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Diles que no me maten

Por - 19/05/2017

Hace dos días se escuchó en Los Pinos un grito con rabia acumulada de “Ya basta, los están matando; van 17 casos en 2017”; grito que me recuerda al del padre de Justino en El llano en llamas: “¡No me mates! ¡Diles que no me maten… Diles que tengan tantita lástima de mí!”

 Diles que no me maten

“Lo que pasa con estos muertos viejos es que en cuanto les llega

la humedad comienzan a removerse y despiertan” Rulfo

En una colaboración anterior escribí sobre la literatura que es el arte que utiliza las palabras para crear, como un respiro en el maremágnum de la era digital. A través de ella, los lectores incursionamos por mundos, espacios y tiempos inimaginados, armónicamente entretejidos. Son segmentos encadenados en determinada posición que construyen esos mundos por los que los lectores viajamos de la mano de la imaginación, la razón y los sentimientos.

Qué mejor momento para hablar de literatura que en el centenario de uno de los maestros de las letras mexicanas, Juan Rulfo, con su legado breve pero magistral de Pedro Páramo y El llano en llamas. El proceso literario rulfiano encierra un sistema de valores que abarca la vida y las relaciones sociales dentro de lo profundo de la escritura. Su significación es un proceso dialéctico en el que se entremezclan la experiencia previa del lector para interpretar y la de la literatura que arroja luz sobre la experiencia humana. Es más que una imagen de una realidad mexicana, es una visión de ella; “una visión trágica y lírica del hombre, su vida, su sufrimiento y su morir”

Visión trágica en la obra frente a la visión, no trágica sino espeluznante, de la realidad de México en 2017; en el que destaca la ausencia de gobierno, con discursos floridos, escritos para ser escuchados por sí mismos, culpando a los otros, a gobiernos estatales, a legisladores que no aprueban leyes, a ciudadanos que no aplauden. Ausencia de un gobierno que pide “un minuto de silencio” cuando lleva más de cuatro años de sordera. ¡Burla imperdonable! frente al grito de los indignados, de los agraviados – periodistas- en medio del círculo “sagrado” gubernamental.

El maestro Rulfo escribió sobre “el fondo del desolado drama y la alarmante desesperación de un sector de los habitantes del país -los campesinos, hoy periodistas- con frases descarnadas.” A Rulfo le indignó el México de los 50´s por el rezago y abandono del campo. A mí me indigna la inseguridad que prevalece en gran parte del país evidente en los enfrentamientos criminales en Reynosa, el asesinato y violaciones en la carretera de Puebla, las ejecuciones de periodistas y de los defensores de derechos humanos, entre muchos más actos reprobables.

Me indigna mi México afectado por la escalada de corrupción e impunidad, que trastocan los valores con frases comunes como “robé poquito”, “qué tanto es tantito”, “los moches”; mientras el crimen organizado ocupa plazas coludido con las autoridades de los tres órdenes de gobierno. “Le temo más al gobierno que al narco” dice Javier Valdez

Las autoridades mexicanas se lavan las manos ante los asesinatos de defensores de derechos humanos y periodistas al responsabilizar a las bandas del crimen organizado. Lastiman mis oídos, y los de millones de mexicanos, escuchar frases pronunciadas por Peña Nieto como “Los indicios de criminalidad en diferentes entidades federativas nuevamente comenzaron a regresar a escenarios del pasado que no queremos que vuelvan“; “He sostenido que el gobierno siempre estará dispuesto a acompañarles en sus esfuerzos, pero es una cooperación temporal y no pretende sustituir lo que está en su responsabilidad“; “Sobre este tema de la seguridad creo que estamos ausentes y tenemos que seguir promoviendo particularmente ante el Congreso las reformas necesarias“, recriminó en días pasados.

Hace veinte años, México cursó una transición democrática para sustituir el régimen autoritario, en la que la legalidad, la transparencia y la rendición de cuentas pudieran ser una realidad. Pero en su lugar, el actual gobierno priista apuesta al silencio y al olvido, concentrado en su propia ceguera. El actuar gubernamental resulta en la gran vergüenza del México que duele por su imagen deteriorada, por la violación del Estado de Derecho, por la cadena de corrupción y complicidades.

Hace dos días se escuchó en Los Pinos un grito con rabia acumulada de “Ya basta, los están matando; van 17 casos en 2017”; grito que me recuerda al del padre de Justino en El llano en llamas: “¡No me mates! ¡Diles que no me maten… Diles que tengan tantita lástima de mí!


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