Pago por servicios ambientales, la conservación en la era del capital
La conservación ambiental ya no es materia de altruismo social; un bosque frondoso tiene un gran valor económico en un planeta moribundo
Manejar el automóvil. Viajar en avión. Comer carne. Abusar en el consumo de agua. Producir demasiada electricidad. El simple hecho de ser ya casi 7 mil 500 millones de seres humanos en el mundo está acabando poco a poco con el planeta. El cambio climático es real, y lo sentimos cuando sufrimos del cada vez más intenso calor, cuando vemos videos de deshielos en los polos, con las largas sequías y los monzones interminables.
Los gases de efecto invernadero están produciendo una descompensación climática que cada vez es más evidente. El dióxido de carbono es el más importante de ellos. Está prácticamente en todo, lo vivo y lo inerte. La gran mayoría de procesos químicos se realizan a partir del dióxido de carbono, o terminan produciendo este gas. En exceso, como existe hoy en día en la atmósfera, es potencialmente peligroso.
Pero el dióxido de carbono no es precisamente malo. Es el alimento de las plantas. Desde pequeños estamos familiarizados con el proceso de la fotosíntesis, que es la transformación de dióxido de carbono para crear oxígeno. El problema es cuando se talan bosques enteros, se queman hectáreas de terreno fértil o se abusa de la ganadería, entonces tenemos menos plantas para que hagan ese proceso en un momento en el que el CO2 sobra.
Ante este escenario, ¿cuál es la solución?
Pago por Servicios Ambientales
Los bosques y selvas otorgan al mundo una serie de servicios ambientales de los que la humanidad ha dejado de ser consciente. Desde su aprovechamiento para la explotación de recursos, la regulación de la biodiversidad, el ciclo de nutrientes o la constitución de suelos, hasta los servicios culturales y de barrera natural que suponen.
Pero el más importante servicio ambiental que proveen los bosques y selvas del mundo es el de la captura de CO2. Este servicio, que en la mayor parte de la historia de la humanidad ha sido gratuito, hoy en día tiene un costo económico que vale la pena evaluar.
Marco Antonio Miguel Martínez es un ingeniero forestal que trabaja para la asociación civil Bosques Sustentables, la división forestal del Grupo Ecológico Sierra Gorda (GESG). Su trabajo es medir cuánto CO2 pueden capturar los árboles de la zona y traducir esta información en una oferta económica.
El Pago por Servicios Ambientales (PSA) es un instrumento cada vez más usado por conservadores del medio ambiente, que han pasado del discurso altruista del deber moral de cuidar la naturaleza, a un esquema económico que pretende cobrar a los contaminadores del mundo para, con ese recurso, pagar los gastos que implica mantener y desarrollar bosques.
Medir, calcular y vender
El GESG es pionero a nivel nacional en el esquema del PSA. En Querétaro, cada vez que se paga la tenencia, o en su defecto el refrendo vehicular, una parte del recurso erogado por el ciudadano va a parar a un fondo destinado a combatir la huella de carbono.
De acuerdo con Miguel Martínez, en Querétaro se trabaja con este esquema en 21 mil hectáreas de la Reserva de la Biósfera de la Sierra Gorda. Por cada tonelada de CO2 que un bosque es capaz de capturar, se remueven un total de 3.6 toneladas de CO2 de la atmósfera, el secreto está en medir cuánto carbono es capaz de capturar un bosque, para ponerle un precio a ese servicio.
Los PSA se hacen por adelantado, Marco Antonio Miguel Martínez explicó en entrevista con Codicegrafía que la idea es estudiar el bosque para predecir cuánto van a pesar los árboles en un periodo de siete años, conocer la cantidad de CO2 que serán capaces de capturar para así poder vender los servicios de captura que proveerán hasta el fin del ciclo.
«Vamos a decir que tengo mil arbolitos plantados y puedo predecir cuánto van a pesar esos arbolitos, puedo calcular cuánto van a pesar en un periodo de siete años y puedo tener esa seguridad, puedo vender esa proyección o esa captura antes de que suceda. En el año cero tenemos una plantación en la que el conjunto de todos sus arbolitos suman 30 toneladas de carbono y yo puedo saber que, para el año siete, esa misma plantación va a capturar 135 toneladas de carbono. Por lo tanto puede venderse esta diferencia», detalló.
Bosques Sustentables A.C. realiza procesos científicos de medición en los bosques regenerados que han logrado desarrollar en la Sierra Gorda de Querétaro mediante la determinación de espacios muestras distribuidos en miles de hectáreas. El trabajo es tedioso, complejo y de largo aliento, pero logra establecer un precio en dinero para uno de los servicios más necesarios para la humanidad contemporánea.
