Talibanes se apoderan de Kabul y el pánico se extiende entre sus habitantes; prevén ola de refugiados
El miedo ha hecho a miles de personas buscar con desesperación una vía de escape ante la ciudad que hoy está en manos de los islamistas
La capital de Afganistán, Kabul, cayó ayer, domingo 15 de agosto, en manos de la facción armada de los Talibanes, una organización islamista radical que gobernó ese país durante toda la década de los noventa hasta que fueron expulsados en 2001 con apoyo del ejército estadounidense.
Desde entonces, miles de afganos y afganas han intentado abandonar la ciudad de forma desesperada. Agencias de prensa de todo el mundo han publicado ya desoladoras imágenes y videos en los que se aprecia a personas intentando subir a aviones en movimiento, así como imágenes satelitales de personas en las pistas de aterrizaje del aeropuerto de Kabul, esperando infructuosamente un helicóptero para que las rescate.
En los últimos 20 años, la sociedad afgana cambió radicalmente respecto a los oscuros años noventa, cuando las mujeres no podían salir sin velo ni estudiar más allá de cuarto de primaria, totalmente segregadas de los hombres.
Hoy, sin embargo, las calles de Kabul son escenario de tristes reminiscencias de aquel período. Sobre una importante avenida comercial, por ejemplo, ciudadanos han reportado ya sobre presuntas patrullas de la moral que tapan con rodillos y pintura imágenes de mujeres sobre los escaparates.
Las principales cadenas de televisión nacional también han comenzado a resentir la ofensiva islamista. Una cadena que trasmitía telenovelas de Latinoamérica, India y Turquía, terminó suspendiendo esta programación para trasmitir solo contenido islámico.
Por otra parte, los comerciantes del centro de la ciudad decidieron no abrir hoy sus negocios por miedo a que los islamistas consideren que contravienen de alguna manera al Corán y que necesitan ser ajusticiados.
Durante la época en que el Talibán controló al país, eran frecuentes las ejecuciones públicas por adulterio, así como encontrar por la calle a personas con los miembros mutilados. De acuerdo con el Hadith, un código islámico en el que está contenida la Sharia o ley religiosa y que los talibanes siguen al pie de la letra, el castigo por robar es siempre la mutilación.
Por estos motivos, las organizaciones internacionales de Derechos Humanos han comenzado a mostrar una severa preocupación sobre lo que puede ocurrir en Afganistán, particularmente a grupos vulnerables como las mujeres a la población LGBTIQ+.
En este sentido, se ha señalado ya que la urgencia de millones de afganos por abandonar el país, entre los que destacan grupos como los anteriormente mencionados, pero también integrantes del gobierno derrocado y sus familias, podría desencadenar un éxodo y una nueva y desoladora ola de refugiados.
Profesionistas mujeres han expresado el horror que sienten ante la certeza de que tendrán que abandonar todo por cuanto han trabajado en las últimas décadas, pues en el islam radical, el único espacio para una mujer es la casa. De igual manera, muchas familias que habían prosperado ahora temen perder a sus hijas o que se las quiten para desposarlas con militantes.
Las causas del horror que permitió a los talibanes recuperar el poder no están del todo claras, pero es un hecho que desde la administración de Donald Trump, la creciente salida de tropas estadounidenses del territorio nacional permitió a las milicias talibanes apoderarse poco a poco del país hasta capturar ayer la capital.
Al mirar las desgarradoras escenas en el Aeropuerto Internacional de Kabul, resulta de pronto irresistible cierta sensación de Deja- Vú respecto a lo que ocurría en Saigón en 1975, cuando el Vietcong capturó la entonces capital de Vietnam del Sur. Tras devastar a un país extranjero por años con el pretexto de que lo rescatarán de un supuesto grupo opresor, el ejército estadounidense se retira y deja a miles de civiles a la merced de ese mismo grupo.