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El nuevo gabinete y la voluntad popular

Por - 31/08/2015

Dicen que la política no es una ciencia exacta. Yo voy más allá, creo que la política -sobre todo la que ejercen los políticos en […]

 El nuevo gabinete y la voluntad popular

Dicen que la política no es una ciencia exacta. Yo voy más allá, creo que la política -sobre todo la que ejercen los políticos en México– ni siquiera puede llamarse ciencia, ya ni preocuparse de si es exacta o no.

Y es que luego de ver el acomodo de fichas en el gabinete presidencial de Enrique Peña Nieto y las diversas consecuencias secundarias provocadas por los mismos, cuesta trabajo hacer un análisis, ya no digamos sensato, sino aproximado a los escenarios generados el pasado jueves 27 de agosto. Es por ello que al momento de escribir las presentes líneas, vale la pena hacer una retrospectiva a los hechos suscitados en los últimos días.

Por principio de cuentas, en prensa nacional, Manlio Fabio Beltrones comentó a principios de la semana pasada que entrábamos a una temporada donde los días eran exclusivamente del presidente, es decir, que previo a su informe ningún político de gran clase podría moverse o alborotar el “gallinero mediático”.

Fue en esas fechas cuando Raymundo Riva Palacio escribió un artículo titulado “Cambio de gabinete, sin cambio” donde advertía de próximos cambios en el gabinete de Peña Nieto, aunque sin mayor trascendencia; quizá la reubicación del entonces jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, y nada más.

Semanas atrás, Ramón Alberto Garza de Reporte Índigo habría soltado el anzuelo de que a José Calzada lo “premiarían” como secretario del Trabajo, en lugar del mexiquense Alfonso Navarrete Prida, cuestión que se antojaba demasiado difícil, tanto por los orígenes de Navarrete Prida como por los motivos de “un premio” para Calzada Rovirosa. Lo que sin duda es fácil de comprobar, si quisiéramos afirmar que la política es una ciencia en nuestro país, sería formular como hipótesis que la mayoría de las veces las decisiones de los políticos en poco o nada se asemejan a la voluntad popular.

Luego de ver los desastrosos resultados electorales en Querétaro para el partido gobernante, tanto en 2015 como en 2012 -ambas elecciones dentro de la gestión de Calzada- sabiendo que las derrotas electorales dentro del PRI se consideran como un estigma que marca y mancha cualquier proyecto político, se antojaría difícil siquiera pretender insinuar un futuro prometedor para el primer priista de Querétaro. Sin embargo, el nombramiento como titular de SAGARPA, a nivel federal, comprueba la tesis sustentada líneas arriba: “las decisiones de los políticos en poco o nada se asemejan a la voluntad popular“.

Lo cierto es que el miércoles 26 de agosto, contrario a la liturgia política de Manlio Fabio Beltrones -quien tan buenos oficios ha demostrado durante su carrera- los portavoces de costumbre del sexenio que se va comenzaron, como ellos lo dicen, a “mandar señales” en Querétaro sobre el ascenso del político queretano como si de una apoteosis se tratara.

En la especie se sabía que Peña Nieto quería ser muy discreto con los movimientos, tal es el caso que el mismo miércoles 26, durante una gira a Durango con motivo del Congreso Nacional Campesino de la CNC, lo acompañaron en primera fila dos de los secretarios salientes, Murillo Karam de SEDATU y Enrique Martínez y Martínez de SAGARPA. Altas fuentes afirman que el propio jueves 27 de agosto estaba agendado un desayuno entre el titular de SAGARPA y el gobernador de Durango, pero que el primero ya no llegó a la cita porque el presidente Peña Nieto requirió su presencia en el Distrito Federal. Incluso hay quienes pensaron que tras los buenos resultados en la secretaría de Agricultura, Peña Nieto quería la presencia de Enrique Martínez y Martínez para acompañarlo en la ceremonia que a esas alturas era solo un rumor; es decir, nadie sabía a ciencia cierta qué cambios habría.

