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Problemas en el paraíso: Morena y el desgaste político

Por Paul Ospital - 20/12/2024

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

Las tensiones dentro del partido hegemónico no son nuevas, pero en esta ocasión han escalado a niveles que resultan imposibles de ignorar. Las fisuras que […]

 Problemas en el paraíso: Morena y el desgaste político

Las tensiones dentro del partido hegemónico no son nuevas, pero en esta ocasión han escalado a niveles que resultan imposibles de ignorar. Las fisuras que se han hecho evidentes entre los principales actores de MORENA tienen origen en aquel peculiar proceso interno para definir a la candidata presidencial. Desde entonces, la convivencia ha sido insoportable para muchos, y lo que pudo parecer una estrategia pragmática de reparto de posiciones, se ha convertido en una semilla de conflicto que hoy germina con fuerza.

Recordemos: las reglas internas estipularon que el segundo lugar en las encuestas iría al gabinete, en este caso Marcelo Ebrard; el tercer, cuarto y quinto puestos serían asignados a coordinar las bancadas en la Cámara de Diputados, el Senado, y a presidir la Mesa Directiva, posiciones que ocuparon Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña, respectivamente. Y desde aquí empezaron los choques.

Y la pregunta es ineludible: ¿Por qué suceden estos conflictos? La respuesta está en la falta de liderazgo moral. En el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, los conflictos internos eran inexistentes o, al menos, silenciados. Él era la autoridad indiscutible: fundador del movimiento, líder histórico y jefe de Estado. No había margen para las disputas porque los actores políticos le debían todo. No era un jefe político más: era su movimiento.

En cambio, hoy los personajes que ocupan estos espacios no llegaron con la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. No son “gente de Claudia”, no crecieron políticamente a su lado ni le deben ese respeto añejo que Andrés Manuel imponía sin esfuerzo. Son, en cambio, los resultados de un peculiar proceso de competencia interna que premió a los perdedores.

El caso de Ricardo Monreal es sintomático. Desde las elecciones de 2021, cuando Morena sufrió una estrepitosa derrota en la Ciudad de México, Monreal insinuó que la responsable era Claudia Sheinbaum. Esto, sumado a sus “coqueteos” con la oposición, le costó la ley del hielo en Palacio Nacional. No lo volvieron a invitar, lo que evidenció las fracturas. Pero el antecedente es aún más profundo: Monreal y Sheinbaum ya se habían enfrentado en 2018, cuando Andrés Manuel decidió que Claudia sería la candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Aquella herida no ha sanado y hoy resurge con mayor virulencia.

Las acusaciones de corrupción que han surgido recientemente entre Monreal y Adán Augusto no son más que el reflejo de estas pugnas. No estamos ante un escándalo más, sino ante una guerra de posiciones en la que el liderazgo de Claudia Sheinbaum aún está por consolidarse. Las lealtades son frágiles, los intereses son fuertes, y las tensiones se filtran cada día con más intensidad.

Lo más grave es que estas disputas internas han desplazado a la oposición formal del debate público. Mientras los partidos tradicionales se tambalean y pierden relevancia, las verdaderas discusiones ocurren dentro de Morena. Es en el Senado y en la Cámara de Diputados donde los dimes y diretes entre los grupos internos acaparan reflectores. Así sucede en los regímenes de partido hegemónico: cuando una sola fuerza controla todo, las diferencias internas se convierten en el único espacio real de oposición.

Esto no significa, sin embargo, que Morena haya abandonado la agenda heredada por Andrés Manuel López Obrador. Al contrario: las reformas más controversiales han salido adelante con disciplina: la militarización de la seguridad pública, la desaparición del INAI y el debilitamiento de los órganos autónomos son prueba de ello. A pesar de sus diferencias, Morena sigue jalando parejo en los temas que realmente importan.

Pero el verdadero problema no está en Morena. Está en la sociedad. Lo preocupante es la indiferencia con la que los mexicanos estamos viendo el desgaste de nuestra democracia. No nos indignamos cuando debimos hacerlo. Nadie dijo nada cuando desapareció el INAI. Nadie se quejó cuando militarizaron la seguridad.

El poeta luterano Martin Niemöller lo describió mejor que nadie: “Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada porque no era socialista…”.

Las democracias no mueren de un golpe. Mueren lentamente, de manera paulatina, mientras la indiferencia social les abre paso. Si seguimos así, cuando finalmente vengan por nosotros, quizá ya sea demasiado tarde.

El reto de la oposición es monumental. Despertar a una sociedad apática y replegada es, hoy, la tarea más urgente. Pero ¿cómo hacerlo si quienes llevan el mensaje son los mismos de siempre? ¿Cómo conectar con una sociedad que ya no quiere escucharlos?

Es un problema grave. Y mientras tanto, en el paraíso de Morena, los problemas apenas comienzan.

Paul Ospital

Diputado local por la LX Legislatura del Estado de Querétaro. Maestro en Gobierno y Políticas Públicas y licenciado en Ciencia Política y Administración Pública. Se ha desempeñado en diversos cargos dentro del Partido Revolucionario Institucional a nivel local y nacional. Ha participado en paneles de análisis y discusión en distintos medios de comunicación y actualmente participa en una veintena de medios como columnista y colaborador.


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