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El Papa ecologista

Por - 03/07/2015

  (Dedico a mi maestro y amigo Don Alejandro Obregón Alvarez, quien dejó esta Tierra en busca de un mejor lugar). El Papa Francisco suscribió […]

 El Papa ecologista

 

(Dedico a mi maestro y amigo Don Alejandro Obregón Alvarez, quien dejó esta Tierra en busca de un mejor lugar).

El Papa Francisco suscribió su primera encíclica en el problema ecológico refiriendo la cuestión del planeta al llama “la casa común”.

En un estilo ya muy propio del Pontífice, aborda de manera sencilla, clara, alejada del difícil lenguaje teológico donde recuerda textos de los Papas anteriores denunciando este problema sistemático y universal, mismo que ya causó impacto seguramente en políticos y transnacionales, subrayando que muchos de los esfuerzos por buscar soluciones a la crisis medioambiental y al agotamiento de los recursos naturales han sido inútiles debido a la falta de compromiso no nada más de los detentadores del poder político o financiero en el mundo, sino también por la indiferencia o apatía de la humanidad, de ahí que solamente unos cuantos abordan una cruzada en forma aislada ante el deterioro ecológico.

El Papa Francisco destaca la desmedida y desproporcionada recolección de recursos naturales, que lamentablemente no ha sido distribuida en forma justa entre las naciones, de ahí la falta de alimentos o agua potable en tantos pueblos, quienes no alcanzan un mínimo de vida digna frente a otros que incurren en un consumismo extremo, basta subrayar el desperdicio de casi un tercio de los alimentos. Sostiene además, la urgente atención frente al cambio climático, en especial a los más desprotegidos. La globalización en su aspecto material como económico son las causantes de esta actitud, dejando atrás valores fundamentales de solidaridad como de aseguramiento de un bien común elemental.

Hace un llamado por consiguiente inspirado en la doctrina social de la Iglesia, al diálogo abierto, sincero y objetivo, ya que el sistema que rige al mundo hoy en día  ha dejado de ser antropocentrista, ya que el ser humano es objeto y no fin y medida de las cosas, sucumbiendo ante una cada vez más fuerte cultura del relativismo. Ciertamente, en este asunto no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja que pone en riesgo la supervivencia del planeta, pero sobretodo, la de la humanidad misma.

El Papa reclama una nueva visión y el dejar atrás los particularismos y soberanías a ultranza, para reclamar una verdadera autoridad mundial que responda las necesidades del orbe.

Finalmente, nos habla del amor social como fuente del verdadero desarrollo más humano, más digno, en suma más cristiano, pero a la vez más ecuménico.

La voz del Pontífice va más allá de una denuncia profética, ya no es hora de quedarse en meros llamados de conciencia, al ser momentos de convicción, dedicación y acción mundial conjunta.

La tierra es un planeta vivo, el único hogar y nave espacial que hasta ahora tenemos para seguir viajando en este inmenso cosmos.


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