Crónica | ¡Nos hace falta justicia!… Las mujeres tomaron las calles y el país ardió
Miles de feministas marcharon este 8 de marzo en la Ciudad de México como protesta por las violencias machistas que no se detienen en México. Ni la pandemia, ni los muros evitaron que salieran a exigir justicia por las compañeras que ya no están.
A cada minuto, de cada semana
Nos roban amigas, nos matan hermanas
Destrozan sus cuerpos, los desaparecen
No olvide sus nombres, por favor, señor presidente
Canción sin miedo, Vivir Quintana
Las mujeres tomaron las calles y el país ardió. Hace un año, el Centro Histórico de la Ciudad de México se pintó de morado. Era la marcha más grande que se haya visto en la capital; tres días después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a COVID-19 como una pandemia. Este 2021, unas 20 mil mujeres desafiaron al virus para exigir justicia: por su hija desaparecida, asesinada, por las víctimas de violación y violencia doméstica. Este 2021, los cubrebocas morados o verdes y el gel antibacterial fueron su protección.
Las protestas comenzaron desde temprano. Primero, las calles cambiaron de nombre, los de cientos de mujeres y niñas víctimas de violencia sustituyeron a los de expresidentes o personajes históricos como una forma simbólica de visibilizar la agresión.
Las mujeres ciclistas tomaron las calles para rodar por las compañeras que ya no están. Pero hubo quienes también se manifestaron desde lo virtual mediante hashtags y comentarios en sus redes sociales y en la transmisión en vivo de la “mañanera” del presidente Andrés Manuel López Obrador, con quien ha habido un claro quiebre entre los grupos feministas, pues ha respaldado la candidatura de Félix Salgado Macedonio para la gubernatura de Guerrero, pese a que existen varias denuncias en su contra por violación. López Obrador también ha minimizado las exigencias de las mujeres con el argumento de que está orquestado por la oposición para criticar a su gobierno.
Más tarde, los contingentes comenzaron a salir desde el Monumento a la Revolución. Para entonces, la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la capital ya había desplegado cientos de policías y había colocado vallas metálicas para proteger los monumentos y edificios históricos. Esas mismas vallas habían sido ya tomadas por las mujeres y convertidas en memoriales por las víctimas; ahí escribieron los nombres de cada una de ellas: nos faltaron vallas para escribir todos los nombres, dijeron algunas.
El recorrido fue el mismo de cada marcha feminista: avenida de la República, cruzar Paseo de la Reforma para incorporarse a avenida Juárez, de ahí a calle Francisco I. Madero, para llegar al Zócalo. En el trayecto hubo varios encapsulamientos por parte de la policía de la Ciudad de México. El gas lacrimógeno estuvo presente desde el inicio hasta el término de la manifestación.
Ni eso, ni el miedo al contagio de COVID-19 detuvo a las mujeres. El dolor y la furia fueron más fuertes. Los pañuelos morados, verdes y rosas en apoyo a las compañeras trans colorearon las calles del Centro. ¡Vivas nos queremos! ¡Ni una más! ¡Fuimos todas! fueron las consignas que se repitieron, pero esta vez se sumó también el grito de, ¡un violador no será gobernador!
De fondo sonó Una canción sin miedo, de Vivir Quintana, que se ha convertido en un himno de la lucha feminista en México. Que tiemble el Estado, los cielos, las calles / Que tiemblen los jueces y los judiciales / Hoy a las mujeres nos quitan la calma / Nos sembraron miedo, nos crecieron alas; se escuchó al unísono.
Mientras, mujeres que pertenecen al bloque negro, con capuchas que cubrían sus rostros rompían vidrios, rayaban paredes e intentaban derrumbar las vallas colocadas en los edificios sacando todo el coraje por las violencias que han sufrido. Otras mujeres protestaban con performances, bailes y danzas.
En Palacio Nacional, algunas intentaban derribar las vallas que rodeaban el edificio y la Catedral Metropolitana. Empujaban sus cuerpos delgados contra el metal del que detrás había cientos de policías que respondían con gas lacrimógeno, con el que replegaban a las manifestantes durante unos minutos porque la picazon en la garganta y en los ojos impedía que las manifestantes siguieran golpeando o prendiendo fuego con encendedores cuya flama hacían más grande con aerosoles. En una ocasión, una de las chavas regresó a los policías la vara de gas lacrimógeno que habían lanzado; la acción fue aplaudida por todas las demás y de pronto se escuchó el Zaghareet, esa ululación aguda que se asemeja a un aullido y que se ha convertido en el sonido de la sororidad.
Estos enfrentamientos generaron varias lesionadas. Según las autoridades de la Ciudad de México, hubo 81 personas lesionadas en la capital, 62 de ellas policías y 19 manifestantes.
Alrededor de las seis de la tarde, el aquelarre comenzó cuando encendieron una fogata con lo que encontraban a su paso. Nuevamente sonó Vivir sin miedo. Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo / Si un día algún fulano te apaga los ojos / Ya nada me calla, ya todo me sobra / Si tocan a una, respondemos todas, se escuchaba mientras alzaban los puños o se tomaban de las manos. Gritaron consignas de protestas mientras dos maniquíes de plástico se consumían con el fuego.
El “muro de la paz” de miembros de Marabunta o de Derechos Humanos de la Ciudad de México anunciaba el final de la manifestación feminista.