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¿Escasez o desabasto?

Por Andrés González - 10/01/2019

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

En Querétaro, en el centro del país, no cede la “Guerra del Huachicol”. Aquí en la capital queretana, la madrugada es fría, casi helada. Es […]

 ¿Escasez o desabasto?

En Querétaro, en el centro del país, no cede la “Guerra del Huachicol”.

Aquí en la capital queretana, la madrugada es fría, casi helada. Es un frío que cala hasta los huesos. Van a dar las cinco. La ciudad comienza a moverse con pereza, por el frío, por la falta de gasolina.

Oscura la mañana, se mueve la población hacia los numerosos Parques Industriales. A esta helada hora, también se comienza a notar el movimiento en las cercanías del Mercado de Abastos. Ahí se escucha el ruido cuando levantan las pesadas cortinas de los negocios que abastecen de alimento a la pujante capital queretana.

Nada, hasta ahora, hace falta.

Después y si esto se alarga, quién sabe.

Por lo pronto, es la llegada de los frescos productos del campo. A esa hora y por las calles cercanas al Centro Histórico – Constituyentes, Zaragoza – se escucha con claridad el clásico zumbido de los motores de los Qrobuses.

Apenas pasan las seis y con la mañana todavía oscura, el movimiento de vehículos particulares se incrementa. Es la hora de entrada a las escuelas, a las universidades, a las prepas y a las secundarias.

Mi recorrido para el traslado a la secundaria donde estudia mi hijo, es a esa hora, cuando todavía ni luces del sol. Y el frío arrecia.

La ciudad toda acelera el paso.

A mi paso por Prolongación Zaragoza, advierto una larga fila de autos. Por la premura en llegar, casi había olvidado la escasez de gasolina que sigue aquí afectando la capital.

El letrero de la estación de servicio es azul. Mobil se distingue. De las pocas que ayer ofrecían el preciado combustible.

La fila se alarga. Son treinta, tal vez cuarenta unidades las que, pacientemente esperan turno. Las caras se alargan, la resignación es obligada.

En tanto y a niveles oficiales, se tratan de separar las palabras “desabasto” con “escasez”. El resultado, a fin de cuentas, es el mismo. No hay gasolina.

Pronto dan las doce del día. El sol apenas calienta. En una de esas estaciones de servicio y en mi trajinar diario, distingo una gasolinera con relativos pocos vehículos. Es la que está en las cercanías del Mercado Escobedo, por Constituyentes, en el Centro de la ciudad. Tres islas despachan el combustible. Me animo. No tardo ni cinco minutos en estar parado al lado del servidor de gasolina.

“¿Cuánto le sirvo?”. Me pregunta el empleado.

“Llénelo, por favor…¿puedo pagar con tarjeta de débito?

“Si, pero solo 300 pesos. Si es efectivo lo que usted quiera”.

Reviso mi cartera y contenía un poco más de los haberes que presumió AMLO traía en la suya. Son trescientos. Le pido los sirva. Cuando termina, le señalo que ahora y con tarjeta, me despache los 300 pesos que me dijo podía surtir.

Se sorprende. “Espéreme, por favor, voy a preguntar”. No tardó casi nada y, tomando el despachador, me sirve lo autorizado.

Cuando hacía la operación, llega una señorita de la gerencia para indicarle que ya no despachara con tarjeta, sino solo efectivo. “Lo que te pidan” le dice.

La damita se retira.

“Hoy este día ha sido de locos. Nos cambian las órdenes a cada momento. Que solo veinte litros, que solo efectivo, que despachemos todo lo que nos pida el cliente. Traigo ya volada la cabeza”.

Ahí llene el tanque de esa manera.

Adelante, me pude percatar que las clásicas gasolinerías de PEMEX mantenían cerrado su despacho.

La escasez sigue. Lo prometido no se cumplió.

En Jardines de la Hacienda, donde se asienta la estación de servicio que desde temprana hora tenía larga fila, parecía no haber variado. Ahora y a eso de las dos de la tarde, la fila da vuelta a la cuadra, pero siguen despachando combustible.

Las caras de los conductores son distintas pero el enfado es el mismo.

Caras largas de resignación, de molestia, pero hay abasto.

En varias ciudades del vecino Guanajuato – en Irapuato, en Moroleón, en Salamanca – se pasan la noche en vela haciendo fila para surtir gasolina. Similares respuestas me dan amigos y conocidos que vía las redes sociales, me platican sus penas por surtir su gas. En Toluca, en la capital del país.

Con el frio, el cuero se arruga, se pone chinito; con la escasez del gas, la cartera se achica.

Es la “Guerra del Huachicol” que no vemos para cuando se acabe.

Andrés González

Periodista de toda la vida, egresado de la escuela Carlos Septién García, catedrático en la Universidad de Guanajuato, analista político en radio y prensa escrita, además de Premio Estatal de Periodismo en el 2000.


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