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Constitución para rato…

Por Expertos TEC - 06/02/2023

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

El día de ayer, 5 de febrero, se conmemoró el 106 aniversario de la promulgación de nuestra Constitución. El día de hoy disfrutamos del asueto […]

 Constitución para rato…

El día de ayer, 5 de febrero, se conmemoró el 106 aniversario de la promulgación de nuestra Constitución. El día de hoy disfrutamos del asueto respectivo y descansamos de los vaivenes diarios de la vida laboral. Pero sería pertinente quizá, reflexionar por unos minutos sobre la trascendencia e importancia de nuestra Constitución, sobre todo, cuando vivimos en una época en la que se cuestiona la validez de las normas y el futuro del modelo democrático.

Al promulgarse nuestra Constitución en 1917, se dejó atrás un régimen dictatorial, se refundó nuestro Estado y se renovó el contrato social de los mexicanos recogiendo las demandas de las distintas facciones revolucionaras. Por primera vez en un texto constitucional, se recogieron derechos sociales, se reiteró la separación entre Iglesia y Estado, se recogió el presidencialismo como forma de gobierno y el federalismo como forma de Estado, se le dio mayor soberanía a las entidades federativas, se creó el municipio libre, se estableció la responsabilidad de servidores públicos, etc…

Pero la Constitución mexicana, como toda Constitución, nace con la clara y principal función de limitar al poder; en sí misma, la Constitución es un instrumento que limita al poder, al tiempo que constituye los órganos que ejercerán el poder dentro del Estado, los demarca y delimita sus funciones; y éstos pueden hacer nada más de lo que la norma constitucional les indica, tal y como lo manda el principio de legalidad. Esta delimitación constituye una autolimitación de cada poder, pero también un ejercicio de pesos y contrapesos entre ellos mismos, donde el respeto de cada poder a las funciones de los otros garantiza el equilibrio y el ejercicio del Poder (con mayúscula).

En el momento en que un poder invade las competencias de otro, se da una vulneración a la Constitución, con ello se pone en riesgo el modelo democrático y se transgrede el pacto social. Aunque esto pueda sonar muy teórico o un tanto abstracto, la invasión de competencias de un poder hacia otro, suelen ser los primeros pasos para derrocar las democracias e instaurar modelos dictatoriales.

Es cierto que el contrato social firmado (de manera figurada) por todos los mexicanos en el texto constitucional puede e incluso debe renovarse constantemente. Se entiende que la reforma constitucional es sana y deseable, principalmente para que no se pierda la vigencia y la fuerza normativa de la Constitución.

No obstante, en nuestro país, la reforma constitucional se ha desvirtuado en las últimas décadas y se ha convertido en el instrumento a través del cual el Ejecutivo en turno cambia las reglas bajo las cuales se encuentra sometido.

Se trata de una paradoja constitucional, pues se supone que cuando el titular del Ejecutivo toma posesión de su cargo, se somete a la Constitución, jura obedecerla y hacerla cumplir. Sin embargo, una de las facultades que la misma Constitución le otorga al Ejecutivo es la de promover iniciativas de reforma constitucional, y si éste tiene la mayoría en los poderes legislativos, federales y locales, puede fácilmente cambiar el texto constitucional.

Lo que ha ocurrido en nuestro país, es que el titular del Ejecutivo, en cuanto toma posesión de su cargo, reforma la Constitución y cambia las reglas bajo las cuales se verá constreñido por los próximos seis años. Como niño berrinchudo que ahora es el dueño del balón, el Ejecutivo entrante cambia las reglas del juego, invita sus amigos a jugar, expulsa del partido a los que tenían la pelota e incluso arremete contra ellos.

Este cambio de reglas cada seis años no es tan afortunado como la teoría constitucional advertía al prever la reformar constitucional, y no lo es porque no permite construir una visión de Estado con proyectos transexenales, no permite cuajar las reformas de un Ejecutivo; por buenas que sean, serán modificadas porque huelen al predecesor.

Con modificaciones, sexenio tras sexenio, la Constitución mexicana ha dejado de ser una Constitución de mínimos para convertirse en una Constitución obesa con artículos largos y confusos. Una “Constitución reglamentaria” que contiene infinidad de aspectos que podrían contenerse en normas secundarias; sin mencionar que las reformas sufridas en tantos años han ocasionado una falta de armonización y lógica sistemática en la Carta mexicana.

Empero lo anterior, hay que reconocer que en su 106 cumpleaños, nuestra Constitución se ha renovado constantemente, se ha adaptado a los cambios de cada momento, ha recogido las influencias doctrinarias de otros países e incluso del Derecho Internacional, ha recogido las inquietudes y reclamos de los distintos movimientos que han llegado al poder, ha recogido los reclamos de una sociedad diversa y multicultural propia de un Estado Democrático, pero principalmente ha aguantado los embates de diversos titulares del Ejecutivo, que en aras de hacerse con más poder, tratan de minar la división de poderes que ella misma garantiza.

Nuestra Constitución no está vieja, está fuerte, radiante y cuenta con los elementos suficientes para garantizar la limitación del poder a través de la división de poderes y la consolidación de las instituciones democráticas.

José Juan Anzures Gurría
Decano regional Centro-Sur
Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno
Twitter @anzuresgurria

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