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La crisis global, un regalo para AMLO

Por Staff Códice Informativo - 02/12/2021

En una situación paradójica, la crisis que atraviesa todo el planeta como consecuencia de la pandemia de COVID y los problemas para reabastecer las cadenas de producción, podría terminar siendo beneficiosa para Andrés Manuel López Obrador, quien justo acaba de cumplir tres años en la presidencia

 La crisis global, un regalo para AMLO

Foto: Archivo

El presidente Andrés Manuel López Obrador rindió su tercer informe de gobierno en uno de los momentos más críticos por lo que atraviesa el país. Mientras la pandemia de COVID-19 nos dejó con casi un millón de muertes, la inflación se ceba en el país y la actividad económica en el sector industrial sobrevive a marchas forzadas, sobre todo debido a la crisis de los semiconductores en Taiwán, situación que pone en jaque al principal sector manufacturero en México: la industria automotriz.

Sin embargo, pese a que algunos críticos del presidente buscan adjudicarle a él la completa responsabilidad de esta situación, la realidad es que algunos de estos aspectos tienen causas mucho más profundas y de largo alcance que la propia administración de AMLO, aunque se le puedan atribuir varios yerros, pues hay factores internacionales en juego.

Que las condiciones adversas, en el arranque del cuarto año de gobierno Andrés Manuel López Obrador, sea una oportunidad para sus acérrimos críticos, no deja de lado que estas tengan también otras razones distintas a su estilo de gobierno. En primer lugar, porque la declive económica a la que asistimos no se ha originado en la administración de AMLO (como en su momento ocurrió con la crisis del 94, que fue conocida internacionalmente como el “Efecto Tequila”), sino por cuestiones de la recesión mundial que se vive en este momento, de la cual, México ha tenido cierto blindaje por su situación geográfica.

En otras palabras, el temor e incertidumbre que generaron decisiones como la suspensión, a inicios de su mandato, de la fábrica de Constellation Brands en Mexicali o el abandono del proyecto que se tenía para el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, se podrían considerar, hoy por hoy, insuficientes para que los inversores dejen de considerar a México como uno de sus destinos prioritarios.

Tanto la pandemia como las tensiones entre China y Estados Unidos han modificado de manera radical las reglas del capitalismo global. Podríamos decir -a juzgar por el giro político hacia el autoritarismo que desde hace media década se vive en varias regiones del mundo- que el juego lleva ya un buen tiempo cambiando. La pandemia solo aceleró este proceso. En este sentido, hay criterios geopolíticos más importantes para los inversores que los arrebatos discursivos de un presidente.

México tiene una importante reserva de mano de obra que además está profundamente calificada. A eso hay que sumar la gran ventaja que le supone tener costa en el Oceano Pacífico, que es puerta de entrada de China y en el Atlántico, la salida para Europa. Su cercanía con Estados Unidos es otro factor ventajoso, así como su riqueza mineral y de otros recursos naturales.

A quienes ven el capitalismo como una partida de Monopoly, se les olvida que en la vida real la riqueza no se genera con cartitas ni meros títulos de propiedad. La riqueza se produce con trabajo y ese trabajo presupone la existencia de condiciones óptimas para la producción. En un escenario así de complejo, las decisiones políticas de un mandatario tienen mucho menos peso que otras cuestiones mucho más mundanas y por eso, más relevantes. Cuando en todo el planeta está en tiempos de vacas flacas, la incertidumbre de invertir donde gobierna alguien como AMLO es menor que la de abandonar toda la inversión y relocalizarse en otro mercado, como el de Asia Oriental, que cada vez da más muestras de no ser tan desinteresado hacia la política occidental como se creía en los ochenta.

El Partido Comunista Chino está enviando a los inversionistas de Europa y Estados Unidos está enviando a los inversores europeos y estadounidenses un mensaje muy ambiguo que hace palidecer cualquier diatriba de López Obrador. Xi Jinping ya prometió que para 2040, el comunismo -el de verdad, no el sambenito que algunos le cuelgan a López Obrador- será una realidad para toda la sociedad china. Mientras, la represión y la opacidad se ceban con ese país que hace solo treinta años logró conquistar a los inversores que hoy lo miran con temor y sospecha.

Todo esto, a Andrés Manuel López Obrador le cae como anillo al dedo. No importa que esté tomando malas decisiones en muchísimos sentidos, como cuando deja, por ejemplo, sin fondos a la investigación científica o como cuando ahorca a los pequeños empresarios con el pretexto de combatir a la corrupción y a los poderes que, ciertamente, han hecho del extractivismo un modo de vida.

Le cae así de bien porque al habitar un panorama internacional tan complejo, tiene oportunidad y tiempo de implementar sus proyectos sin que se produzca del todo la debacle pronosticada por sus críticos y con la posibilidad de lavarse las manos ante cualquier contratiempo. Para más de 50 millones de mexicanos, su proyecto político aún es viable, tal como lo dejan ver sus niveles de aprobación, aún superiores al 50 por ciento y el hecho de que, en la carrera presidencial, los punteros sean dos figuras de su partido.

Por eso, en su informe, aprovecha para recibir aplausos generalizados mientras habla de lo que lleva hablando toda la vida. No habrá transgénicos en México, no se permitirá el fracking y no habrá espacio ya para la corrupción. Eso, que en más de un sentido es solo retórica vacía para contentar a un núcleo duro de votantes, le permitirá salir más o menos bien librado durante la segunda mitad de su mandato.

No importa que de su gabinete original no quede ni que el presidente parezca abrirle las puertas a quienes representan el ala más radical de sus allegados. Mientras el panorama internacional sigua como esté o empeore, poco importarán estas situaciones a los poderes económicos internacionales. A río revuelto, ganancia de pescadores.


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