«A eso nos dedicamos nosotros. A entender cuántas toneladas pesa ese árbol y de esas toneladas cuántas pertenecen a CO2. No es un conocimiento nuevo, se tienen muchos años trabajando en esto, tal vez desde la década de 1960 en adelante, han habido muchos investigadores trabajando en todo esto. Podemos afirmar que si este árbol lo tumbamos, dejamos que se seque, se le salga toda el agua, la mitad de lo que quede de materia seca está compuesto de CO2. Si pesa 100 toneladas, lo dejamos secar y termina pesando 60 toneladas, 30 serían de carbono», agregó.
La cultura del capital dentro de la conservación ambiental
Las 21 mil hectáreas en las que trabaja Bosques Sustentables A.C pertenecen a distintos propietarios, en su mayoría personas de la zona con problemas económicos y educación básica. A diferencia de lo que sucede en otros países, en México una reserva natural no pasa a formar parte del Estado, sino que se mantiene como parte del patrimonio de las personas que poseen esos territorios.
Decretar una zona como reserva natural puede resultar muy caro para sus dueños, pues pierden la capacidad de explotar económicamente su patrimonio. El efecto que esto causa es que terminan confabulándose con explotadores de recursos para sacar provecho económico de sus tierras, aunque esto signifique la presencia de tala clandestina, explotación minera irresponsable o ganadería desordenada.
Al ponerle un precio al servicio que proveen estas zonas, se genera una ganancia económica para los dueños de las tierras sin la necesidad de que exploten sus recursos.
«Está visto desde un punto de vista capitalista, pero así lo estamos viviendo en nuestro tiempo. Si a mí me cuesta más dinero conservar un bosque que destruirlo para convertirlo en pastizal y criar ganado, lo voy a destruir, me voy a dedicar a criar ganado y a hacerme rico con las vacas de engorda, y la conservación se acabó», aseguró Marco Antonio Miguel Martínez.
En la Sierra Gorda de Querétaro existen entre 190 y 200 propietarios de las 21 mil hectáreas que se trabajan con el PSA, aunque muchos de ellos no reciben nada por falta de recursos. Actualmente, se pagan solo entre 5 mil 6 mil hectáreas gracias a recursos provenientes del gobierno federal y el gobierno estatal. La idea, de acuerdo con Miguel Martínez, es que este año se paguen 10 mil hectáreas en total.
«Tenemos que igualar los beneficios económicos, de esa forma el razonamiento será que el dueño del bosque lo va a pensar y va a decir yo puedo ganar los mismos 100 mil pesos que me van a dar por vender la madera de mis árboles o puedo ganar más dinero por no hacer nada, prefiero conservarlo», agregó.
El esquema del PSA determina que, por un ciclo de cinco años, deben pagarse 500 pesos anuales por cada hectárea de bosque, aunque, por falta de recursos, en Querétaro actualmente se están pagando solo 380 pesos. Terminado ese periodo, el dueño es libre de hacer lo que quiera con su bosque, aunque puede ser contratado para nuevos ciclos.
De acuerdo con el GESG, la Sierra Gorda de Querétaro captura anualmente alrededor de 144 mil toneladas de CO2 gracias al esquema del PSA, que comenzó a operar en 2006. Según el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, hasta el 2012 estos programas cubrían 2.8 millones de hectáreas, principalmente en zonas boscosas, lo que colocaba a México en uno de los primeros lugares mundiales en superficie apoyada por estos instrumentos. Entre el 2008 y 2012, el PSA apoyó a poco más de 5 mil 400 ejidos, comunidades y pequeños propietarios, con una inversión aproximada de 5 mil 396 millones de pesos.
Todos podemos pagar los servicios ambientales
Los PSA no solo están diseñados para que los gobiernos paguen a través del cobro de impuestos. Todos los habitantes del mundo, en menor o mayor proporción, producimos CO2 y, por tanto, en la misma proporción en la que se crea carbono, se debe de colaborar para crear bosques que los capturen.
Para los ciudadanos comunes, existen en internet herramientas que calculan la huella de carbono que se deja en la atmósfera según las actividades que se realizan, por lo que de manera voluntaria cualquiera podría pagar a proyectos como Bosque Sustentable que garanticen el mantenimiento y crecimiento de los bosques, para que estos a su vez combatan los excesos del CO2 que provocan el cambio climático.
No obstante, el verdadero objetivo son las grandes industrias que en todo el mundo crean enormes cantidades de CO2 y que contaminan el planeta. Los PSA significan las traducción del discurso romántico de la conservación al lenguaje del capital, que compra y vende por productos y servicios. Un bosque bien conservado tiene un valor económico para el mercado mundial, y esa es la gran concientización a la que se enfrenta la humanidad. La compra-venta de captura de carbono podría ser el negocio de nuestros tiempos.