Del TLCAN al TMEC, una era a punto de extinguirse
Icónicas márcas y empresas mexicanas desaparecieron a lo largo de la década de los noventas: Burger Boy sucumbió ante Mc Donalds y Burger King, Videocentro ante Blockbuster, y ¿se acuerdan de los míticos zapatos Canadá?; por otro lado, empresas como Bimbo, Gruma o Cemex vieron crecer sus operaciones con la llegada del tratado

Foto: Sora Chat GPT
Cuando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entró en vigor, los vaticinios de una era zozobra económica inundaron a más de un periódico y noticiero. El argumento se centraba en que, sin la protección arancelaria, la incipiente industria mexicana no podría competir con la grandes empresas estadouinidenses.
Un ejemplo de ello fue la industria del calzado. Sin las barreras arancelarias, marcas como Nike, Reebok y otros grandes exponentes, pronto comenzaron a ganar terreno dentro del mercado nacional. Qué decir de la industria dulcera, que también vio cómo las golosinas estadounidenses, esas que solo algunos conocían cuando viajaban al país del norte, pronto comenzaron a llenar los anaqueles de las tiendas y los supermercados.
Y, en cierta media, el augurio fue cierto. Icónicas márcas y empresas mexicanas desaparecieron a lo largo de la década de los noventas. Burger Boy sucumbió ante Mc Donalds y Burger King, Videocentro ante Blockbuster, y ¿se acuerdan de los míticos zapatos Canadá?, pues aunque no desapareció por completo, terminó siendo absorbida por Coppel, después de ser uno de los principales fabricantes de calzado del país.
Sin embargo, los tiempos de crisis también son tiempos de oportunidad, y la industria mexicana pronto encontró una forma de adaptarse a las nuevas exigencias del mercado: Bimbo, Grupo Alfa, Gruma, Cemex, Bachoco, entre otras, vieron un crecimiento exponencial en sus operaciones con la llegada del acuerdo.
Otra parte de la industria se adaptó a las exigencias del mercado, enfocando su producción a la manufactura de piezas y partes de productos más complejos, como el caso de la industria automotriz. Las empresas dejaron de fabricar el producto completo en un mismo lugar, para migrar a una producción multiempresarial y a un ensamble final de todos los elementos en una empresa distinta, muchas veces, incluso, en otros países distintos a donde se habían producido las partes.
Fue un proceso de resiliencia, en el que, como todo cambio, hubo ganadores y perdedores. Al final, las económias de Estados Unidos, Canadá y México se han entrelazado tanto que hoy en día es difícil visualizar el funcionamiento sin la interdependencia actual.
A pesar de ello, esta asociación comercial, parece, está a punto de terminar. Al menos así lo parece, luego de las más recientes declaraciones de Donald Trump, quien en una reunión con Mark Carney, primer ministro de Canadá, aseguró que el ahora llamdo TMEC o se renegocia o se termina.
El principal argumento de Trump es que México y Canadá se han beneficiado mucho más del acuerdo de lo que se ha beneficiado Estados Unidos. En sus discursos, el mandatario estadounidense ha señalado, por ejemplo, que la industria automotriz ha dejado sin empleos a los estadounidenses al trasladar su producción a otros países (como México, donde la mano de obra es más barata).
Sin importarle que todos los competidores juegan bajo la premisa de competitividad, esa que hizo que algunas empresas mexicanas murieran en la década de los noventas, y que ahora, como afecta a los estadounidenses, ya no está bien.
Lamentablemente, ni Trump, con sus desplantes, cambiará la dinámica de los mercados actuales. La alta integración de las industrias ha permitido abaratar los costos de miles de productos, beneficio al cual pocos norteamericanos estarán dispuestos a renunciar. Pronto veremos las primeras protestas cuando los vehículos comiencen a ser más caros… porque lo serán. Alguien tendrá que pagar los costos de los mejores sueldos de los trabajadores en Estados Unidos, y ese será el consumidor final. Los americanos están listos para aceptar pasivamente esto. Eso lo veremos…