×

Busquedas Populares


×

Opinión



Secciones




La grilla más sagrada del planeta

Por Paul Ospital - 23/04/2025

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

Puede sonar contradictorio hablar de fe y cabildeo en la misma frase, pero si algo caracteriza al proceso para elegir a un nuevo Papa, es que detrás del humo blanco hay política

 La grilla más sagrada del planeta

Puede sonar contradictorio hablar de fe y cabildeo en la misma frase, pero si algo caracteriza al proceso para elegir a un nuevo Papa, es que detrás del humo blanco hay política. Mucha política: cerrada, secreta, de pasillos. A partir de esta semana, que inició con la muerte del Papa Francisco, lo que viene no es solo un funeral global y una pausa espiritual, sino uno de los procesos de negociación más sofisticados, antiguos y silenciosos del mundo: el cónclave.

El Papa, además de un líder religioso, es el jefe de Estado de un país con menos de un kilómetro cuadrado, que se puede recorrer totalmente caminando en 30 minutos, y tiene menos de 800 habitantes —el Vaticano—, pero más importante, el papa es el líder espiritual de 1,400 millones de católicos en todo el mundo. Y aunque muchos no sean practicantes, la Iglesia Católica sigue siendo la organización con mayor presencia territorial en el planeta, más que cualquier empresa o partido político. Solo en México, hay más de 90 millones de católicos, el 78.6% de la población.
Es decir, 8 de cada 10 mexicanos crecieron bajo su influencia cultural. Y aunque solo el 40% se considera practicante, su peso simbólico sigue siendo inmenso.

Por eso, elegir al sucesor del papa Francisco no es un mero trámite burocrático: es una decisión geopolítica, diplomática y doctrinal. Y se hace como pocas cosas en el mundo moderno: en silencio, sin campañas, sin conferencias de prensa, sin redes sociales.

Solo 135 hombres pueden votar. Todos cardenales. Todos mayores de edad. Todos varones. Todos nombrados por algún Papa anterior. El requisito: tener menos de 80 años. Y aunque el último Papa pudo haberlos nombrado, no controla del todo a quienes votarán por su sucesor, porque los cardenales son producto de muchas generaciones de pontificados, con lealtades cruzadas, trayectorias distintas y visiones del mundo que no siempre coinciden.
Ahí es donde entra la grilla sagrada. No hay pancartas, pero sí cabildeo. No hay debates, pero sí alianzas. No hay cámaras, pero sí pasillos en los que se negocia, se analiza, se persuade.

El cónclave es la madre de todas las negociaciones políticas: 135 cardenales encerrados bajo llave en la Capilla Sixtina, votando hasta cuatro veces al día, hasta que uno alcance más de 90 votos, la mayoría calificada. Cada votación es secreta. Si no hay acuerdo, humo negro. Si lo hay, humo blanco. Y el mundo mira al cielo, como en un ritual de esperanza, para ver esa señal que escribe la historia.

Este es un proceso electoral único, donde no se puede hacer campaña pública, pero donde cada voto cuesta influencia, prestigio y, a veces, favores espirituales. Hay bloques: africanos, asiáticos, latinoamericanos, europeos conservadores, europeos progresistas, italianos que quieren recuperar el control, latinoamericanos que quieren consolidarlo. Cada uno mueve sus piezas con delicadeza. Porque quien llegue al trono de Pedro no solo hereda la tiara invisible del poder religioso, también hereda una estructura financiera con miles de propiedades en el mundo, una diplomacia con relaciones entre más de 180 países, y una autoridad moral que, con todos sus límites, todavía pesa.

La Iglesia no es ingenua. Sabe que cada elección papal es también una señal al mundo sobre hacia dónde quiere caminar. Francisco lo entendió: un Papa latinoamericano, jesuita, con discurso social. ¿Qué sigue ahora? ¿Un Papa africano por primera vez? ¿Uno más conservador? ¿Uno con perfil reformista pero mano dura? Nadie lo sabe. Y eso es lo que lo hace fascinante.

En tiempos donde todo es transparente, inmediato y público, el cónclave resiste como uno de los últimos espacios de alta política a puerta cerrada. No porque sea anticuado, sino porque su lógica es otra: aquí no se gana con likes, se gana con legitimidad, tradición y respaldo silencioso.

En las próximas semanas, veremos humo. Pero lo que no veremos será aún más importante: las conversaciones que están ocurriendo hoy mismo en los pasillos del Vaticano, las miradas que cruzan fronteras, los gestos que definen alianzas.
Porque en la Iglesia Católica, la sucesión no se decreta. Se construye. Se negocia. Se reza. Y se vota. Bajo llave.

Paul Ospital

Diputado local por la LX Legislatura del Estado de Querétaro. Maestro en Gobierno y Políticas Públicas y licenciado en Ciencia Política y Administración Pública. Se ha desempeñado en diversos cargos dentro del Partido Revolucionario Institucional a nivel local y nacional. Ha participado en paneles de análisis y discusión en distintos medios de comunicación y actualmente participa en una veintena de medios como columnista y colaborador.


Otras notas



De nuestra red editorial