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País huachicolero

Por - 23/05/2017

La imagen captada en San Francisco Tlaloc es un retrato del país huachicolero en el que se ha convertido México, donde, lastimosamente, la corrupción y delincuencia se han injertado en la piel de todos los niveles sociales

 País huachicolero

A lo mucho tiene unos 10 años. Esa mañana el niño vestido de pantalón de mezclilla y playera blanca no estaba en la escuela tomando clases, se encontraba a un lado de una toma clandestina a ductos de PEMEX con una cubeta roja, para juntar combustible que se fugaba en la comunidad de San Francisco Tlaloc, en el municipio de San Matías Tlalancaleca, Puebla. Ahí aprendía a huachicolear.

Junto a él, había cientos de personas que hacían lo mismo: se robaban el combustible con cubetas, bidones, botes hechizos o tambos. No importaba cómo, el chiste era llevarse la mayor cantidad de litros que salían de una toma clandestina que había sido abierta horas antes por huachicoleros, para hacer precisamente lo mismo.

La rapiña no era por comida en un caso de crisis alimentaria, era por gasolina que desde hace unos años se ha convertido en el producto que más se roba en el país por parte del crimen organizado y también el desorganizado, como lo mostraban las imágenes de televisión.

Y, lo peor es que a un lado de todos los habitantes que participaban en este delito estaban las fuerzas del orden: los policías municipales, estatales e incluso elementos castrenses que sólo miraban y acordonaron la zona. Sin embargo ninguno hizo nada para contener el robo del hidrocarburo. Por supuesto, no hubo detenidos.

La imagen captada en San Francisco Tlaloc es un retrato del país huachicolero en el que se ha convertido México, donde, lastimosamente, la corrupción y delincuencia se ha injertado en la piel de todos los niveles sociales.

En Querétaro, recientemente fue desmantelada una banda de huachicoleros en la que participaban elementos y mandos policiacos municipales, estatales y federales. Los hombres que se encargaban de vigilar que no se cometan delitos, eran los mismos que los perpetraban.

Semanas después, sucedió el colmo en la entidad queretana. Desapareció una fuerte cantidad de combustible que había sido asegurado a huachicoleros y que estaba almacenado en un inmueble, que era custodiado por policías municipales de la capital queretana. Bueno, pues con todo y custodia… el energético se esfumó, según lo denunció la PGR.

Las autoridades aclararon que los policías de la ciudad de Querétaro no eran investigados por este robo. Sin embargo, aún no se sabe qué pasó con el líquido, y tampoco hay detenidos.

Mientras eso ocurre, PEMEX celebraba un fallo de la Suprema Corte que confirmó una pena de ocho años de prisión para cinco personas que robaban hidrocarburo en Guanajuato. La resolución tardó varios años y según lo reportado por la paraestatal, el fallo “sienta un importante precedente judicial para sancionar este delito”.

Que bueno que ya está el precedente. El problema es que hay pocos detenidos. Y por lo visto, ni para los habitantes de San Francisco Tlaloc, ni para los que “desaparecieron” el combustible que estaba en custodia en Querétaro, el fallo de la SCJN importó.

Según los reportes de la paraestatal, en 2016 fueron detenidas 583 personas por el mercado ilícito de combustible, y además fueron aseguradas 6 mil 873 tomas clandestinas. Esto quiere decir que el número de detenidos equivale a menos del 9 por ciento de las tomas que abren los chupaductos.

Así la ecuación de la impunidad. 

Alrededor y dentro de Petróleos Mexicanos se ha enquistado la corrupción como forma de vida. Y no pasa nada, lo mismo con un niño que se roba combustible a los 10 años, que un cuestionado y controvertido líder sindical que festeja la boda de su hija, arropado por miembros de la más alta clase política y servidores públicos. Todos se muestran con total descaro en un país huachicolero.


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