Abuso sexual infantil en Querétaro: la inocencia arrebatada
Seis pequeños queretanos luchan contra la sombra de haber sido abusados por su propio padre
*Las historias relatadas en este reportaje son reales, pero para proteger las identidades de los menores de edad involucrados, sus nombres han sido sustituidos
“Paco nos agarró nuestras partes íntimas” dijo la pequeña Patricia, quien a sus 11 años, ya conoció el infierno. Aún más sofocante es la paila en la que las llamas de lo inhumano marcaron a sus cuatro hermanitas y su pequeño hermano, quienes a pesar de haber vivido en carne propia la inmundicia a la que pueden llegar los hombres, sostienen con su dulce inocencia una sonrisa de oreja a oreja.
Gerardo solo tiene cuatro años. Como es juguetón, la semana pasada quiso gastarles una broma a sus hermanas. El pequeño entró despavorido al cuarto en donde ellas se encontraban, con los pantalones abajo y el pene en la mano. “Así nos asustaba mi papá” balbucea, pues hace un año era imposible sacarle palabras. –¿Te daba mucho miedo?– “Mucho”, dice, siempre sonriendo, como si todo fuera un gran juego.
María ya recuperó el sentido del humor. De vez en cuando, se ríe. Es su abuela, pero hoy también cumple el papel de madre. En una charla con Códice Informativo, explica que su hija, la mamá de los seis pequeños, está desaparecida, no la ven desde hace un año. Aunque de vez en cuando hablan con ella por teléfono, ella asegura que no les puede decir dónde está. “Soy una pendeja”, le dice a María por el teléfono. Y María se limpia las lagrimas que brotan después de una risa mentirosa.
“¿Sabe cómo duermen?”, pregunta. “A veces, en las noches, ellos se tocan sus cuerpos. A veces, se chupan sus pechos”, se responde María. “Ellos están muy afectados”, lamenta, mientras cuenta que a veces, los niños le tocan sus pechos y tratan de seducirla con la mirada. Seducir, porque es lo que Paco les pedía que hicieran para agradarlo. Es así como los niños buscan demostrarle a su abuela que la aman.
Paco está libre. Estuvo en la cárcel por robo con violencia; ahí fue donde Fernanda, la hija de María, lo conoció, cuando ya tenía a Patricia. Salió libre el 15 de septiembre del 2007, beneficiado por los tradicionales indultos que hace el gobernador del estado a los convictos con buena conducta. Tiempo después, obtuvo un pie de casa en Las Margaritas, gracias al Programa Acción Comunitaria (PAC).
Hoy, es acusado de abuso sexual infantil. ¿Las víctimas? Sus propios hijos. Cuando Fernanda desapareció, Paco se quedó con los pequeños. Durante al menos un mes, los sometió a todo tipo de vejaciones. Entonces, Manuela tenía siete años, Andrea tenía cinco, Karmina tenía cuatro años, Gerardo tenía tres, y Fernandita apenas rozaba el año y medio. Todos ellos se convirtieron en sus juguetes sexuales.
De todo aquel horror, María se enteró el 1 de marzo del año pasado. Después de pelear con las autoridades queretanas su derecho a ver a sus nietos, tras la desaparición de Fernanda, se le concedió un fin de semana. Ella pasó por lo niños, quienes corrieron a su encuentro. El silencio se hizo del ambiente durante unos minutos. Manuela lo rompió para siempre. “Abuelita, ya no quiero que nos traigas con mi papá”, mientras se tocaba sus manos. “Es que le toca su colita a Andrea”.
“Abuelita, es que le hace también cosas a Fernanda”, agregó Manuela, mientras María, ya en los juzgados poniendo la denuncia, soltaba en llanto incontenible. A pesar de que en un principio le dijeron que tenía que regresarlos con su padre, finalmente obtuvo provisionalmente la custodia. Paco no los ha vuelto a ver desde entonces.
Todos los niños estaban enfermos. Paco los encerraba sin darles de comer, al tiempo que los golpeaba. Para someterlos, su padre los obligaba a consumir cocaína, que colocaba en la punta de un cuchillo. Gerardo y Fernanda, los más pequeños, lo consumían en su biberón. Y quedaban privados. Los médicos dicen que podrían tener secuelas mentales que se podrían manifestar en su adolescencia.
Con la misma perplejidad con la que se enteró de los hechos, María da cuenta de las atrocidades por las que Paco hizo pasar a sus hijos. A Gerardo, le chupaba el pene. Cuando no lo hacía él, obligaba a Karmina a que lo hiciera. Sino, obligaba a las dos menores a simular que tenían relaciones sexuales, mientras él veía. Otras veces, cuando decidía abusar de alguno de sus hijos, hacía que el resto los vieran mientras arrebataba su inocencia.
Cuando a él le placía, hacía que Andrea chupara su pene. La pequeña ha contado en sus declaraciones ministeriales que él lo introducía hasta el fondo de su garganta, hasta ahogarse. Paco llegó a penetrar vaginal y analmente a sus propios hijos.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) considera abuso sexual directo a la penetración oral, anal, vaginal, masturbación y sexo oral, tocamientos o manoseos en las partes íntimas, proposiciones sexuales y explotación sexual comercial. El abuso sexual indirecto es el exhibicionismo, voyerismo, mostrar material sexualmente explícito, exponer a presenciar actos sexuales, utilizar imágenes de niñas, niños o adolescentes en material sexualmente explícito por la vía del internet, videos o cualquier otro tipo de materiales; presenciar espectáculos.