La discreción era tal que ni siquiera los periodistas más influyentes atinaban a dar un pronóstico acertado sobre los cambios en el gabinete. Es más, ningún periódico de los importantes daba cuenta sobre lo que en Los Pinos se estaba cocinando, a excepción de Reforma que, con sus sospechosas conexiones en Querétaro, atinó a poner en “Templo Mayor” un trascendido denominado “La enchilada queretana” sin dar más detalles que la llegada de Calzada al gobierno federal.

Quienes saben afirman que ni el propio Calzada tenía claro su futuro puesto en el gobierno de Peña Nieto. Únicamente le dijeron “prepara todo y vente“, de ahí que en una estrategia como de nado sincronizado sus personeros en Querétaro afirmaban con toda seguridad desde el día anterior la llegada de “su jefe” a la secretaría de Desarrollo Social. Incluso hubo medios queretanos que daban el rumor como un hecho. Contrario a la discreción deseada por Peña Nieto, en Querétaro como chivos en cristalería más de dos invadían el time-line de Twitter, que poco importaba el estilo del presidente, aquí lo principal era echar las campañas al vuelo.

Un detalle más: el mismo miércoles, tras la instrucción “prepara todo y vente“, José Calzada buscó al gobernador electo Francisco Domínguez para informarle su circunstancia. “Estoy en México”, dijo el electo. “Pues allá te alcanzo, tenemos que hablar es importante y urgente”, habría dicho el saliente. Y es que el tema no era para menos. La salida anticipada de Calzada ponía en el radar a uno de los artífices de la derrota electoral y de la mala imagen de la administración calzadista: Jorge López Portillo, el secretario de Gobierno conocido por su poca tolerancia a ciertos temas ventilados en medios de comunicación, quien se situaba por disposición de ley como el gobernador interino por 35 días.

Y es que el interinato de López Portillo al frente del gobierno estatal no sólo confirma nuestra tesis, sino que además la condimenta: “las decisiones de los políticos no sólo no reflejan la voluntad popular, a veces son totalmente contrarias a los buenos o malos resultados que los subalternos puedan tener“.

No vamos a detallar aquí el tema del gobernador interino, basta con decir que su reputación y los hechos advertidos durante su gestión como secretario de Gobierno son una excelente “cortina de humo” o “caja china” para atenuar, aunque sea un poco, la llegada de Calzada al gabinete.

El jueves 27 y el viernes 28 de agosto, la prensa nacional señalaba que la llegada de José Antonio Meade a Sedesol lo colocaba como una de las cartas más fuertes con miras a la sucesión presidencial. En segundo plano situaban la nueva circunstancia del otrora jefe Nuño; y al fondo se hablaba de Claudia Ruiz Massieu y su llegada a Relaciones Exteriores. Todos los espacios en radio y televisión nacional buscaban afanosamente a Meade; los que no lo lograban tenían a Aurelio Nuño como “plan b” y al final a Claudia Ruiz Massieu, aunque hubo algunos analistas que obsequiosamente mencionaban a Calzada Rovirosa con expectativas de crecimiento para competir por la candidatura en 2018.

Hoy en día lo cierto es que José Calzada está donde quería. Hay quien piensa que a expensas del propio Roberto Loyola Vera, quien en esa tesitura habría sido “sacrificado” como candidato perdedor del PRI para que Peña Nieto pudiera cumplir algunos acuerdos previamente establecidos con el PAN y el “Pacto por México”. Ninguna otra lógica ayuda a argumentar el presente político de Calzada Rovirosa. En esta perspectiva, el premio del que escribió Ramón Alberto Garza se vuelve muy palpable.

Pendiente queda analizar el peso específico de la cartera asignada, aunque vale recordar el caso de Javier Usabiaga, “el rey del ajo” quien renunció al cargo de secretario de Agricultura en el sexenio de Vicente Fox para buscar la candidatura al cargo de gobernador, ese que hoy Calzada no terminó de entregar. De su tacto político habrá que estar alertas, quizá productores y ganaderos no respondan de la misma forma en que transportistas y opositores respondían en Querétaro.


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