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El Culto a la Personalidad

Por - 07/03/2016

“Nunca en la historia se mintió tanto sobre un hombre, ni aquí ni en el mundo, pero no pudieron porque Chávez tenía el escudo de […]

 El Culto a la Personalidad

Nunca en la historia se mintió tanto sobre un hombre, ni aquí ni en el mundo, pero no pudieron porque Chávez tenía el escudo de pureza, de amor, por eso salió invicto y transparente. En su nombre, Comandante, con el amor de Cristo, perdonamos a los que lo injuriaron; esté libre usted de toda culpa que trataron de echarle”. Nicolás Maduro. Presidente de Venezuela.

El fallecimiento hace tres años del presidente en funciones de Venezuela, Hugo Chávez, provocó una serie de loas, homenajes, honores, dramas e incluso intenciones “momificatorias”, que fortalecieron el “Culto a la Personalidad” de quien guió por 14 años los destinos de ese país sudamericano.

¿Qué liderazgo ejercía Chávez, que le permitió gobernar autocráticamente su país por tanto tiempo?

El filósofo alemán Max Weber, distingue tres tipos de liderazgo político: el tradicional, característico de las tribus y monarquías; el legal que tiene como fuente de poder a la ley; y el carismático que se basa en las cualidades personales del líder que lo distinguen de manera excepcional del resto de los ciudadanos.

Ejemplo de liderazgos carismáticos, se encuentran presentes a lo largo de la historia y en todas las latitudes, desde Julio César hasta Francisco Franco y en todos ellos encontramos el “Culto a la Personalidad”, que no es sino la adulación unipersonal al “caudillo”.

El concepto “Culto a la Personalidad” fue acuñado por el presidente Nikita Kruschev en su discurso pronunciado en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética celebrado en Moscú en 1956, para referirse al trato de súper hombre, con cualidades cuasi divinas que se dispensaba para Stalin.

El “caudillo” esta convencido de que su mandato deriva de Dios o del destino inescrutable del pueblo y esta creencia la transmite a sus seguidores. Es así que en las sociedades dirigidas por ellos, se sustituye la religión por una nueva creada por el Estado, en la cual los santos son los héroes nacionales, las fiestas patronales y de guardar están relacionadas con las particulares del líder y el culto a Dios es trasladado a la persona del dirigente.

En el ejercicio del poder, el líder es infalible y no rinde cuentas a nadie. Sus opositores son enemigos del pueblo y consecuentemente, deben ser perseguidos e incluso desaparecidos. Su imagen debe ser reproducida hasta la saciedad en los medios de comunicación, colocada y reverenciada en cualquier escuela o espacio público.

Sin embargo, y muy a su pesar, el “caudillo” no deja de ser humano y esta a merced de la muerte, y al hacerse presente ésta, sus colaboradores se ven impelidos en buscar la trascendencia de la fuente del poder que es el líder mismo, de modo que edifican mausoleos, monumentos, compendian su pensamiento como verdad última e incluso momifican su cuerpo.

No obstante, con la desaparición física del líder, el régimen que en torno a él se construyó, se desmorona poco a poco, dejando a su pueblo en la peor de las condiciones.

El siglo pasado estuvo plagado de “caudillos” que guiaron a la humanidad a crímenes inimaginables, guerras civiles y odios raciales. Fue patente el fracaso de los regímenes socialistas y fascistas, cuyos líderes hundieron a sus pueblos en crisis económicas, sociales y políticas.

El carisma es sólo una de las características deseables en un líder, pero ésta sólo debe ser un medio que facilite el ejercicio del poder racional, aquel que se somete al imperio de la Ley.

Hoy en día, en pleno siglo XXI, la experiencia le da la razón a Winston Churchill, cuando afirmaba que “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”.

En la democracia, el líder político ejerce el poder que deriva del pueblo y tiene como mandato el fortalecimiento de las instituciones y el pleno ejercicio de los derechos de los ciudadanos.

Como ciudadanos estamos obligados a proteger nuestro régimen democrático, debemos exigir el respeto a nuestros derechos, pero también ser celosos en el cumplimiento de las obligaciones cívicas.

Estimado lector, el establecimiento de una nueva y mejor sociedad no se dará como consecuencia del surgimiento de un prohombre, sino del ejercicio responsable de cada uno de sus integrantes.

Mail:                        miguelparrodi@hotmail.com

Twitter:               @MiguelParrodi

 


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