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Acción Nacional, mirar su origen

Por - 12/10/2017

“¿Qué armas para esta lucha? Las únicas irresistibles: las ideas, los valores del alma. Ni tenemos otras, ni las hay mejores” En una sociedad cansada, […]

 Acción Nacional, mirar su origen

¿Qué armas para esta lucha? Las únicas irresistibles: las ideas,
los valores del alma. Ni tenemos otras, ni las hay mejores

En una sociedad cansada, que se siente defraudada por el engaño, el desaseo, la mentira, la corrupción que vicia a las instituciones y degrada a la democracia, renovar la credibilidad política es urgente. Ésta se consigue a base de dar ejemplo de responsabilidad y de servicio incondicional a todos los ciudadanos. Ahora, hay una ciudadanía más activa y crítica, a la vez desencantada, que juzga duramente a los partidos políticos por su irresponsabilidad en el manejo de los recursos públicos excesivos, por la ineficacia en la consolidación de un entramado democrático que haga frente a la corrupción, la impunidad y la ausencia de transparencia; entre otros puntos.

Para combatir lo planteado, en 1939 nació Acción Nacional, para enfrentar el oprobio del sistema corrupto y corruptor; con la fuerza moral y el trabajo honesto de muchos mexicanos que seguimos la doctrina plasmada por Manuel Gómez Morín en los principios humanistas. Esta organización política surge “no como una acción fugitiva y esporádica; ni una simple y estéril cruzada cívica, sino una acción permanente que hiciera valer en la vida pública la convicción del hombre integral”

El PAN vino a crear una conciencia, individual y nacional, de solidaridad; a crear una conciencia que permitió descubrir la importancia de la política y el deber de asumirla. Durante muchas décadas, la ciudadanía le reconoció diversos atributos como honradez, autoridad moral, manejo del poder en bien de la Nación. En suma, lo consideraba un partido distinto y distinguible. En esta “brega de eternidad”, diversos factores propios del ejercicio del poder provocaron el detrimento de la imagen PAN y de su vida interna, generando una espiral de ambiciones que sedujeron a quienes optaron por el interés personal sobre el primado de lo institucional. Éste es el gran dilema que, hoy, los panistas tenemos que resolver con base en la unidad y la equidad para preservar el legado gomez morianiano.

Dolorosamente para mí, el PAN está pasando por una de las crisis más fuertes en sus 78 años de vida. Provocadas no por diferencias ideológicas sino porque se olvidaron los “motivos espirituales”. Con ello se dio lugar al desaseo y secrecía en las decisiones cupulares; a la desilusión de aspirantes a candidaturas frente a las imposiciones en lugar de las Convenciones; a la integración “a modo” de los órganos estatutarios -antes, plurales y representativos-. Sin capacitación ni formación de la militancia ¿qué identidad se ha construida? Hoy, ocupados más en la “obcecación por el poder que en la vocación del poder”, las buenas prácticas como el diálogo y el debate se han olvidado ante la cerrazón de las partes.

Urge que el Partido reviva las palabras del fundador: “Que nunca falten esos motivos espirituales en nuestra organización, que la confusión no oscurezca la claridad de su posición doctrinal de fondo, que el ardimiento mismo de la lucha no fomente impaciencias destructoras … que el simple apetito no se mezcle jamás con el propósito…”

El PAN se encuentra (encontraba) en un momento histórico, para recuperar la senda del panismo forjado en la cultura democrática, en la lucha diaria de testimonio institucional y convertirse en un activo para México, para reconciliar a la ciudadanía con la política, para ser un atractivo para las nuevas generaciones, para propiciar el espacio de discusión de los temas cruciales de la vida nacional.

Inmersos ya en la dinámica “electoral” hacia el 2018, urge una reflexión profunda con base en los consensos. El rumbo actual no solo provoca ruptura interna sino daña las aspiraciones democráticas de una buena parte de la sociedad. Este momento debe ser el parteaguas para rescatar el rumbo del Partido y, así, construir “una patria ordenada y generosa”.

Acción Nacional necesita un liderazgo moderno, con esencia humanista, que otorgue respiro a la vida política del México moderno, enarbolando sus Principios de dignidad de la persona humana y del bien común: “Rescatar la institución, llenarla nuevamente de alma … nosotros mismos la dejamos sin contenido”.


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