En 2002, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años experimentaron relaciones sexuales forzadas u otras formas de violencia sexual con contacto físico.
De acuerdo con una investigación realizada por el periódico El Universal, publicada en su página web el 4 de agosto de 2014, Querétaro reportó que en todo el 2013 y el primer trimestre de 2014, se presentaron 141 denuncias por violación infantil. A nivel nacional en 2013 se presentaron 5 mil 736 denuncias, mientras que sólo en los primeros tres meses de 2014, las cifras se dispararon a 2 mil 216, casi la mitad, por lo que de haber seguido el mismo ritmo, las cifras se habrían casi cuadruplicado.
Estos datos son chocantes, toda vez que dicho delito es uno de los menos denunciados, por las condiciones que implica, afirmó María Fernanda Lazo Payró, vicepresidente del Patronato Vida Plena, que tiene a su cargo a Corazones Mágicos, el único centro especializado en atender el abuso sexual infantil en Querétaro.
“Más o menos en México se considera que por cada mujer que denuncia un hecho de violación, por ejemplo, hay 10 mujeres que no lo hacen. En el caso de los niños estas prevalencias aumentan muchísimo porque dependen completamente de sus papás. De hecho muchos niños cuando le dicen a sus papas, estos no les creen, porque implica personas cercanas. Las familias se resquebrajan a raíz del abuso sexual infantil”.
Corazones Mágicos, el refugio que María y sus nietos han encontrado para superar el horror sufrido, estima que solo el 10 por ciento de los casos de abuso sexual infantil tienen que ver con trata de personas. Esto deja al 90 por ciento restante en un dato escalofriante: la mayor parte de los abusadores de niños son familiares o personas cercanas que tienen un vínculo afectivo con el menor, quienes a raíz del chantaje y el secreto, logran dominar a los pequeños. Los abusadores son calculadores.
“Para que el abuso se dé, tiene que haber secreto. A diferencia de la violencia sexual, como una violación, que es repentina, sorpresiva, con un desconocido que te asalta, en el caso del abuso siempre hay un vínculo afectivo de por medio, y es prolongado en el tiempo, por lo que el daño psicológico es más profundo. El 90 por ciento de los casos son familiares y personas cercanas y se da en la casa. No solo es que te sientes víctima, tiene que haber toda una forma de secreto, lo logran confundiendo al niño, como tú tienes la culpa”, expresó Marisol Zabalegui, una de las psicólogas que trabaja con los niños abusados que llegan a Corazones Mágicos.
A la enorme existencia del abuso sexual infantil en la sociedad, hay que agregar el hecho de que las autoridades no están capacitadas para atender la problemática. Los DIF, tanto municipales como estatal, prefieren apoyarse de organismos como Corazones Mágicos para atender a menores abusados, y los Ministerios Públicos carecen de la sensibilidad necesaria para hacer justicia y proteger el interés superior de la niñez, esto sin contar que el abuso sexual infantil en Querétaro no es hoy en día, a pesar de que ya está presentada una iniciativa de ley para solucionarlo, un delito grave. Cualquier persona acusada de dicho delito puede salir con el pago de una fianza.
María lleva un año luchando para que Paco regrese a la cárcel. No solo porque se siente insegura de que le haga daño a ella a sus hijos nuevamente, sino porque actualmente tiene una pareja sentimental con cinco hijos de un matrimonio anterior. Los especialistas afirman que los abusadores infantiles pueden pasar años sometiendo a decenas de niños antes de ser descubiertos, precisamente por las relaciones que entablan con ellos, en donde el secreto y el chantaje son los ejes del vínculo.
“Ya no sé qué hacer. Si le dan las convivencias al señor, yo tendré que huir con los niños. En el Ministerio Público me dicen que porque los niños dicen una cosa, y luego dicen otra cosa, o sea, no lo dicen de corridito. Que porque son muchas declaraciones, hay que acomodar todas. Ya los lleve a todos sus citas con los psicólogos de la Agencia numero cuatro, y dicen que sí están afectados. Ya los lleve al DIF, y las psicólogas me dijeron que sí, están afectados. Los he llevado a todos lados, pero porque han hecho muchas declaraciones”.
En Corazones Mágicos, María volvió a ver la luz. El apoyo, más allá del psicológico y legal, llega hasta las despensas, el transporte, medicamentos, atenciones hospitalarias, entre otras. Ahí, ella y sus nietos encontraron el soporte que ni en el DIF han obtenido.
“Hay tantos niños solitos ahí en Las Margaritas, en San José el Alto, donde él vive. Imagínese lo que no habrá hecho. Por eso quiero que esté encerrado. O no sé, a veces pienso que yo estoy exagerando, que estoy pidiendo cosas que no son normales, y estoy exigiendo algo ilógico. Estoy exagerando. Así me siento. Que soy una exagerada. Que lo que le pasó a mis niños es normal. Es normal que un niño entre corriendo como si fuera un monstruo. Ellos me transmiten miedo a mí, pero yo no puedo dejar que ellos se enteren que me dan miedo. Por todo lo que ellos vivieron. A mí me da miedo ese hombre, me da terror”.
“He hecho todo lo que me han pedido”, lamenta María. Pero no pasa nada. “Yo no quiero que mis hijos sean unos violadores”. Solo quiere que sean felices. “Pero tengo miedo”.