El Despilfarro Irresponsable: La Farsa de Mexicana de Aviación y los Caprichos del Presidente López Obrador

El reciente lanzamiento de Mexicana de Aviación, la aerolínea impulsada por el gobierno federal, ha desatado una ola de críticas y preocupaciones en torno a la gestión de los recursos públicos.

Desde sus primeros días de operación, los números rojos han marcado su desempeño, revelando una preocupante falta de viabilidad financiera que, lejos de ser una sorpresa, pone de manifiesto la irresponsabilidad del presidente López Obrador al embarcarse en un proyecto tan costoso y poco fundamentado como lo es esta aerolínea estatal.

Con cifras que parecen sacadas de una pesadilla financiera, Mexicana de Aviación ha registrado ingresos mínimos en comparación con sus abrumadores gastos operativos. En sus primeros quince días, apenas logró recuperar el 0.7% de la inversión realizada, dejando en claro que la rentabilidad está lejos de ser una realidad tangible en el horizonte cercano.

Con un panorama tan desalentador, resulta difícil entender cómo se justifica la persistencia en este proyecto, salvo por los caprichos del presidente López Obrador y su obsesión con el Aeropuerto Internacional Felipe Angeles.

Es evidente que Mexicana de Aviación se ha convertido en una estrategia más para impulsar el polémico proyecto del AIFA, cuya construcción ha estado envuelta en controversias desde sus inicios. La creación de una aerolínea estatal parece ser un intento desesperado por justificar la construcción de un aeropuerto que ha sido criticado por su ubicación y viabilidad, todo ello a costa del erario público.

No es sorprendente entonces que los vuelos de Mexicana de Aviación, incluido el polémico Acapulco-AIFA con un solo pasajero, se conviertan en simples exhibiciones de un proyecto que carece de sustento económico.

El análisis financiero proporcionado por la empresa militar Olmeca-Maya-Mexica, bajo la tutela de la Secretaría de la Defensa Nacional, apenas ofrece consuelo. Pronosticar que la aerolínea no será rentable hasta el año 2033 es un indicio claro de la falta de realismo en torno a este proyecto. ¿Cómo puede justificarse el derroche continuo de recursos públicos en una empresa que parece condenada a la bancarrota durante la próxima década? La respuesta parece esconderse en el documento que establece que las pérdidas serán cubiertas por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, es decir, por el bolsillo de todos los mexicanos.

La debacle de Mexicana de Aviación no solo representa una tragedia financiera, sino también ilustra de cuerpo entero al gobierno de MORENA, es la materialización de los egos desbordados del presidente, quien vislumbra en esta ruinosa aventura, una página más de la historia dorada que escribe en su ambición de trascender.

Sin embargo, Mexicana de Aviación es un golpe a la credibilidad del gobierno y a la confianza de los ciudadanos en su capacidad para administrar responsablemente los recursos públicos.

El derroche flagrante en proyectos a contentillo del presidente, como este y el tren maya, la refinería de dos bocas y la mega farmacia solo socava los cimientos de las finanzas públicas y la oportunidad de atender los problemas serios e importantes de este país.
Es preocupante pensar en las implicaciones de este despilfarro de dinero público.

Mientras millones de mexicanos luchan por salir adelante en medio de una crisis de seguridad, económica y sanitaria, el gobierno parece empeñado en malgastar recursos en proyectos que carecen de sentido y viabilidad. ¿Acaso no hay necesidades más urgentes que merecen la atención y el financiamiento del Estado? La falta de transparencia y rendición de cuentas en torno a Mexicana de Aviación solo agrava la situación, alimentando la percepción de que el gobierno está más interesado en satisfacer sus propios caprichos que en servir a los intereses del pueblo.

En última instancia, el fracaso de Mexicana de Aviación no solo representa una pérdida económica para el país, sino también un símbolo de la falta de responsabilidad y visión a largo plazo por parte del gobierno. Es hora de que se ponga fin a esta farsa y se redirijan los recursos hacia proyectos que realmente beneficien a la sociedad mexicana en su conjunto. El despilfarro no puede convertirse en la norma, y la rendición de cuentas debe ser una exigencia constante por parte de los ciudadanos. Solo así se podrá construir un futuro más próspero y justo para todos.