‘una sola’ homogénea y en las mismas condiciones de vida y discriminación.

 Múltiples e ignoradas, ‘las violencias’ contra ‘las mujeres’ (en plural)

Foto: Archivo

Por Argelia Carrera

Profesora de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno. Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro. argelia.carrera@tec.mx
Twitter: @argelia_carrera

El pasado 25 de noviembre se conmemoró – como cada año – el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”. En 1981 el denominado Movimiento Feminista Latinoamericano inicia la convocatoria para recordar en este día, la fecha en que fueron asesinadas (1969), las hermanas Mirabal – Patricia, Minerva y María Teresa – por orden del gobernante dominicano, Rafael Trujillo (1930-1961). Pero es hasta el año 2000 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas asume esta jornada de reivindicación y designa el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, invitando a gobiernos, organizaciones internacionales y organizaciones de la sociedad civil a involucrarse y coordinar actividades todos los años en esta fecha para elevar la conciencia pública.

Hay una omisión que es importante no dejar pasar y poner de manifiesto, el plural.

No existe ‘la mujer’ como colectivo; porque no somos ‘una sola’ homogénea y en las mismas condiciones de vida y discriminación. Somos blancas, negras, morenas; heterosexuales, transgénero, lesbianas, no binarias; católicas, protestantes, musulmanas; indígenas, migrantes; citadinas, rurales; profesionistas, normalistas, universitarias, sin estudios formales; de clase baja, media, alta; niñas, jóvenes, de mediana edad, de la tercera edad; con discapacidades físicas, mentales, sin ellas; mexicanas, colombianas, haitianas, guatemaltecas, salvadoreñas, etc. Somos ‘las mujeres’. Y todas estas identidades que nos definen, generan diversas y múltiples desigualdades que se estructuran a partir de la interrelación de diversos niveles de injusticia social. El cruce de todas estas identidades generan desventajas y privilegios muy distintos para todas nosotras; Kimberle Crenshaw le llamó interseccionalidad.

Algunos datos que muestran estas diferencias. En México el INEGI, reportó en 2018 a 2.3 millones de personas que se dedican al trabajo del hogar y 9 de cada 10 son mujeres. Además, alrededor del 11 por ciento de ellas, son indígenas. Su promedio de escolaridad es de solamente 7 años; el 98.1 por ciento de ellas no cuenta con servicios de salud y el 98 por ciento no tiene contrato.

Solamente 1 de cada 10 de ellas cuenta con prestaciones como vacaciones o seguro médico. Otras estadísticas, provenientes del estudio de Oxfam denominado ‘Por mi raza hablará la desigualdad’, refiere datos que es relevante mencionar respecto de esta interseccionalidad. Las mujeres tienen menor probabilidad de acceder al quintil más alto de ingresos que los hombres, tanto por color de piel como por hablar una lengua indígena; en las mujeres con tonos “oscuros” la brecha crece a 58 por ciento.

Las mujeres hablantes de una lengua indígena presentan un 73 por ciento menos de probabilidad de lograr estudios superiores que un varón o una mujer no indígena, no hablante. La probabilidad estimada de alcanzar las posiciones de mayor jerarquía (trabajos de servicios y empleadores) es de un 38 por ciento menor para los varones y de un 68 por ciento menor para las mujeres indígenas en ambos casos. El tono de piel marca una diferencia al momento de conseguir empleo, quienes tienen rasgos físicos indígenas tienden a ser menos aceptados por las empresas que quienes tienen aspecto ‘blanco’.

A ello sumémosle que las mujeres no sufrimos ‘una violencia’ siempre igual, siempre la misma, o la más visible. Somos sujetas de diversas violencias. Ya sea desde la perspectiva Galtungniana que formuló desde 1969 la división entre violencia directa, estructural y simbólica; o desde las definiciones establecidas en la Ley General de acceso de las mujeres a una vida libre sin violencia (2007) que considera 6 tipos y 5 modalidades de violencia, psicológica, física, patrimonial, económica, sexual y digital; que ocurren en los espacios familiar, laboral y docente, comunitario, institucional y finalmente, la más indigna de todas, la feminicida. Las mujeres somos víctimas de muchas violencias.

Las estadísticas hablan por sí mismas.

La OCDE reporta que la brecha salarial hoy sigue siendo de aproximadamente un 34 por ciento entre varones y mujeres. El Ranking de Times Higher Education del 2020 indica que solo 17 por ciento de 200 de las mejores universidades mundiales están dirigidas por mujeres. En México, un estudio del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México reportó que de las 34 universidades públicas estatales del país, 27 no han tenido una sola rectora en las seis administraciones pasadas.

México es uno de los 85 países —dentro de los 153 integrantes del Ranking Global de la Brecha de Género del 2020— donde nunca una mujer ha ocupado la presidencia. Un estudio de Deloitte del 2019 reporta que el 52 por ciento de las mujeres en espacios laborales, han experimentado acoso o microagresiones en el año inmediato anterior; y aproximadamente el 50 por ciento de las mujeres en áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés), consideran que la discriminación es un factor importante detrás de la representación limitada de las mujeres en las ocupaciones STEM. Todas ellas son violencias estructurales; existe una sociedad que permite y en ocasiones promueve violencias relacionadas con la jerarquía, el método de trabajo, la remuneración, etc. Y son también violencias simbólicas o culturales debido a que hay normas de conducta y tradiciones que justifican las discriminaciones.

El módulo sobre el Ciberacoso (MOCIBA) del INEGI, reportó que al menos 9.4 millones de mujeres han sido acosadas durante el confinamiento; en el último año, el ciberacoso aumentó 70 por ciento en México. Datos de UNICEIF del 2019 muestran que el 43 por ciento de las mujeres (niñas y adolescentes) mexicanas prefieran quedarse en casa que ir a la escuela durante su período menstrual; para no sufrir acoso y debido a que no hay condiciones sanitarias adecuadas.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas estableció que casi la mitad de los migrantes son mujeres y niñas; y las mujeres migran cada vez más solas o como jefas de hogar; y un estudio de la organización Fusión reportó que antes de que puedan llegar a Estados Unidos, 80 por ciento de las mujeres y niñas migrantes que provienen de Centro América son violadas mientras cruzan por México. El Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas (RNPDNO) indica en este 2021 que, de las personas reportadas como desaparecidas, el 25.5 por ciento son mujeres, y de ese porcentaje, el 90 por ciento o más son niñas de entre 10 y 17 años.

Por cada 9 delitos sexuales contra mujeres, hay solamente 1 contra varones de acuerdo con datos del 2020 de la OCDE. Tan solo en 2020, se registraron 3.723 muertes violentas de mujeres en México, de las cuales 940 fueron investigadas como feminicidios por las 32 entidades federativas del país; una estimación del Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios, indica que, del total de muertes violentas de mujeres, solo el 20 por ciento de los casos se consignan como feminicidios en México. Existen violencias directa, estructural y simbólica contra las mujeres; y todas deben ser reconocidas y no olvidadas.

Somos mujeres – en plural – heterogéneas, viviendo en condiciones desiguales que de forma distinta nos exponen a diversas violencias – en plural –, y nos afectan de manera diferente. Ni ‘la mujer’, ni ‘la violencia; so(n)mos múltiples y muchas veces ignoradas.

 

Expertos TEC


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