El ego en marcha

Hace poco más de un año escribí sobre la instauración de un nuevo fundamentalismo a la mexicana. Advertía en esa ocasión sobre las conductas fanáticas que los legisladores oficialistas mostraban todos los días en el Congreso Mexicano entorno a la figura presidencial y al discurso oficial. Refería en aquel texto que para la Real Academia Española “el fanatismo es apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas. [Y que] Enrique Echeburúa, catedrático de psicología clínica de la Universidad del País Vasco afirma que “mientras las personas no fanáticas tienen ideas, los fanáticos tienen creencias” y que “es más fácil pasar de ser fanático de una cosa a fanático de otra que pasar de fanático a tolerante”. A cuatro años del gobierno de López Obrador, el fanatismo oficialista hacia el presidente pasó de la preocupación sincera a la alarma manifiesta.

Cualquier intento por animar la unidad nacional se sustituyó por la división provocada y alimentada por el fanatismo. Mientras desde la silla presidencial se desprecia la razón y se alienta el clasismo, el país se acostumbra a las mentiras y al gobierno de uno solo.

La “marcha del ego”, la contra marcha del presidente convocada desde su palacio, es la última prueba de ello. Las cifras más conservadoras dan cuenta de más de mil millones de pesos gastados en la manifestación del presidente; recursos públicos que desfilaron en camiones, dinero público que acentúa el enfrentamiento entre mexicanos. Una marcha cuya primaria justificación fue enaltecer el ego del presidente, cual deseo de rey o emperador, cual capricho de dictador.

Bien dijo José Martí que “Quien piensa en sí, no ama a la patria”. La “marcha del ego” es el infiel reflejo de López Obrador. Ensimismado, estancado, desgastado, frustrado, fallido.

El pecado capital de la política es el ego que deriva en soberbia incontrolada. El fanatismo alimenta al ego. El 27 de noviembre de 2022 marchó el resentimiento, caminó el obligado, gritó el fanático, habló el fracasado. El ego está en marcha y no encuentra freno.