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Ciudad, movilidad, equidad

Por Expertos TEC - 10/08/2022

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

Al impartir clases en el Tec de Monterrey, recuerdo a mi tío, quien también siendo arquitecto y docente, afirmaba que no existía la arquitectura sin […]

 Ciudad, movilidad, equidad

Al impartir clases en el Tec de Monterrey, recuerdo a mi tío, quien también siendo arquitecto y docente, afirmaba que no existía la arquitectura sin un sentido social. Del mismo modo, el urbanismo carece de significado sin una búsqueda ulterior por la equidad y el equilibrio medioambiental. En otras palabras, la planeación urbana tiene un objetivo inherentemente redistributivo, contrapuesto a los modelos extractivos que nos han llevado a brechas de desigualdad abismales y a una emergencia climática a la cual nos tendremos que adaptar.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible estipulados por las Naciones Unidas parten del mismo precepto, que la equidad social y la transición hacia economías no fósiles están interrelacionadas. Este vínculo ya había sido identificado por el filósofo Ivan Illich en su libro Energía y Equidad (1973), enfocando su crítica en la industria del transporte. Ya desde entonces, Illich observaba que la dependencia en vehículos automotores no sólo constituía un gasto excesivo de energía y de emisión de contaminantes, sino que configuraba nuestro espacio social; afirmaba:
“No sólo el funcionamiento [del automóvil] mismo consume energía: mientras mayor la velocidad, más energía se invierte en la construcción del vehículo mismo, en el mantenimiento de su pista y en los servicios adicionales sin los cuales no puede funcionar
.”

De aquí que un entendimiento más amplio de “movilidad” nos abre las puertas al poder lograr ciudades más justas, inclusivas y sostenibles. Si nos limitamos a concebir a la movilidad como la libertad de desplazarse a altas velocidades (en automóvil), entonces estamos suponiendo que tenemos recursos suficientes para garantizarla en esas condiciones a toda la población. Pero si comprendemos que la movilidad es un derecho que depende de recursos limitados de energía, espacio y economía, entonces lo podemos interpretar como accesibilidad urbana. En otras palabras, no es tan importante el cómo nos movemos sino qué oportunidades tenemos disponibles para realizar nuestras actividades cotidianas en condiciones de seguridad, igualdad y sostenibilidad.

La movilidad es un derecho reconocido por la Constitución de México y plasmado en la recién publicada Ley de Movilidad y Seguridad Vial a nivel nacional. Actualmente, varias ciudades del país se encuentran el proceso de reglamentación local de este importante referente normativo, por lo cual resulta clave que la movilidad no se entienda como una responsabilidad del Estado por proveer la infraestructura adecuada, sino como un servicio público compartido que integra políticas públicas, estrategias urbanas, opciones multimodales, información abierta, plataformas digitales y análogas, y participación ciudadana. Visto desde otra manera, la movilidad se deja de entender como un problema técnico y se empieza a entender como un fenómeno social.

La idea de la movilidad como un derecho humano y social está reforzada cuando consideramos que la movilidad física – entendida como los desplazamientos que realizamos para llegar a nuestros destinos – y la movilidad social, que describe cómo un individuo o familia cambio de nivel socioeconómico. En la medida que una persona o grupo social tiene la posibilidad de llegar a un trabajo, escuela, parque, hospital, de manera cómoda, asequible y sin discriminación, éste obtiene acceso a una mejor calidad de vida y, muy posiblemente, a mejores prospectos económicos, sociales e incluso ecológicos. Por esto mismo, es indispensable que la movilidad también se atienda de manera interseccional: no es suficiente solo considerar los viajes productivos de la jefatura del hogar, sino aquéllos realizados por mujeres, ancianos, niños, personas con discapacidad y otros grupos subrepresentados.

¿Cómo se traduce entonces este cambio de paradigma de la movilidad, en acciones concretas de planificación urbana? La respuesta está en ir más allá de darle los espacios urbanos mínimos a los medios de movilidad sostenible – al peatón, al usuario de bici y al usuario del transporte público. Como he esbozado en este texto, la dotación de infraestructura no es suficiente para realizar una transición hacia un sistema de movilidad que sea equitativo y que garantice una calidad de vida mínima para usuarios presentes y futuros. Los expertos en sistemas socio-técnicos aseguran que se requiere un enfoque multinivel para poder transicionar a un nuevo modelo que todos aceptemos con normalidad.

Afortunadamente, esto no se queda en teoría pues tenemos varios ejemplos de ciudades que han adoptado movilidades más sostenibles, tanto de manera intencional como imprevista. Como primer ejemplo, está el casco antiguo de Pontevedra que, desde 1999 dejó de depender del automóvil, eliminando estacionamientos y limitando el acceso del tráfico vehicular. El resultado ha sido más espacio público, mejor calidad del aire y crecimiento económico por turismo y desarrollo infantil. Por otro lado, está el caso del puente de Hammersmith en el oeste de Londres, el cual tuvo que cerrar el paso al tráfico automotriz por fallas estructurales en 2019. Sin embargo, el puente permaneció abierto para peatones e usuarios de bicicletas, aún durante la pandemia de COVID-19. A pesar de quejas de algunos citadinos y de múltiples proyectos para restituir la conexión automotriz, el éxito del puente ciclista-peatonal ha motivado a varios grupos sociales por exigir que el puente no rehabilite el paso de los automóviles, presentando evidencias de cómo el tráfico simplemente se ha “evaporado” de la zona.

El repensar la movilidad como un vehículo para la equidad de las ciudades nos debe animar a perseguir transiciones sociales, culturales y tecnológicas más radicales. Finalmente, el urbanismo no es meramente la planeación de obras públicas tal y como la arquitectura no es solamente la construcción de edificios.

Claudio Sarmiento Casas, profesor de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño del Tec de Monterrey Campus Querétaro.
claudio.sarmiento@tec.mx
Twitter: @sarmiento_casas

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