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Santiago Zoochila

Por - 09/05/2016

Los usos y costumbres no deben ser motivo para limitar la participación de la mujer

 Santiago Zoochila

Después de tres horas de un camino con el doble de las curvas que tiene la carretera a Jalpan, recorrido tanto en asfalto como en terracería, así como de comer un excelente tasajo a la orilla de una barranca, acompañado de la consejera electoral de Oaxaca, Mtra. Elizabeth Bautista Velasco, llegué a la cabecera del municipio de Santiago Zoochila, Oaxaca. Uno de los municipios que elige a sus autoridades por sistemas normativos internos, lo que antes se llamaba “usos y costumbres”.

Acudíamos, invitados por el presidente Municipal, a una asamblea informativa. Zoochila es de los poco menos de treinta municipios oaxaqueños en los que las mujeres no votan para la elección de su Cabildo, y que desde luego no participan en su integración. Con toda la crudeza con que lo escribo, y si bien las mujeres participan en instancias como los comités de padres de familia o de salud, aún no participan en las asambleas comunitarias para elegir su Ayuntamiento. Como dijo mi hijo Luis Octavio “no dejan votar a las mujeres, ni a las jóvenes ni a las viejitas”

En una reunión que duró poco más de dos horas, en la que opinaron hombres y mujeres, se expresó con claridad por los funcionarios electorales, que en la elección que tendrá lugar este año en ese municipio (se renueva anualmente su Cabildo) no sólo deberán dejar votar a las mujeres, sino también incorporarlas a las regidurías. Las intervenciones eran traducidas al zapoteco por el edil. La misma lengua original de Benito Juárez.

Cerca de ciento cincuenta personas se encontraban en las canchas municipales, bajo un amplio arco techo. De distintas edades, y variadas actitudes. La primera intervención fue para cuestionar si íbamos por algún partido a pedir el voto; una vez que se aclaró que no por parte de los funcionarios electorales oaxaqueños, bajó la tensión en la asamblea.

No hubo cuestionamiento a la regla de la participación de la mujer, una vez que se les explicó con claridad que es una ley que debe cumplirse. Y si bien al principio las mujeres, con quienes ya se había tenido una reunión previa, no querían hablar, poco a poco lo hicieron, dejando claro que era su intención participar tanto en las elecciones como en los cargos públicos, y planteando que la mujer que participe, deberá contar con el apoyo de su familia, de su esposo en su caso, para desempeñar el cargo.

Una señora, de más de sesenta años, dijo “si una de nosotros participa, debe ser apoyada por su esposo. No creo que haya un hombre que no se sepa hacer su café o preparar una salsa”. Nadie cuestionó su afirmación.

Los usos y costumbres no deben ser motivo para limitar la participación de la mujer, esto es claro. Y ésta debe garantizarse en un marco que permita a las comunidades mantener la autonomía de sus decisiones. Un argumento a favor, en el caso de Oaxaca, es que en caso de no cumplir con el mandato constitucional, la Legislatura local nombra un administrador municipal, que normalmente no es del pueblo, y no toma en cuenta a los habitantes para tomar decisiones de gobierno y presupuestales.

Confío en que Zoochila y los demás municipios en los que aún las mujeres no votan para cargos municipales encuentren la forma de integrarlas a las decisiones comunitarias. Reconozco el esfuerzo de los funcionarios electorales de Oaxaca para lograrlo, enfrentan desde la desidia hasta la franca oposición, en ocasiones son retenidos por las comunidades, amenazados, o de plano no se les permite acceder a las poblaciones. Su trabajo merece todo mi reconocimiento, es un esfuerzo a ras de piso para garantizar los derechos político-electorales de las mujeres.

Un trabajo no desde el cubículo académico, sino desde las asambleas comunitarias. Difícil y complejo, pero muy necesario.


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