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Intelectuales y poder

Por - 09/08/2016

¿Es posible un intelectual en labores de gobierno? Ejemplos de personas tenemos varias

 Intelectuales y poder

¿Pueden los intelectuales desempeñarse en la función pública? Una vieja pregunta a la que varios han buscado dar respuesta. Y aquí intentaré ofrecer algunas ideas sobre la misma, concluyendo que no sólo es posible que lo hagan, sino necesario.

Parto de considerar que intelectual es aquella persona que vive de su intelecto, de mantener una aproximación crítica a la realidad y ofrecer sus opiniones sobre la misma. A diferencia del común de las personas, el intelectual tiene una formación académica sólida y una metodología o forma de acercarse a los fenómenos de su interés de manera que puede entender tanto razones como origen y efectos.

Como ámbitos propios de la actividad del intelectual, existen la academia y el periodismo. Expresa de forma pública sus opiniones que pueden implicar respaldo o señalamiento de posibles errores; desde luego desde una posición ideológica concreta.

Ahora bien, ¿es posible un intelectual en labores de gobierno? Ejemplos de personas tenemos varias. Woodrow Wilson en Estados Unidos, Hans Kelsen en Austria, José Vasconcelos, Daniel Cosío Villegas y Jesús Reyes Heroles en México. Si ampliamos las posibilidades a la fundación de partidos y la actuación política, podemos hablar también de Vicente Lombardo Toledano y Manuel Gómez Morín, en México, y Norberto Bobbio (al menos por un breve periodo) en Italia.

La realidad nos da una respuesta. Es posible, y han existido, intelectuales-políticos en la vida de diversas naciones.

Por otra parte, ¿se puede seguir siendo intelectual en el ámbito de la función pública o de la lucha partidista? Si tomamos en cuenta lo que señalé en el segundo párrafo, son cualidades propias del intelectual una postura crítica frente a la realidad, formación académica sólida y un método o sistema de análisis.

Empecemos por lo más fácil. Desde luego resulta deseable que las personas en el gobierno y en la lucha política cuenten con un método para explicarse la realidad que les permita apreciar las complejidades del arte de dirigir, así como las sutilezas de los problemas sociales y de las formas de atenderlos. También parece una buena idea que cuenten con una formación académica en las áreas en que se desenvuelvan, aunque desde luego la representación política no requiere como clave para el éxito la educación formal; pero en ciertas áreas de la función pública se requieren especialistas, técnicos-políticos o políticos-técnicos, según prefiera usted.

Ahora lo complicado. ¿Puede ejercerse la crítica dentro de las instituciones públicas o los partidos? Porque este rasgo es insustituible en la definición de un intelectual. Avanzo en mi respuesta: es necesaria la crítica en la función de gobierno, pero el ámbito y la forma de ejercerla cambian.

El intelectual en la academia o en el periodismo plantea sus opiniones de forma abierta a los alumnos o lectores, exponiendo y justificando sus posiciones así como la manera en que entiende los fenómenos sociales que analiza. El intelectual en el gobierno o en la labor partidaria lo hace al seno de las instancias de toma de decisiones, señalando a su juicio las causas de un problema, la forma de resolverlo y los peligros que deben evitarse. Tendrá su opinión el peso de la capacidad probada y los antecedentes personales. No habla entonces para el gran público. Habla para ser escuchado por quienes tomarán decisiones. Si bien el auditorio y el lenguaje pueden cambiar, el sentido no varía: apreciar críticamente la realidad y apuntar posibles maneras de resolver los problemas que presenta.

No solo es posible, también es necesario que haya intelectuales en el acto de gobernar. Pero debe advertirse: la sapiencia no es garantía de éxito en la política.


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