×

Busquedas Populares


×

Opinión



Secciones




Heridas de infancia: abandono

Por Paulina Fol - 01/02/2023

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

Quien sufre abandono no se siente amado y piensa constantemente que existe algo malo en él, pues si no hubiera nada malo en él no lo habrían abandonado

 Heridas de infancia: abandono

Si bien creo que infancia no es destino, definitivamente creo que influye de manera determinante en gran parte de nuestra vida adulta si no somos capaces de aprender de nuestro pasado y de nuestras heridas de la infancia. Tal como dice la psicoterapeuta Margarita Blanco: “Nadie puede sanar aquello de lo que no es consciente.”

El sentimiento de abandono puede originarse de muchas maneras, no únicamente por una ausencia física, como sería el caso de la muerte de alguno de los padres o aquel padre que deja el hogar por un periodo prolongado de tiempo o de manera permanente dejando al otro progenitor como responsable de la crianza y cuidado de los niños; también y sobre todo por el dolor evidente de la ausencia emocional, donde pueden existir padres físicamente presentes, pero incapaces de nutrir emocionalmente a los hijos.

Hoy más que nunca, una de las heridas de infancia que probablemente esté dejando mayor huella en las actuales generaciones es la del abandono, pues a pesar de ser generaciones con un acceso inimaginable a la información, capaces de tejer grandes redes de “amigos” a lo largo de todo el mundo y con un sinfín de “privilegios” en una nueva cultura del beneficio inmediato, muchos de ellos están creciendo con poco contacto humano y con padres física y/o emocionalmente ausentes, ya sea por cargas excesivas de trabajo o por la gran cantidad de distractores que existen hoy en día y que nos mantienen desenfocados de lo verdaderamente importante y valioso. Padres inmersos cada vez más en una sociedad con un ritmo de vida frenético, en la que existe una constante exigencia por ser los mejores y en la que no está permitido detenerse y dejar de ser productivos un solo minuto del día.

La experiencia del abandono, ya sea físico o emocional, deja una impronta dolorosa y profunda. Quien sufre abandono no se siente amado y piensa constantemente que existe algo malo en él, pues si no hubiera nada malo en él no lo habrían abandonado. La personalidad que desarrolla para evitar sentir el dolor que ha dejado esta herida es la dependencia. El dependiente se vuelve alguien que todo el tiempo intenta hacer méritos y ser complaciente con los demás, por lo que constantemente pide perdón con tal de no ser abandonado e incluso es capaz de soportar situaciones difíciles en vez de ponerles fin.

La persona con este tipo de herida suele ser propenso a convertirse en víctima. Es decir, suele atraer todo tipo de problemas a su vida para llamar la atención de los demás, sobre todo de salud, pues en su inconsciente cree nunca recibir la suficiente atención y el sentimiento de abandono le resulta más doloroso que vivir inmerso en los problemas. No obstante, la víctima también puede gustarle el rol de salvador y adquirir incluso responsabilidades que no le corresponden con tal de no ser abandonado.

Todas estas actitudes provienen del temor a revivir la herida del abandono. El dependiente puede manifestar dicho sentimiento de diversas maneras. Muchas ocasiones le cuesta trabajo confiar en los demás y crear vínculos estrechos, es extremadamente sensible a las críticas, se ve frecuentemente inmerso en relaciones de dependencia, puede desarrollar ansiedad, depresión y baja autoestima. Estos síntomas no son realmente el problema, estos sólo son una manifestación de los bloqueos o heridas emocionales del pasado.

Cuando sufres y reaccionas, en realidad es tu niño interior que necesita ser escuchado y amado. Nunca nadie antes nos enseñó como superar patrones o sanar heridas, así que seamos amables con nosotros mismos y hagamos consciente de dónde proviene aquella voz interior que nos dice que somos indignos de recibir afecto o que somos insuficientes.

Seamos ahora nuestros propios padres y reconozcamos cada una de nuestras cualidades positivas y nuestros logros, en lugar de centrarnos únicamente en nuestros defectos o carencias. Es importante que nos recordemos de manera constante que no estamos solos y que somos dignos de recibir amor.

Paulina Fol

Licenciada en Contaduría por la Universidad Latinoamericana y egresada de estudios de Derecho del ITAM. Sin embargo, desde hace tres años me describo como una buscadora incansable de la paz interior y la salud mental, emocional y espiritual; a través de la formación y entrenamiento en estudios de Desarrollo Humano, Autoconocimiento, Mindfulness, Angeloterapia y diversas disciplinas relacionadas con el crecimiento personal.


Otras notas



De nuestra red editorial