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“Make America great again” y la “4T”, dos caras de la misma moneda

Por Staff Códice Informativo - 07/07/2020

Al anochecer de hoy, martes siete de julio, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, habrá bajado del avión que lo conducirá hasta los Estados […]

 “Make America great again” y la “4T”, dos caras de la misma moneda

Foto: Especial

Al anochecer de hoy, martes siete de julio, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, habrá bajado del avión que lo conducirá hasta los Estados Unidos, país en cuya capital se reunirá, luego de una escala en Texas, con el presidente del vecino del norte Donald J. Trump.

El encuentro entre ambos mandatarios no podría ser más significativo. Por un lado, se realiza en un contexto complicado, en tanto asistimos a una de las mayores pandemias en la historia reciente y, por el otro, se percibe por parte de algunos sectores como un intento del mandatario estadounidense por instrumentalizar a Obrador de cara a las próximas elecciones en ese país en las cuales, por supuesto, espera reelegirse.

Para quienes se han mostrado críticos, tanto desde la izquierda, como desde la derecha, con la administración obradorista, el encuentro no deja de resultar extrañísimo en tanto la retórica del presidente mexicano ha sido tradicionalmente antagónica a los intereses de EU y, además, centrada en un nacionalismo que, a simple vista, parece chocar con el desdén que Trump ha mostrado sistemáticamente contra las personas originarias de México que residen en los Estados Unidos.

Sin embargo, en política las cosas no siempre son lo que parecen. A simple vista es fácil concluir que un “populista” de izquierda que ha incurrido en gestos como exigir a la corona española perdón por el trato dado a los indígenas durante la conquista, no podría estar más alejado de un multimillonario que fundamentalmente defiende los intereses de la clase más rica, negándose a subirles los impuestos y que además parece haberse convertido en el símbolo más contundente del suprematismo blanco en el siglo XXI.

No obstante -y aquí es donde los partidarios de la teoría de la herradura, que dice que los extremos políticos se tocan, comienzan a frotarse las manos- quizá existan más puntos en común que diferencias entre ambos líderes nacionales. En primer habría qué atender a su retórica. Si bien Trump es claramente de derecha y Obrador dice ser de izquierda, los dos llegaron al poder despotricando contra las “élites” liberales. También, ambos contaron con una base electoral bastante nutrida por sectores de la clase media-baja que habían visto reducidas sus posibilidades de movilidad social y que buscaban a toda costa un “culpable” para esa situación.

La corrupción y las irregularidades imperantes tanto en el gobierno de Obama, que estableció una auténtica cruzada contra quienes denunciaron excesos en la política internacional estadounidense, como en el de Enrique Peña Nieto, cuyo sexenio estuvo particularmente marcado por la violencia y el enriquecimiento de funcionarios, dieron a los políticos “antisistema” una gran oportunidad para capitalizar la frustación de la gente de a pie.

La retórica nacionalista que comparten ambos mandatarios que encarna en conceptos como la “Cuarta transformación” o el eslogan “MakeAmericagreatagain”, así como su tendencia a utilizar el “shitstorming” (tormenta de mierda) para controlar la agenda pública, los dotan de cercanía, hacen que se reflejen uno en el otro y así, Trump puede decir con impunidad que prefiere a AMLO sobre Peña Nieto y Obrador puede decir que, pese a su discurso antimigración y las trabajas que pone a miles de mexicanos y que se reflejan en leyes como la que acaba de dificultar a los estudiantes irregulares concluir sus estudios en EUA, el mandatario republicano es “un amigo de México”.

Puede que entre ellos exista respeto y que encuentren amplios puntos en común en tanto los dos representan una vuelta de tuerca a un sistema que se revelaba desgastado desde el inicio de la década pasada, pero eso no significa que Trump, quien representa al país más poderoso del mundo, tenga presente el mejor interés de quienes vivimos de este lado de la frontera. Incluso, yendo más lejos, el hecho de que México haya saltado “fuera” del liberalismo convencional casi al mismo tiempo que EU y en circunstancias similares podría significar que, lejos de la soberanía pregonada desde los púlpitos de la 4T, seguimos tan supeditados a EU como siempre.

La reciente aprobación de un paquete legislativo que el morenista Ricardo Monreal promovió para endurecer las leyes sobre derechos de autor y adecuarlas a los estándares estadounidenses, es un claro ejemplo en este sentido. A miles de mexicanos y mexicanas de a pie les resultará más difícil acceder a operaciones tan sencillas como la reparación de un equipo electrónico, pero eso no parece interesarle mucho ni a Monreal ni a los impulsores del T-MEC dentro del gobierno federal.

A propósito del T-MEC, es llamativo que a la “reunión” que sostendrán López Obrador y Donald Trump no vaya a asistir Justin Trudeau, quien gobierna Canadá y representa de manera casi caricaturesca el liberalismo “a la Obama” que imperaba en Estados Unidos antes de la era Trump ¿No será que Canadá puede excusarse y México no? ¿Que Canadá aún puede decirle “no” a Estados Unidos, ese gran bully planetario?

Lo que resulta evidente es que, pese a lo que se pueda decir en el Palacio Nacional, aún no hemos roto la correa que nos mantiene atados a los caprichosos designios de nuestro vecino del norte. Sería interesante ver qué ocurre cuando tengan lugar las elecciones estadounidenses, sobre todo si el ganador resultara ser Joe Biden, quien no parece tan afín a la figura de AMLO como si lo es Donald Trump. Eso sí, hay muy poca probabilidad de que los “gringos” accedan a aflojarnos el grillete. En todo caso, lo que podrían hacer es presionar a AMLO y obligarlo a cuadrarse aún más a sus intereses. Nuestra soberanía, mientras tanto, seguirá siendo el sueño idealista de un pueblo muy delirante y empobrecido.


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