País de miedo
‘Tempestad’ de la directora Tatiana Huezo se proyectó el viernes 8 de diciembre en la Plaza Fundadores como parte de la programación de la Muestra Querétaro 2017.
No caminar sola por la calle después de determinada hora de la noche. Poner los seguros en las puertas al momento de subir al coche. No hacer contacto visual con nadie en el transporte público. No publicar información personal sensible en redes sociales. Evitar asistir a eventos multitudinarios sin compañía. Desconfiar de cualquier desconocido. Desconfiar de un conocido.
Consciente o inconscientemente, hago todo lo anterior por miedo. Me debato entre la paranoia y la precaución. Pero se escuchan tantas historias de robos, asaltos, mujeres secuestradas, violadas y asesinadas, que la prudencia exagerada ha dejado de ser ridícula. Es un sentimiento que va más allá del miedo a que te ultrajen o te lastimen, es miedo a que ningún lugar sea seguro, miedo a no poder recurrir a ninguna autoridad en caso de necesitar ayuda. Así vivimos millones de mexicanos, y aunque el estado de alerta colectivo es una realidad, también lo es el hecho de que habemos algunos afortunados que podemos diluir el estrés permanente en las actividades de un día a día normal; trabajar, convivir con la familia, hacer deporte, divertirse. La vida transcurre y, de un día para otro, se pasa de la alegría a la tragedia, y viceversa. Todo parece indicar que los actos violentos, la violencia en sí, y sus consecuencias son inherentes a la vida mexicana, así ¿cómo no vivir en un estado de ‘bipolaridad’ emocional?
A consecuencia de su presencia creciente en la vida cotidiana de la gente, a lo largo de las últimas décadas la violencia se ha ubicado como una temática recurrente en las formas narrativas que se producen en México. Literatura, televisión, artes plásticas, música, cine: la problemática ha hecho de todos estos foros su foro. Aunque el catálogo es grande y va en aumento, pocos trabajos narrativos me han transmitido los efectos que la violencia ha tenido en las personas, de una forma tan íntima y con tanto poder, como lo hizo el largometraje documental Tempestad, dirigido por Tatiana Huezo, el cual se estrenó en 2016 y formó parte de la programación de la 61º Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. El documental presenta dos historias paralelas, dos vidas marcadas por hechos de violencia que marcaron un antes y un después en la línea del tiempo de sus protagonistas.
La película empieza con Miriam, cuya voz en off cuenta, en primera persona, cómo fue reintegrarse a la realidad luego de permanecer encarcelada durante años por un crimen que no cometió. Esta joven mujer era empleada formal en el Aeropuerto Internacional de Cancún cuando un día, que parecía como cualquier otro, fue llevada junto con un grupo de colegas a la Ciudad de México bajo el engaño de una supuesta situación de rutina que había que resolver en el aeropuerto de la capital. Esa mañana, antes de dirigirse a sus labores, Miriam había dejado a su hijo pequeño en la guardería sin saber que no pasaría a buscarlo más tarde, que de hecho transcurrirían varios años antes de que pudiera volver a verlo. Los trabajadores no tenían ni idea de que el avión que los trasladaba aterrizaría directamente en un hangar del gobierno atestado de policías y prensa listos para señalarlos como un grupo delictivo dedicado a la trata de personas.
El rostro de Miriam nunca aparece en la pantalla. Su voz testimonial está complementada por la documentación visual de un largo viaje en autobús que sale de San Fernando, Tamaulipas, con destino a Cancún, Quintana Roo. El mismo viaje de regreso a casa que tuvo que hacer cuando, en 2010, con la misma sencillez con la que la arrestaron, le dijeron que quedaba libre por falta de pruebas en su contra.
La otra protagonista del documental es Adela. Su singular vida nómada transcurre entre los bastiones de una carpa gigante porque, junto con su familia, regenta un circo itinerante que presenta un espectáculo cómico-acrobático en las ciudades que visita. Adela es una mujer madura, es madre de tres hijas ya adultas. Cada noche de show circense cubre su rostro con una gruesa capa de maquillaje y, una vez en su papel de payasita, evoca la ausencia de una de sus hijas en agridulces puestas en escena. Hace más de una década que su hija la de en medio desapareció sin dejar rastro. No sabe si sigue viva o si la mataron, y las labores de búsqueda han traído consigo amenazas de muerte para ella y los demás integrantes de su familia. Adela sabe, gracias a sus investigaciones y a las pruebas que ha obtenido, que a su hija la secuestraron los hijos de uno o varios policías federales, sin embargo todo parece indicar que el caso de la joven está destinado a quedarse sin resolver.
A diferencia de Miriam, la cara de Adela sí aparece en pantalla: habla sobre sus tres hijas, se maquilla para el espectáculo de la noche, charla con sus amigas sobre lo que pasó y ha pasado. Llora, todas (la mayoría de la gente del circo son mujeres) lloran con ella. La desaparición de su hija la devastó, pero asegura no tener miedo, porque la carpa es su refugio, y su miedo más grande ya se hizo realidad.
Tempestad es un documental que no deja indiferente a nadie que lo vea. En solo dos casos, de los innumerables similares que hay en México, Huezo retrata una realidad nacional brutal impregnada, sí de miedo e inseguridad, pero también de otro mal aún más nocivo que se ha colado hasta lo más profundo del Estado mexicano, que condiciona el devenir de todos los connacionales y que no está ni cerca de erradicarse: la impunidad.