¡Vuelven los flagelantes! El coronavirus y el clero

Ni dos semanas han pasado desde que el COVID-19 se extendió dentro de nuestro país y varios prelados católicos han caído ya en las especulaciones más conspiranoicas sobre el origen de la enfermedad.

Como si fuera el siglo XIV y nos encontrásemos ante la peste bubónica, el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, atribuyó en la homilía del pasado domingo causas sobrenaturales para la pandemia.

De acuerdo con el jerarca, el brote infeccioso es un “grito de Dios” como protesta ante el aborto, la eutanasia y la diversidad sexual; declaraciones por lo demás extrañas viniendo de un prelado cuya diócesis fue reconocida como una de las más progesistas del país durante la administración de Sergio Méndez Arceo.

Al que también se le patinó pero desde una perspectiva “más mundana” fue al padre Alejandro Solalinde, reconocido por su defensa acérrima de los migrantes y, en últimas fechas, su cercanía con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

En una línea muy similar a la de otras figuras aledañas al Gobierno Federal, Solalinde señaló que el virus fue creado artificialmente en un laboratorio, contradiciendo los señalamientos que han hecho en reiteradas ocasiones tanto científicos como organismos internacionales.

¿Estamos a la puerta de que se retome el baile de San Vito? ¿Veremos hordas de flagelantes avanzar sobre Avenida Reforma y el zocalo capitalino? Por nuestra salud, en este caso mental, esperemos que no.