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Entre triunfos y derrotas electorales todos ganan

Por Héctor Parra - 20/10/2020

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

En un régimen de gobierno en el que se practica la democracia, nunca para siempre los partidos políticos ganan o pierden en un proceso electoral. […]

 Entre triunfos y derrotas electorales todos ganan

En un régimen de gobierno en el que se practica la democracia, nunca para siempre los partidos políticos ganan o pierden en un proceso electoral. Pero, la sociedad siempre paga a quien gana o pierde una elección, eso no cambia en ningún régimen político de todas las entidades de la República; la sociedad mexicana no solo mantiene económicamente a los partidos políticos, también sostiene a los políticos que ascienden a los cargos públicos; además, los mandatarios también terminan siendo los mandantes. Manejan la hacienda púbica a su antojo. Siempre bajo el pretexto de “trabajar para el pueblo” y, por supuesto, imponer su doctrina política en práctica.

En nuestro sistema jurídico de gobierno democrático, existen tres órdenes de (autoridades) gobierno: municipal, estatal y federal; sumado a la enorme estructura burocrática dedicada a la práctica legislativa, creando, reformando o abrogando leyes que son el sustento de un Estado de Derecho, por medio del cual se generan derechos y obligaciones a los gobernados y a las autoridades.

Bien, bajo este sistema democrático, el pasado domingo se llevaron a cabo elecciones en dos Estados, Coahuila e Hidalgo; en el primero para elegir a los miembros de la Legislatura del Estado, en el otro, para sustituir a los miembros de los ayuntamientos; 16 diputaciones locales de mayoría relativa (más 9 de representación proporcional) y 84 ayuntamientos. Varios cientos de burócratas que no tienen “patrón”, pero adquieren derechos laborales al igual que los trabajadores. Doble beneficio para quienes son electos por medio de las urnas.

A todo esto, resulta vergonzoso que la alta burocracia partidista y sus candidatos, no logren persuadir a los votantes para que acudan a las urnas el día de la elección. En el Estado de Coahuila, entre publicidad partidaria y candidatos apenas lograron convencer para que acudiera a votar el 39. 38 por ciento, de la lista nominal de electores; mientras que el Hidalgo llegó al 48.96 por ciento de participación ciudadana. Además, el bajo porcentaje de votos se distribuye entre 11 partidos políticos que participaron en los procesos electorales; partidos que reciben dinero público para su sostenimiento. Ninguno alcanzó el 50 por ciento de la baja votación. Luego entonces, a pesar de la legalidad y legitimidad de los triunfos, llegan a ocupar los cargos de elección, con una mínima representación popular, con más derechos que obligaciones.

A pesar de que el PRI “ganó” los 16 distritos locales en Coahuila y la mayoría de los ayuntamientos en Hidalgo, la suma de sus votos no llegó al 50 por ciento; el resto estuvo deprimente. Pero, bajo los sistemas de mayoría relativa (muy relativa) y de representación proporcional, casi todos los partidos políticos ganan cargos públicos de elección popular.

La vergüenza la sufrimos a nivel federal. En la Cámara de Diputados 200 legisladores llegan sin ganar una elección y las finanzas públicas mantienen esa enorme cantidad de legisladores, más todo el aparato burocrático que los arropa. En la Cámara de Senadores el 50 por ciento de los 128, accede por medio de un sistema legal y “democrático” que inventaron los mismos políticos para “abultar” las filas de la burocracia legislativa, denominándolos senadores de primera minoría, significa que, aquel que pierde la elección, pero queda en segundo lugar, también le toca parte del “pastel”, más un cuarto senador por Estado, que no representa a nadie, cuando ese es el origen de los senadores, representar a sus Estados. La deformación de la representación popular, en México, se la debemos a la misma casta privilegiada de abusivos políticos en el poder que dieron vida a la repartición de cargos públicos entre partidos políticos, nada tiene que ver con ser electos directamente ¡Todos cobran!

En las 32 entidades se practica el perverso ejemplo; también existe la figura de diputados de representación proporcional que supuestamente debieran representar a las minorías políticas; al paso del tiempo reformaron y deformaron el sistema, también reciben “premio” partidos que son mayoría. Según el porcentaje de votación se autoregalan más legisladores. Que decir en la conformación de los ayuntamientos, hasta allá llegó el jugoso negocio, ya no solo gana quien tiene mayor votación, también se les obsequian regidores a los que pierden, hay por lo tanto regidores de mayoría y de minoría; también cobran todos.

Así que, entre triunfos y derrotas, todos ganan. No importa que la sociedad los desdeñe por negarse a ir a votar, de todos modos, el sistema de mayoría relativa y representación proporcional les permite el acceso al poder con la más mínima votación, incluso perdiendo ganan. En campaña, muchos políticos han ofrecido el cambio, al menos reducir el número de representantes populares. Llegando al poder olvidan sus promesas. Lo peor, aquellos que triunfan, sin importar el número de votos, realizan acciones que no están en sus plataformas políticas e inventan programas por el simple hecho de ostentar el poder; se olvidan e ignoran a los mandantes. No hay manera legal de proceder en contra de ellos. Actualmente vivimos nuevos abusos y más graves; a mano alzada el Presidente de la República, decide tomar decisiones, en “nombre del pueblo” que afectan a las mayorías. “Sistema” no previsto en la legislación, acciones arbitrarias convertidas en actos ilegales de gobierno.

Héctor Parra


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