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Apuntes y Lecciones de la Elección del 2018

Por Staff Códice Informativo - 25/07/2018

Texto: Rodrigo Mesa   Quizá, como la elección presidencial del año 2000 supuso un antes y un después en el sistema político mexicano, la del […]

 Apuntes y Lecciones de la Elección del 2018

Foto: EFE/Mario Guzmán

Texto: Rodrigo Mesa

 

Quizá, como la elección presidencial del año 2000 supuso un antes y un después en el sistema político mexicano, la del 2018 produzca efectos similares. En el 2000, representaba el desmantelamiento del régimen de partido casi único, generaba condiciones más o menos equitativas para la contienda democrática, se fortalecía el federalismo y se dejaban atrás las figuras caudillistas. Curiosamente el triunfo de López Obrador representa el resurgimiento de todo aquello por lo que en el 2000 la gente puso fin al régimen priísta.

El electorado mexicano, acostumbrado al cortoplacismo, tuvo muy altas expectativas de cambio cuando Vicente Fox asumió la presidencia. Sin embargo ni el sistema estaba dispuesto a modificarse de la noche a la mañana, ni el presidente tuvo la intención de cambiar radicalmente los procedimientos e instituciones que sustentaban el statu quo; tras 18 años de andar un camino sinuoso de cambios institucionales y de reformas constitucionales, podemos decir que el país es más democrático y estable que en el año 2000.

No obstante esto no fue suficiente para el votante, quien vio a López Obrador como la opción para demostrar su inconformidad y su enojo ante un sistema que no le había cumplido sus anhelos. El voto ‘antipriísta’ le dio el triunfo –paradójicamente- al candidato más priísta que había en la boleta electoral. Al candidato que no solo propone sino que le emocionan los usos y costumbres de la política setentera.

Y si el talante autoritario del presidente electo no fuera suficiente, el electorado le otorgó mayoría absoluta en ambas cámaras así como en la mayoría de los congresos locales justamente para no extrañar aquellas épocas de Echeverría o López Portillo en donde el Ejecutivo no encontraba el menor contrapeso y podía hacer y deshacer a su antojo.

La realidad ahora mismo está imponiéndose a toda la demagogia propuesta en campaña.  Promesas como bajar inmediatamente los precios de los combustibles, cancelar el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México o retirar a las Fuerzas Armadas de las calles ya están siendo descartadas por el propio equipo de AMLO. Aunado a incongruencias realmente preocupantes como negarse a crear una Fiscalía Autónoma o imponer ‘vicegobernadores’ que administren la totalidad de los recursos federales en los estados, fomentando el clientelismo mientras se menoscaba el federalismo.

¿Ahora qué sigue? Desde el punto de vista de los partidos políticos, un reacomodo sin duda. El PRI se autodesmanteló tras un sexenio plagado de errores y corrupción, y el apoyo/pacto que consensó con López Obrador. Más de la mitad de las candidaturas de Morena fueron ocupadas por priístas y dado que se están reviviendo los modos y formas del nacionalismo revolucionario, no es excesivo de decir que la susodicha ‘cuarta transformación’ de la que tanto habla el presidente electo, es la mutación del PRI a Morena. Difícil saber si el PRI sobreviva a esta coyuntura, aunque no sorprendería que en breve inicie una mudanza de los sectores y organizaciones de ese partido a las filas de Morena.

La izquierda –la socialdemócrata y medianamente congruente- quedó prácticamente borrada del mapa con la debacle del PRD y está siendo sustituida por un amasijo de doctrina marxista revuelta con fanatismo religioso al interior de la coalición gobernante Morena-PES-PT.

El PAN tuvo el peor desempeño nacional en muchos años y aun así se constituye como la única alternativa real de oposición al poder absoluto que ejercerá López Obrador. Dicho partido tiene el enorme reto de reorganizarse, conciliar a todos los liderazgos y asumirse como el defensor de las más elementales libertades de los mexicanos mientras promueve un país competitivo que se asume como un actor global relevante.

Si bien es cierto que la mitad de los votantes que sufragaron el 1 de julio lo hizo por Morena, en término reales hay un 67 por ciento de electores que no votaron por López Obrador y ellos deberán ser lo más asiduos vigilantes del comportamiento del Ejecutivo y sus legisladores para evitar el retroceso democrático que se cierne sobre nuestro país.

La ciudadanía libre y organizada –dentro y fuera los partidos de oposición- es el único antídoto para evitar que la época del presidencialismo paternalista se consolide y arraigue. La tarea no es sencilla pero tenemos la responsabilidad histórica de asumir ese compromiso.    

Twitter: @Rodmesa


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