“El miedo siempre lo sentimos”, anécdotas de un bombero queretano
A los 15 años vio a su primer ahogado y a los 20 estuvo a punto de morir en un incendio. Hoy, con 63, Sergio Baeza recibió un reconocimiento del gobierno estatal

Foto: R. Romero
La primera vez que Sergio Baeza Aguillón sintió de cerca la muerte fue a los 20 años, cuando tuvo que entrar a una bodega para apagar un incendio que tardó en consumirse toda una noche. La única protección para los bomberos en 1976 era un pañuelo húmedo con el que cubrían boca y nariz, unas botas de jardinero y un impermeable de hule. Aun con eso, nunca pensó retirarse y se ha mantenido activo cada día. Hoy cumplió 46 años de servicio y recibió un reconocimiento por parte del Gobierno del Estado.
Durante la ceremonia realizada en el Centro de Congresos, el hombre de 63 años, y de bigote pronunciado esperaba sentado con sus manos ocultas en los guantes blancos que son parte de su uniforme azul de gala. Era el primero en la fila, pero fue el último en pasar: es el bombero con más antigüedad en Querétaro. Cuando escuchó su nombre se levantó de su asiento y con paso firme como el de un militar se acercó para recibir su premio y tomarse la foto oficial.
Después del protocolo cuenta su historia.
Esa noche de 1976, el Cuerpo de Bomberos de Querétaro recibió una llamada de alerta. Una bodega con pacas en su interior se incendiaba. Al llegar, él y su compañero Ignacio Ugalde iniciaron el procedimiento: abrir las puertas del lugar, tomar la manguera de dos y media pulgadas y comenzar a esparcir el agua en los sitios estratégicos para apagar el fuego.
“El miedo siempre lo sentimos, siempre pensamos que algo nos puede pasar”, reconoce mientras con su mano detiene su mejilla izquierda para mejorar su dicción, hace unos años sufrió una parálisis facial de la que no se ha podido recuperar del todo.
Entrar a la bodega era casi obligación si lo que se quería lograr era extinguir las llamas. El miedo lo acompañaba mientras caminaba por las orillas del espacio y él sentíase sofocado; en ese tiempo los recursos no alcanzaban para el tanque de aire que utilizan ahora, su compañero era su refuerzo para evitar que cayera por la presión del agua.
“En ese momento abrimos las puertas y nos acomodamos. Una manguera de dos y media (pulgadas) te baila, hasta que el compañero me agarraba. Sí se siente miedo porque de repente nos perdimos, nos metimos por la orilla, no se veía nada, y luego con puro paliacate; ahorita traes tu tanque de aire, si ya se te acabó te sales y lo recargas”, contó.
Sergio siempre quiso ser bombero. Su primer acercamiento fue a los 13 años, después de la escuela, pasaba todos los días por la estación de Zaragoza y aprovechaba para saludar a los voluntarios que ya tenían experiencia en apagar el fuego o auxiliar en caso de accidentes viales.
“Como todo niño, yo siempre admiraba mucho a los bomberos, yo pasaba a diario, la escuela estaba allí en Zaragoza y Allende, la escuela Venustiano Carranza. Yo en ese tiempo saludaba a los bomberos, yo era visitante. Poco a poquito me fui haciendo amigo de ellos. Con el pretexto de ir a saludarlos, me quedaba con ellos a platicar hasta que entré como voluntario”, recordó.
Aunque fue en el incendio del 76 cuando tuvo miedo de morir por primera vez, lo más impactante para él fueron sus primeros servicios, cuando tenía unos 15 años. Todavía tiene muy clara la imagen de aquella vez que tuvo que sacar a una persona que había muerto en un canal. Ver el cuerpo inflado y luego cómo se reventaba como un globo al primer contacto le marcó.
Como bombero le ha tocado de todo: atropellados, ahogados o electrocutados, y hasta sacar los instrumentos del músico, compositor y organista Juan Torres, luego de que su casa se inundara.
Aunque sus dos hijas y su esposa todavía se preocupan por el riesgo que Sergio corre en su trabajo, él busca seguir, pues servir a la sociedad sin recibir algo a cambio es una de las gratificaciones más grandes para él.
“Estoy en la estación de Jurica, ahí estoy manejando una pipa todavía, manejamos pipa y luego estamos en Zaragoza, pero sigo activo todavía. Son 46 años ininterrumpidos y nunca he faltado, aunque sea enfermo, pero ahí estábamos y sigo estando todavía”, dijo.