Plaza de almas. DE POLíTICA Y COSAS PEORES / Catón
Jamás he conocido a alguien como él. Y a estas alturas -o bajuras- de la vida creo que nunca lo conoceré. Se llamaba Pedro. Pedro […]
Jamás he conocido a alguien como él. Y a estas alturas -o bajuras- de la vida creo que nunca lo conoceré. Se llamaba Pedro. Pedro Rodríguez Valderrama. Nadie, sin embargo, lo conocía por su nombre. Todos le decían el Ofrecido. Se ganó ese mote porque era, como dice la gente, muy acomedido. Eso quiere decir que era muy servicial, con la añadidura de que hacía servicios aunque no se los pidieran. Cuando en la calle se topaba con algún amigo su pregunta no era: “¿Cómo estás?”, sino: “¿Se te ofrece algo?” Que éste debía llevar una carta al correo, él se la llevaba.