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Solo quedan 22 meses

Por - 12/01/2017

¿Qué decir del 2016?, que estuvo marcado en lo político, por la corrupción y la impunidad; por las históricas elecciones locales con alternancia en ocho de las doce entidades, que evidenciaron a gobernadores abusivos y corruptos

 Solo quedan 22 meses

¡Cómo quisiera que le fuera bien a Peña Nieto!, a pesar de mi visión personal sobre él, a México le iría bien, también. A 22 meses que finalice el actual Gobierno Federal, la perspectiva de mejora no es nada halagüeña. Es consecuencia del muy personal estilo de gobernar de quien llegó a través de grandes reflectores. La evidencia es clara si se hace un recorrido general por sus 50 meses de gobierno.

En 2012 llegaron los que “sí sabían gobernar”. Ya en 2013, como buenos negociadores, sumaron a la oposición en el Pacto por México para lograr las reformas estructurales, que tanto escatimó el PRI a los dos gobiernos panistas. Reformas, que hoy tienen un bajo indicador positivo como la fiscal, la electoral, la de telecomunicaciones, la educativa y la energética. Peña Nieto se posicionó como el “estadista del año” y al país como el “Mexican momento”, ya que el regreso del PRI auguraba un “gobierno con visión de Estado y rumbo claro”.

Durante 2014, montados en la cresta del éxito no escucharon, por soberbia y lejanía con la gente, el estruendo sonoro provocado por casos de inseguridad como Tlatlaya, Ayotzinapa, la fuga del Chapo; por la percepción de corrupción e impunidad en el manejo de recursos públicos -ahí están las casas y los privilegios-; por una economía castigada por la inadecuada política fiscal; la caída del precio del petróleo; y un endeble sistema de justicia horadado por la desconfianza; entre otros.

A pesar de ello, en 2015 el gobierno peñista saturó, a través de los medios de comunicación, a la población con mensajes triunfalistas sobre los “tres años de importantes logros“. El gobierno solo se escuchaba a sí mismo, rehuyó la crítica y el debate, mostró su incapacidad para responder a temas polémicos como la inseguridad, el descrédito de la autoridad policial, a lo que se sumó, una economía mediocre que impactó el endeble nivel de vida de la población.

¿Qué decir del 2016?, que estuvo marcado en lo político, por la corrupción y la impunidad; por las históricas elecciones locales con alternancia en ocho de las doce entidades, que evidenciaron a gobernadores abusivos y corruptos; por el repunte del crimen organizado. En lo económico, por la devaluación de la moneda; la inflación de 3.7%; el pobre crecimiento económico; la caída del superávit del sector automotriz; además, de la incertidumbre ante la llegada, en ocho días, de Trump a la presidencia de Estados Unidos.

En 2017, los mexicanos nos despertamos con el “gasolinazo”, un incremento del 20% a este combustible, medida que entraría hasta 2018, ¡año electoral!, por lo que convenía adelantar esta medida que afectaría los precios de los bienes de consumo de las familias mexicanas. El resultado está a la vista, un grave malestar social, hay enojo y frustración por el impacto en el gasto cotidiano de la población, que han provocado protestas y vandalismo junto al saqueo a cientos de establecimientos comerciales.

En una democracia, los políticos ganan el apoyo de los ciudadanos para cumplir con sus funciones, y la política sirve para que los grupos de poder discutan y acuerden la forma en la que quieren gobernar junto con una ciudadanía corresponsable en la construcción de la democracia y el fortalecimiento de las instituciones. Y durante cuatro años, Peña Nieto ha sido omiso en su responsabilidad como gobernante para encauzar esfuerzos y promover acciones que beneficien a la colectividad más que a intereses de grupos específicos cercanos al poder.

Durante 50 meses Peña Nieto no impulsó una política de puertas y oídos abiertos que generara credibilidad en la población; ni desarrolló un liderazgo con autoridad moral para combatir la corrupción y la impunidad; menos aún, construyó un país de leyes en el que impere el Estado de Derecho. Hoy que el País requiere de claridad de rumbo, de transparencia en el manejo de los recursos públicos, de una base de credibilidad ciudadana, de autoridad y estrategia sólida ante la llegada de Trump, 22 meses pueden ser suficientes o pueden no serlo. ¿Qué opina usted, Señor Presidente?


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