Llegó la inflación. Se acabaron las vacas gordas
En días pasados Alfonso García Alcocer, presidente del Club de Industriales en la entidad, deslizó una propuesta que es sensata: que haya un incremento salarial generalizado por encima del 6%…
La inflación en México terminó el 2017 con un crecimiento del 6.77% anual, el nivel más alto en los últimos 17 años; los números son, sin duda, preocupantes, pues ese porcentaje esconde más cuestiones que un simple aumento de precios, ya que presupone un riesgo para el poder adquisitivo de la población y para el crecimiento económico de una entidad o nación.
El comportamiento de la inflación en el último año tiene dos aspectos clave, el aumento en el precio de la gasolina, y en la depreciación que ha mantenido la moneda mexicana frente al dólar. Estos dos elementos han provocado el aumento generalizado de los demás productos, pues, por un lado, el combustible permite el traslado de todos los productos que consumimos, y por el otro, la paridad cambiaria determina el precio de los productos que son importados.
El aumento sostenido del precio de los productos y servicios afecta, en primera instancia, la capacidad de los ciudadanos para poder adquirirlos, pues los salarios no aumentan con la misma dinámica.
Cuando se presenta un aumento de estas características, el poder adquisitivo de la población se ve disminuido, reduciendo así la posibilidad de adquirir productos que no son de primera necesidad; es decir, si una persona no percibe un aumento a su salario proporcional a la inflación deberá de comprar una cantidad menor de carne, leche o gasolina; o dejar de consumir productos o servicios que no son de primera necesidad. Lo más factible es que se decanten por la segunda opción.
Este comportamiento afecta directamente el crecimiento económico, pues si la ciudadanía percibe que su dinero no alcanza para adquirir las mismas cosas que antaño, gastará con más cautela, lo que puede derivar en un estancamiento de la economía.
Con este escenario, el sector de servicios puede ser el primero en ver los efectos negativos del detrimento en el poder adquisitivo de la población: con menos dinero, los ciudadanos tenderán a viajar menos, a comer en menor medida en restaurantes o a visitar con menos frecuencia el cine, por nombrar solo algunas actividades.
Hay zonas del país en las que su fuente primaria de ingresos es este sector, por lo que no hace falta explicar las implicaciones de este comportamiento tendría en su economía.
Aunque este escenario que se plantea sería el más adverso, de continuar la misma dinámica inflacionaria, se tendrían que prender las alarmas en todos los sectores de la economía y del mismo gobierno.
Un escenario de estas características demanda que haya previsión y planeación para enfrentar una situación potencialmente adversa, tanto de las cámaras empresariales como de las autoridades; en Querétaro ya han existido pronunciamientos al respecto: en días pasados Alfonso García Alcocer, presidente del Club de Industriales en la entidad, deslizó una propuesta que es sensata: que haya un incremento salarial generalizado por encima del 6%.
La idea, por sí misma, no es innovadora, pero sí es trascendental, pues implica que el sector patronal tome conciencia de las implicaciones que podría tener para la economía una inflación alta y constante por un periodo prolongado de tiempo.