La última cena
Quién diría que el afamado restaurante “HUNAN” ubicado en una de las zonas de mayor exclusividad en la Ciudad de México, albergaría lo que por […]
Quién diría que el afamado restaurante “HUNAN” ubicado en una de las zonas de mayor exclusividad en la Ciudad de México, albergaría lo que por lo menos públicamente sería la última cena de Emilio Lozoya Austin, ex director de Petróleos Mexicanos y pieza clave en la estrategia trazada por el actual gobierno para que la justicia alcance a todos aquellos involucrados en el saqueo que las arcas de la nación sufrieron en el pasado sexenio. No es para menos, ese acto de desfachatez por parte del nuevo inquilino del reclusorio norte fue motivación suficiente para que la postura de la parte acusante se endureciera y pidiera prisión preventiva para que el capturado en Málaga, España, viva su proceso legal tras las rejas al ser señalado por cohecho, lavado de dinero y asociación delictuosa.
La realidad es que Emilio Lozoya lleva varios años sintiéndose inmune a los efectos de la justicia mexicana, por lo menos durante el sexenio pasado tuvo la certeza de que la ley jamás le alcanzaría, posteriormente al ser capturado y ofrecerse como testigo clave en las investigaciones por el caso “Odebrecht” logró continuar una temporada en libertad, sin embargo las declaraciones en donde señalaba al ex secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray y al ex presidente Enrique Peña Nieto, junto a un diputado y cinco senadores de recibir sobornos por impulsar las reformas estructurales de la administración anterior, ya caducaron, dejaron de ser suficientes para que siguiera su proceso alejado de las rejas.
Es evidente que la defensa del nuevo compañero del ex senador del PAN Jorge Luis Lavalle y del ex gobernador tricolor Javier Duarte, intentará por todos los medios que la cárcel no sea el nuevo hogar para quien fuera el todopoderoso en PEMEX, la verdad es que el objetivo de los actuales personajes en el poder es que de una vez por todas la clase política que violentó nuestra soberanía nacional, empiece a vivir las consecuencias legales de haber actuado de forma ilícita con el objetivo de engrandecer sus cuenta personales, aunque esto significara condenar a millones de mexicanos y mexicanas a vivir en la precariedad, como consecuencia del espíritu entreguista de los sexenios neoliberales.
Tiempo al tiempo, las campanas al aire de nada sirven en estos momentos y la mesura es la mejor decisión que pueden tener aquellos que se comprometieron a que la corrupción sería castigada y que los intocables perderían su blindaje oficial para así rendir cuentas ante una justicia que es lenta, pero implacable.