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Transparencia cotidiana

Por - 06/01/2017

En reiteradas ocasiones hemos escuchado a funcionarios de los tres órdenes de gobierno, pedirle a la gente que se apriete el cinturón y que comprenda que estamos pasando por un duro trance que al final beneficiará a todos

 Transparencia cotidiana

En los últimos días el descontento en México ha evidenciado que cada vez más personas y de diferentes regiones y condiciones socioeconómicas no aceptan la manera de actuar de la clase política en conjunto. Que el gasto público se tiene que financiar con contribuciones que de una u otra forma pagan los ciudadanos, es asunto que no está a discusión y es evidente para cualquiera –salvo algunos que les gusta pensar que el dinero solo es cuestión de imprimirlo y salir a regalarlo a las calles-. Lo que todavía no parece ser evidente para los políticos, es que cada peso que busquen recaudar, deberá de ejercerse con transparencia y racionalidad.

En reiteradas ocasiones hemos escuchado a funcionarios de los tres órdenes de gobierno, pedirle a la gente que se apriete el cinturón y que comprenda que estamos pasando por un duro trance que al final beneficiará a todos. ¿Cómo aceptar de buena gana esto último si sabemos que a los diputados este año gastarán casi 10 millones de pesos en vales de gasolina o que no conformes con ganar unos 200 mil pesos mensuales, a los consejeros del INE se les compra un IPhone 7 con recursos públicos?

En los estados y municipios, la cosa no es muy distinta: Hoy el gran hueco de la finanzas públicas se debe en buena medida al actuar opaco y deshonesto de muchas administraciones públicas locales que sin ningún pudor han contratado deuda, incrementado su gasto corriente y emprendido proyectos altamente onerosos de obra pública con poco beneficio social. Tal parece que, mientras la lupa o el reflector se enfocan en lo federal, cuando se trata de alcaldes y gobernadores, la mayoría voltea para otro lado. Sí, podemos hablar de los Duarte, de Borge, de Padrés, pero lo cierto es que como ellos, cientos de funcionarios menos famosos hacen y deshacen en las narices de las contralorías estatales y municipales sin que pase gran cosa.

En Querétaro, la transparencia sigue siendo asignatura pendiente, aun cuando se podría pensar que por sus niveles de desarrollo, el escenario sería diferente. Se armonizó el marco legal estatal con el nacional, no por gusto sino por obligación y no se perciben acciones que hagan pensar que verdaderamente el tema importa. En lo municipal, el asunto pinta igual: la capital que había logrado ubicarse en diversas mediciones como una de las ciudades más transparentes, hoy se ha desdibujado, descendiendo lugares y dejando para después una verdadera política pública de transparencia. En el resto de los municipios del estado, el tema simplemente no pinta.

Desde lo local, el desarrollo de plataformas de gobierno abierto, esquemas de presupuesto participativo, modelos eficientes de adquisiciones y contratación de obra púbica, así como la formación de órganos colegiados de transparencia y rendición de cuentas que no sean la comparsa del gobernador o alcalde en turno, pueden ser buenos elementos de inicio para tratar de recuperar la credibilidad y confianza de la ciudadanía. Si Querétaro durante años ha sido referencia positiva en diversos ámbitos del acontecer nacional, nada impide que lo sea en materia de transparencia y rendición de cuentas… si acaso la falta de voluntad política y la apatía ciudadana.


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