Fotogalería: Día de Muertos, un momento para celebrar en vida
Un 2 de noviembre en el Panteón Cimatario
Es irónico, pero el Día de Muertos es, en realidad, el Día de la Vida. Basta con dar una vuelta por alguno de los ocho panteones de la capital queretana para dar cuenta que lo que menos hay es muerte. Por que los muertos ya están ahí, bajo tierra, precisamente inertes. Y los vivos, lejos de sollozar, celebran.
Es México. Ese México lleno de incongruencias. Como las arrugas y las cicatrices en el rostro de un hombre viejo. Tan imperfecto que fascina. Así es México, que este 2 de noviembre refleja toda su idiosincrasia.
En el Panteón del Cimatario, el más grande e importante de Querétaro, el caos es reinante. Es una verbena popular. Las casas de la Colonia Estrella, frente al panteón aprovechan el río revuelto y en sus cocheras instalan bazares. La calle está cerrada al paso vehicular, y allí, donde día a día circulan autos, hoy caminan personas y se instalan puestos de comida. Un catálogo gastronómico del México de ayer y hoy.
Una bocina arrebata el sonido de la zona. Son los del Movimiento Democrático Francisco Villa, dedicándole un pequeño altar de muertos precisamente al personaje de la Revolución Mexicana.
Entrar al panteón requiere su trabajo. La fila no es larga, pero sí es de esas en donde caminas lentamente, con el vaivén de las personas, como si todos fueran una gran ola. Y en ese mar de gente hay flores, hay palas. Hay recuerdos. Hay amor. Hay recuerdos.
Adentro está la magia. La muerte es ese momento curioso en el que todas aquellas cosas por las que peleamos en vida, pierden el sentido. Como el dinero. Criptas lujosas descuidadas, o montículos de tierra llenos de flores y de gente hacen ver que el amor no se compra y que la huella que se deja en este mundo depende de cosas mucho más profundas.
Norteños, mariachis, o un joven con su guitarra rascando la canción que más le gustaba a su padre, son postales constantes. Así como las botellas de licor que adornan las criptas, que lujosas o austeras, hoy no albergan otra cosa que no sean recuerdos.
Dos jóvenes casi en sus treintas cortan los tallos de unas flores. Su madre, a un costado, los observa con la mirada perdida. Hay miles de personas a su alrededor pero ellos viven un mundo. Su mundo. Su recuerdo. La cripta está hermosa. Llena de colores. Alguien descansa ahí.
Otra mujer descansa sobre una piedra. Su trabajo le costó tapizar ese entierro de flores, que atrae las miradas de todos los presentes. Alguien, desde algún lugar, estará agradecido.
Es el Día de Muertos, el más mexicano de todos. El día que la muerte se viste de vida. Que las lágrimas saben a alegría. El día que la vida celebra a la muerte.