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El peor enemigo de AMLO está en el Palacio Nacional

Por Staff Códice Informativo - 12/05/2020

Si el Gobierno Federal sigue perdiendo así a la clase media, puede olvidarse desde ya de la Cuarta Transformación y Obrador de pasar a la historia como el estadista que cambió radicalmente al país

 El peor enemigo de AMLO está en el Palacio Nacional

Foto: Archivo

Si algo ha caracterizado a la retórica del presidente Andrés Manuel López Obrador, es la constante alusión que hace a sus enemigos. Sean “neoliberales“, “conservadores” o simplemente “fifís“, los enemigos del mandatario, al más puro estilo de los cómics de superhéroes, parecen empeñados en sabotear a toda costa los intentos de la administración federal por transformar este país de un eterno pupilo en el camino del desarrollo a una democracia funcional con estado de derecho donde, si hacemos caso al discurso presidencial, la corrupción haya sido erradicada para siempre y el 60% o 70% de la población que históricamente ha vivido de migajas pueda acceder a una vida digna donde la prioridad no sea la mera supervivencia, sino el genuino “buen vivir“.

Estas ideas, que para muchos mexicanos y mexicanas suenan utópicas e irrealizables (¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?), engarzadas con el hartazgo ante lo que se percibía como una ola interminable de violencia, cleptocracia y corrupción, explican bien que la elección de 2018 haya sido una de las más avasalladoras en la historia reciente. No obstante, ya no estamos en 2018. De hecho, esas épocas electorales hoy se ven demasiado lejanas y lo que desde las urnas se percibía como esperanza y genuina posibilidad de cambio, hoy empieza a apestar a decepción.

Los incondicionales del presidente, por supuesto, insistirán en que para nada es así y que solo “los fifís”, los “conservadores” y otros lamentables espantajos de cuento infantil ven en el rumbo del Gobierno Federal un camino de derrota. Es cierto que un sector importante de la oposición, que por lo demás es tan infantil como los incondicionales de AMLO, esperaba desde el principio y articulándose solo en prejuicios, que la llamada “Cuarta Transformación” fuera un fracaso. El problema es que esto solo hace más graves los errores que está cometiendo la administración federal, pues legitima a sus adversarios reales, algunos de los cuales quizá sí correspondan un poco a las fantasías más escabrosas del presidente.

Incluso podríamos decir que ese círculo de incondicionales que reproducen al régimen y alaban todo lo que hace López Obrador se hace cada vez más pequeño, como un témpano de hielo que se derrite. De acuerdo con Consulta Mitofsky, al cierre de abril de 2020, la popularidad del mandatario estaba, por primera vez en todo su sexenio, por debajo del 50%, situándose en 48.4%. No solo eso; también hay ocho gobernadores que superan en popularidad al mandatario, la mayoría integrantes de partidos de oposición.

La situación provocada por la pandemia de COVID-19, ha contribuído a reforzar esta situación, en parte, debido a que, salvo Yucatán y el Estado de México, los estados con más casos activos están gobernados por Morena, pero también a las declaraciones polémicas que, en su afán por asegurar la tranquilidad, ha realizado sin demasiada reflexión el presidente de la República. En ese sentido tenemos, por ejemplo, su inicial escepticismo ante el virus, cuando señaló que era innecesario dejar de abrazarse y se negó a cancelar visitas a comunidades rurales, lo cual incluso a nivel internacional fue percibido como una señal de irresponsabilidad. También su reciente aseveración sobre un supuesto “aplanamiento de la curva“, sugiriendo incluso que ésta ya estaba “horizontal” y haciendo, con toda honestidad, un franco ridículo.

Su negativa a apoyar a pequeñas empresas y negocios de la inminente catástrofe económica con algo que no sean créditos de 25 mil pesos, así como a realizar condonaciones fiscales o autorizar que se difiera el pago de impuestos, lo han alienado de un sector que, para sopresa de muchos, contribuyó significativamente a llevarlo a la presidencia: La clase media urbana integrada por pequeños empresarios, empleados de medio nivel y profesionistas con ingresos moderados. Su insistencia en priorizar la entrega de apoyos para sectores más desfavorecidos, si bien lejos de ser una “manuntención de ninis” -como sugieren algunos de sus críticos menos honestos- es una respuesta a un fenómeno real, tiene, desgraciadamente, demasiada similitud con los programas clientelares que construyó el PRI en las últimas décadas del siglo XX.

A veces pareciera que el sueño de López Obrador es reconstruir el viejo aparato corporativo que hacía posible la aplicación de un estado de bienestar. Sus proyectos con el petróleo y sus sueños sobre soberanía energética van todos en este sentido. Obrador es parte de un nutrido porcentaje de nostálgicos keynesianos que ansían echar para atrás el mundo que se construyó en los ochenta, al que responsabilizan de que todo lo que ha salido mal desde ese momento, incluyendo la violencia generalizada del crimen organizado. El problema es que aunque aciertan en su diagnóstico, su remedio no es efectivo. El neoliberalismo falló, es cierto, y hace agua en todo el mundo y para prueba están las protestas que había en Chile antes de la pandemia y las manifestaciones de trabajadores de Amazon que sacuden Seattle desde hace tres años. Hay quien sugiere que el coronavirus vino incluso a pegarle el tiro de gracia luego de la “arrastrada” que se llevó ese modelo económico global como consecuencia de la crisis de 2008, pero eso no sigifica que el modelo keynesiano sea factible o que podamos volver a la economía mixta planificada como la conocíamos en los setenta.

Valdría la pena dejar claro que, ante todo esto, Obrador ni siquiera es un buen keynesiano. Su obsesión con recortar gasto y evitar a toda costa el endeudamiento pareciera, irónicamente, reflejar los postulados más ortodoxos del neoliberalismo que tanto dice combatir ¿Qué pretende entonces el presidente? ¿Reconstruir el corporativismo del PRI, pero sin el PRI? ¿Generar una red clientelar sin sindicatos, sin la CTM, sin la CNOP? Con un enfoque así, no solo no conseguirá reposicionar a Morena, sino que incluso estará entregando el país en bandeja de plata a los que hasta ahora ha señalado como sus peores enemigos.

La oposición partidista tiene por primera vez las cartas puestas para aprovechar la situación de cara a 2024. A diferencia de Estados Unidos y por las características de nuestro sistema electoral, en México las elecciones presidenciales no las deciden “estados palanca” sino un grupo poblacional bien concreto al que hay que mantener relativamente feliz para conseguir la victoria. Si el Gobierno Federal sigue perdiendo así a la clase media, puede olvidarse desde ya de la Cuarta Transformación y Obrador de pasar a la historia como el estadista que cambió radicalmente al país. A lo sumo, podría pasar como uno de los casos más tristes de dilapidación de capital político en la historia nacional. El peor enemigo de AMLO es él mismo.

 


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