AMLO refuerza su faceta autoritaria y hostil
¿Por qué tanta ira del presidente en contra de aquellos que no emulan su manera de pensar, ni aprueban sus arbitrariedades ni abusos? El presidente […]
¿Por qué tanta ira del presidente en contra de aquellos que no emulan su manera de pensar, ni aprueban sus arbitrariedades ni abusos?
El presidente López sería feliz si tuviese una corte de vasallos que agacharan la cabeza a su paso. Que el pueblo se arrodillara ante su presencia.
Vaya que le afectó vivir en el Palacio virreinal que mandó construir uno de sus acérrimos enemigos, conquistadores de entonces: Hernán Cortés. Los lujos del Palacio lo embriagaron de un poder irracional.
Se hubiera quedado a vivir en la “humilde” casa de Los Pinos, claro, comparada con el Palacio Nacional. Los lujos y el poder obnubilaron su capacidad de diferenciar la época en la que le tocó gobernar México; no sabe si se encuentra en la Edad Media, o en tiempos de la democracia.
Después del documento que se publicara en medios de comunicación, calzado con docenas de nombre de mexicanas y mexicanos -faltamos muchos- en apoyo de Xóchitl Gálvez Ruíz, el presidente volvió a montar en cólera enfermiza preñada de antidemocracia; sin respeto alguno a la investidura presidencial, más parecido a cualquier delincuente barbaján, lanzando toda clase de vituperios e improperios en contra de quienes apoyan a la candidata de la oposición. Es el mismo pensamiento presidencial en contra de millones de mexicanas y mexicanos, aborrece a todo aquel que respalda a Xóchitl. En el caso en comento, los vituperios fueron en agravio de aquellos cuyos nombres fueron publicados.
En una más de las mañaneras del desprestigio y la ofensa pública, dijo López Obrador: “Hay otro grupo, que son los seudointelectuales, que también actúan como alcahuetes de la oligarquía corrupta. Esos legitiman, con toda una retacería de seudoteorías, el por qué tiene que mantenerse el régimen. Se atreven a hablar de libertades, acuden a invocar la democracia, y todos ellos al servicio del régimen, vendidos o alquilados, vividores al servicio del régimen de opresión; aparentemente académicos, estudiosos, pero nunca defienden al pueblo, son vasallos, son empleados serviles de la oligarquía en los países. Nosotros estamos viviendo tiempos excepcionales, momentos estelares en nuestra historia, porque están cayendo máscaras y todos los que simulaban se están descubriendo tal cual. Qué cosa tan importante ha sido el inicio de esta transformación, porque es una revolución de las consciencias, pero al mismo tiempo ha sacado a flote el clasismo, el racismo”.
AMLO no respeta a nadie. A chaleco quiere imponer sus políticas de corrupción, sus trapacerías, sus abusos, sus mentiras, sus traiciones y fraudes a la nación. Todo aquel que se atreve a pensar diferente, es “balaceado” por una retahíla de epítetos. Solo él es dueño de la verdad. Destructor de la democracia, de las libertades. Dueño de una realidad paralela que no existe.
Logró dividir a las y los mexicanos como en tiempos añejos en los que perdimos guerras y territorio. En lugar de sumar, resta, divide y confronta a los connacionales.
AMLO, dada su perversa ignorancia -que no tonto-, se aferra al poder que está a punto de perder en las urnas el 2 de junio próximo.
Volvió a quedar aterrado por la inmensa “marea rosa” que se desplegó por toda la República y allende las fronteras.
Sabe que las marchas solo fueron una muestra representativa de la tormenta de votos que recibirá en contra como rechazo a sus destructivas políticas; polarizantes de la sociedad.
A lo anterior se suma la causa de denuncias e investigaciones iniciadas en contra de sus allegados por infinidad de actos de corrupción. El tsunami no lo ha podido detener. Las acusaciones y las pruebas que demuestran lo que él niega, han sido presentadas. AMLO exige esas pruebas, mismas que son presentadas en las puertas de Palacio Nacional por los denunciantes y no las recibe. El virrey no es capaz de sobajarse ante el pueblo que reclama justicia.
El tramposo presidente va perdiendo la batalla de la democracia que pretende destruir, mientras la sociedad se aferra con “uñas y dientes” para defenderla.
Por eso realiza campaña político-electoral de manera delincuencial, ofende a la sociedad y niega las raterías de su más allegados.
La desesperación le ganó. La rabia lo invadió, fácilmente pierde los “estribos” y estalla en contra de la sociedad, cuando que, su obligación, como representante de los mexicanos y mexicanas, en funciones de Presidente de la República, es la de defender a las instituciones y a la democracia, respaldar al pueblo, no agredirlo; no a su autócrata política desastrosa que viene aplicando como “transformación”. El tirano en todo su esplendor. Utiliza las instituciones en su defensa y abusa de ellas en perjuicio de las y los gobernados.
A punto de caer el dictadorzuelo de López Obrador por medio del arma más poderosa en las democracias: el voto popular.
A una semana de concluir las campañas, AMLO entra en crisis existencial. Sabe bien que corre peligro de ir a la cárcel en caso de perder las elecciones, por eso su desesperación y en la ruta del proceso electoral ha cometido toda clase de delitos para ganar su elección.
Violó toda clase de normas, la propia Constitución con tal de ganar a la mala. Nunca acepta las derrotas.
Solo le falta concretar el cantado fraude electoral que preparan él y su gavilla de delincuentes. Obviamente que la sociedad NO se lo permitirán.
Héctor Parra Rodríguez