Historia de los Gallos Blancos (1ra parte)
Una historia donde el drama ha sido el ingrediente principal. Primera de dos partes. Querétaro ha sido cuna de grandes sueños en el futbol. De […]
Una historia donde el drama ha sido el ingrediente principal.
Primera de dos partes.
Querétaro ha sido cuna de grandes sueños en el futbol. De hecho, la zona del Bajío se ha distinguido por ser una zona netamente futbolera. Equipos como Toluca, Morelia, La Piedad, Irapuato y Querétaro fundaron la Segunda División nacional. Quizás esta condición siempre ha mantenido a los cuadros queretanos etiquetados como “de los equipos chicos”. Adjetivo que contrasta con la actitud asumida por su afición, una de las más fieles del país, con la más alta lealtad como para haber aguantado tantas mentiras, desafiliaciones, provocaciones arbitrales y el abandono de la plaza en diferentes ocasiones.
Los inicios de lo que hoy conocemos como “el equipo de todos” los Gallos Blancos fueron por demás difíciles. Corría el año de 1949 y un hombre visionario como Alfonso Niembro, a quien apodaban de cariño “Pachín”, tuvo la valentía y actitud de incluir al mejor equipo de la liga queretana de futbol -que eran “Los Piratas”- a las oncenas antes mencionadas. Su inclusión llegó con la fundación de un nuevo equipo: el Querétaro Futbol Club, el 8 de julio de 1950.
El mote de “Gallos Blancos” llegó para quedarse, al igual que la entrega del pueblo queretano quien a través de los años siempre se identificó con ellos. La clave, generaciones tras generaciones hasta desaparecer por un tiempo.
Llegaría la década de los ochenta y con ello la aparición de un equipo que haría soñar a todos, los Atletas Campesinos. Su dueño, Armando Presa, contrató a un ícono del balompié nacional como Antonio “La Tota” Carbajal, quien después de venir de atrás, en una final cardiaca contra los “Osos Grises” de Toluca, logró la gran hazaña de llevar al equipo del tractorcito al máximo circuito. Por fin, Querétaro tendría un equipo en el máximo circuito nacional. Esto sucedió un 22 de junio de 1980. Los apellidos de Cerritos, Gaspar e Italo Stupiñán se escribían en letras de oro dentro de la historia del balompié queretano.
La desgracia volvió a alcanzar a un equipo queretano: dos años después, don Armando Presa vendió al equipo a Tampico, para darle vida a la denominada “Jaiba Brava”. Hasta aquí vendría una cadena de lamentaciones en los primeros años de la década de los ochenta. Hasta ese momento, interrumpida por la inauguración de la Copa del Mundo de 1986 y la llegada de un equipo perteneciente al Grupo Televisa denominado “Cobras” que más bien se distinguían por ser las “sobras” del Club América. Por supuesto el equipo nunca logró identificarse con los aficionados.
El destello.
Una nueva esperanza blanca reinaba en la afición queretana. Los Gallos Blancos de Segunda División era mantenida con estudiantes de la Universidad Autónoma de Querétaro, con don Abraham González al frente de la institución. Lo convertía en un equipo sólido y estructurado. Estaban a un pie de volver los sueños realidad a los queretanos. Después de haber ganado en Cancún en un viaje larguísimo, los albos se trajeron el boleto a la final para pelear por el descenso contra la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
El primer partido terminó empatado a cero, por lo que el juego de vuelta se antojaba relativamente fácil para ganarlo en el Corregidora. Pero en ocasiones, el destino suele ser muy cruel y no da mayores explicaciones. De regreso, un 9 de mayo de 1987, una curva cerrada y el piso mojado hizo que el autobús del equipo de todos se volcara perdiendo la vida Agustín Jiménez, el “Pillo”, Orona y René Montalvo, con muchos lesionados. El resultado de ese accidente fue un tercer partido en el estadio Azteca, después de haber empatado a un gol en la Corregidora, quedando fuera los de blanco en tanda de penales. Así se venían abajo las ilusiones de por fin ver a un equipo de Querétaro en primera nacional.
José Antonio García.
A finales de la década de los ochenta, uno de los empresarios con mayor arraigo en el futbol mexicano en la década de los ochenta y dueño de la marca Garcis, marca deportiva que vistió a la mayoría de los equipos en aquellos tiempos, miró con ambición la plaza queretana.
A “Toño”, como le decían sus amigos cercanos y era conocido en el medio futbolístico, le empezó a crecer la cosquilla por traer a sus adorados “Potros” del Atlante a la ciudad de Querétaro, cuestión que pudo concretar a finales de la década de los ochentas pero sin éxito. La ambición lo había atraído a tierras queretanas después de la poca asistencia que registraba el añejo estadio de la Ciudad de los Deportes, allá en la colonia Nápoles de la Ciudad de México. García creyó en principio que los azulgranas podían familiarizarse rápidamente con la afición pero nunca lo logró.
Finalmente, entendió que era mejor traer un equipo nuevo con el mote amado de Gallos Blancos. Por lo que se apresuró a concretar la compra del Tampico Madero para llegar al Estadio Corregidora en la temporada 90-91. Un equipo que, a la postre, solo daría vergüenzas y falta de identidad. José Antonio García, al entender lo difícil de la plaza, puso en venta la franquicia a empresarios queretanos: los hermanos Vázquez Mellado.
El Querétaro para los queretanos.
En 1992, con los Vázquez Mellado al frente de la institución, y luego de un año sin que el llamado “elefante blanco” fuera utilizado para partidos de liga, solo con algunos chispazos en conciertos como aquel memorable de Luis Miguel, queriendo emular al épico de Rod Stewart por allá de mediados de los ochentas, Jorge, Gerardo y Alejandro, futboleros desde toda la vida, se aventuraron en la compra del equipo para darle identidad y origen, dando así al nacimiento por primera vez del uniforme azul y negro y del escudo que hoy conocemos del Club Querétaro.
En entrevista, Gerardo Vázquez Mellado confiesa que el contacto con José Antonio García se hizo de una forma inusual:
“Todo fue a través de un masajista del Club Campestre. Él nos comentó que García estaba vendiendo el equipo, ya que también trabajaba para ellos. Me fui a México a conocerlo, comimos en el Cambalache ahí en la calle de Insurgentes. Toño ya tenía al Atlante y no tenía identidad en la plaza. Además de que ya estaba el equipo condenado a descender”, explica el ex directivo y hoy funcionario de la Secretaría de Turismo.
Cinco millones de pesos fue la transferencia que se hizo en el banco para que José Antonio García les cediera los derechos del Club. De esta manera inició la nueva aventura a manos de los hermanos queretanos.
El Querétaro siempre tuvo problemas de rendimiento, no ganaba, ocupaba los últimos lugares en la tabla y estaba a merced del arbitraje. Finalmente, y de forma por demás tajante, sin mediar, la Federación Mexicana de Futbol un mal día decidió desafiliar. Más adelante vendrían problemas hasta de desafiliación. Otra vez, los sueños se iban del gozo al pozo.
Próximamente la segunda parte de esta historia de drama y emociones continuará…..