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La mesa

Por Andrés González - 05/09/2015

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

Hay una etapa en la vida en que todo se convierte en especial. Los días, las horas, los atardeceres, las noches tranquilas; más, aquellas noches serenas e […]

 La mesa

Hay una etapa en la vida en que todo se convierte en especial. Los días, las horas, los atardeceres, las noches tranquilas; más, aquellas noches serenas e iluminadas por la blanca Luna. También lo que leemos, los olores que percibimos, aquello que comemos y, por supuesto, los agradables momentos que pasamos en familia.

Será la edad. Qué más.

Para este grupo, los viernes primero de cada mes es también especial. Lo es esta fecha, lo es también este mes, septiembre, el Mes Patrio.

Se trata de un representativo, digno y hermoso grupo de pensionados y jubilados que, por decisión libre y con gusto, se reúnen mes a mes a desayunar, a compartir alegrías, a platicar luchas y proyectos.

Muchos maestros, maestras, comparten –al menos una hora al mes– sus experiencias. Muchas de ellas llegaron con vestimenta mexicana por el mes patrio, con faldas y vestidos regionales de vistosos colores, de prendidas y coloridas flores.  Y todos son –o han sido– líderes auténticos, no de pacotilla, ni agachones. De ellos –y de nadie más– salió la idea de reprobar la jubilación de León Hernández. Y tampoco están de acuerdo con la jubilación del profesor y diputado Jesús Galván Méndez, no en la forma, no en los términos ventajosos como la alcanzó.

Este Grupo Especial, por sus liderazgos, por la respetable edad a la que han llegado, tienen todos sembrada desde su origen –es un “don” se le puede así decir– la semilla de la inconformidad, que es, en resumen, la idea constipada de la superación, ya sea individual o de grupo. Por eso son líderes.

Y desde hace cuatro años, líderes que fueron en su trabajo, líderes que son en su núcleo familiar, se reúnen a desayunar en el Florencia. Cada uno paga su consumo, cada uno come lo que quiere.

Pues bien –y por venir al caso-  a este grupo desairó Roberto Loyola Vera cuando en plena campaña, los dejó “vestidos y alborotados”. Por alguna razón, nomás no acudió a la invitación.

Este viernes me invitaron a compartir la mesa con ellos, lo cual para mí, además de ser una sorpresa, fue una distinción. Se trataba de hacerles entrega de la revista Radar del Centro en donde salió publicado un preciso artículo de uno de ellos, del Ing. Mario Quiroz Gatica, respaldado por la firma de todos ellos ante el sonado caso de jubilación en el Congreso local.

Esta vez fueron más de cuarenta. Situados en una larga mesa del restaurant Riviera  del hotel Florencia, de Jardines de la Hacienda, se aposta con toda propiedad una de las lideresas que lo forman. Es la aguerrida Leonor Martínez Alva, líder de uno de los grupos de jubilados del ISSSTE y que se ha convertido en el punto de confluencia de todos ellos. Ella misma hace entrega de la revista.

En eso estaba cuando aprovecha para decirle también al grupo que “el nuevo gerente me habló  por teléfono, molesto, porque en el último desayuno alguno o alguna de ustedes, tal vez borracho –brome – le hemos dejado una mesa rota. Y vengo a exponerles a todos ustedes que para este grupo esto no solo es una falta de respeto, sino de ausencia de crédito de nuestra posición y de nuestra edad. Vengo pues a consultarles si desean ustedes que sigamos en este lugar…o de plano nos cambiamos”.

Y salieron las voces, las más diversas, en todos los tonos, las voces libres de los jubilados.

“…y esto que les dije, se lo puedo decir en la cara al señor gerente”.

En esto estaba la señora Leonor cuando, en la puerta de cristal del restaurant, aparece la figura del señor gerente, de don Sergio Mena, que tiene en el cargo apenas seis meses. El grupo de jubilados  tiene ya cuatro años mes a mes yendo aquí, al Florencia, a desayunar.

“… sí –dice una de ella – ahora nos cobran con anticipación un desayuno que no nos han servido, nos amenazan con que ya no nos van a prestar el salón-bar donde solemos oír alguna plática que suelen darnos y ahora nos salen con que rompimos una mesa. Por favor”.

Y es que, por la edad –se entiende– ninguno de ellos, ninguna de las damitas, pide bebidas alcohólicas. Tampoco echan pleito ni podrían subirse a alguna de las mesas del bar, como para romperla. Tampoco, créanmelo, hacen “table”.

Todo esto no lo entendió don Sergio Mena, el gerente del Hotel Florencia. Y le dice a doña Leonor, que “algunas de estas cosas que me han expuesto, las vamos después a platicar aparte con usted, doña Leonor”.

– A ver ¿Por qué aparte? Si aquí estamos todas, para que nos diga cuál es su decisión. Díganosla a todas-.

Se trata de la señorita Alba, hija de doña Leonor que, increpa cara a cara, de frente pues, al poco prudente gerente.

Ya para entonces, se había interrumpido la amena música de don Luis Fernando Hernández que, al órgano, ameniza mes a mes este tipo de desayunos. Y tiene ya ocho años haciéndolo.

Fue cuando Mario Quiroz pide a las partes serenarse  y solicita a los asistentes, un voto de confianza para doña Leonor Martínez, para que, a nombre del grupo, se llegue a algún acuerdo favorable, “porque de otra manera, todos nosotros decidiremos hacia donde nos vamos”.

Les digo. “Genio y figura…” Y más tratándose  de líderes sindicales.

Queremos –me dijo uno de ellos– que a esta misma mesa, a lo mejor en otro lugar, nos acompañe el nuevo gobernador”.

Y nos despedimos.

Andrés González

Periodista de toda la vida, egresado de la escuela Carlos Septién García, catedrático en la Universidad de Guanajuato, analista político en radio y prensa escrita, además de Premio Estatal de Periodismo en el 2000.


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