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Gilberto Herrera, una UAQ combativa

Por Staff Códice Informativo - 09/01/2018

Corren los últimos días de una rectoría con tantas luces como sombras. Una cosa es cierto: Gilberto Herrera no deja a nadie indiferente

 Gilberto Herrera, una UAQ combativa

Foto: Archivo

Tras seis años al frente de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), divididos en dos periodos distintos, la administración de Gilberto Herrera Ruiz está próxima a su fin. En unos pocos días, Teresa García Gasca tomará las riendas de la máxima casa de estudios, y vendrán nuevos retos en la vida profesional de Herrera Ruiz, que a ciencia cierta hasta ahora se desconocen.

Su periodo al frente de la UAQ estuvo lleno de emociones, por decir lo menos. Dependiendo del momento, la UAQ se mueve entre el conservadurismo y la oposición política. Gilberto Herrera lideró una administración que tuvo esta última postura. Antes de él, en cambio, a Raúl Iturralde se le tachó de ser demasiado institucional y haber convertido a la UAQ en poco más que una secretaría de estado.

Entonces, su periodo sirvió de bálsamo para curar las heridas de una universidad que se enemistó con fuerza en contra del incipiente panismo gubernamental en la administración de Dolores Cabrera, pero que terminó hastiando a la comunidad universitaria, que dio la gran sorpresa a finales de 2011 con la elección de Gilberto Herrera, un académico cuyo origen no era la propia UAQ, pero que se supo rodear de un grupo opositor interno bien identificado con la izquierda política queretana que operó con fineza para frenar a Marco Carrillo, el caballo de Iturralde.

Desde entonces, la UAQ se ha mantenido en una posición eminentemente escéptica con el poder político, que en un principio se mostró respetuoso con el trabajo de José Calzada, un gobernador que en más de una ocasión apagó los fuegos internos de las disputas contra los sindicatos universitarios, aunque estas resoluciones no significaran más que analgésicos que aliviaban el dolor de manera momentánea, pero que no resolvían las crisis de raíz, lo que provocó fuertes estallidos al tiempo.

Después, ya con Pancho Domínguez como gobernador, aquel escepticismo se convirtió en franca oposición. Dotado de un mayor bono electoral, el actual gobernador claudicó muchas de las tradiciones políticas que había instaurado el calzadismo, y dejó de interceder de manera mesiánica en los roces internos de la universidad, lo que provocó un rompimiento total entre el sindicato de empleados administrativos y la universidad, que devino en estallamientos de huelga. Se retiró la válvula de escape y la olla de presión reventó.

La universidad, por otra parte, no entró en la economía política del nuevo gobierno, que alentado por ese bono electoral y con el control casi total de las instituciones de Querétaro trató de acotar a todas las demás que escapaban de su área de influencia. La UAQ lustró y exhibió orgullosa su chapa de la autonomía y el desarrollo político gubernamental fracasó en su intentó de acercar posiciones.

Pronto, la UAQ y el gobierno estatal asumieron posiciones divergentes que terminaron por generar los cruces políticos más lamentables del primer trienio de Pancho Domínguez, y la marca indeleble de la administración de Gilberto Herrera. El punto más álgido, el quinto informe de actividades que realizó el rector en plena Plaza de Armas, y que en el Palacio de Gobierno fue tomado como una provocación política que terminó por distanciar a las partes para siempre.

En el horizonte, y como catalizador discursivo, se situó el presupuesto de la universidad. La administración de Gilberto Herrera explotó hasta la saciedad los compromisos supuestamente adquiridos y el gobierno estatal se dedicó desesperadamente a desdoblar las partidas presupuestales para afirmar que las promesas se cumplieron. Al final, ambas partes se dedicaron a torcer el discurso a conveniencia de un mensaje político que terminó por buscar desprestigiar a la contraparte, antes que el acuerdo y la comunión entre ellos.

Al final, el objetivo de conseguir aquel presupuesto justo que esperaba la universidad no se consiguió. Pero tampoco se aseguró una continuidad formal con las políticas de la administración de Gilberto Herrera con el triunfo de Tere García. Ella, producto del acuerdo entre los directores de las facultades, detentadores del poder al interior de la universidad, asegura una postura independiente frente a los designios políticos del gobierno en curso, pero no necesariamente una actitud beligerante. Tal vez, fruto de los acuerdos respetuosos, los objetivos de ambas partes, universidad y gobierno, puedan ser alcanzados.

Muchos son los logros de Gilberto Herrera al frente de la UAQ. Logró controlar el enorme dispendio que la bonanza económica de principios de siglo permitió para los acomodados en la estructura universitaria, desarrolló el proyecto de la universidad en todo el estado, que ahora tiene presencia en todos los municipios, y devolvió a la universidad a su espacio de preponderancia en la sociedad queretana, con un gran trabajo de vinculación que tiene como punto de esplendor la creación de TV UAQ, un canal abierto de televisión pública universitaria.

Sin embargo, su administración será reconocida, sobre todo, por la ruptura con el gobierno de Pancho Domínguez. Esto puede ser visto como un signo de dignidad política, al haber representado los intereses de una institución que decidió no doblegarse a los intereses de la administración estatal, o también como una muestra de soberbia y temeridad política, al haber llevado a la institución a claudicar de una relación esencial, como es la que debe tener con el gobierno estatal.

Sus partidarios y críticos tendrán opiniones distintas, pero lo que sí se espera es que a partir del lunes 15 de enero, la UAQ y el gobierno estatal tengan una nueva oportunidad para dialogar y llevar la fiesta en paz, al menos por los próximos tres años, en beneficio de ambos.

Lo que pase con Gilberto Herrera, es harina de otro costal. Para algunos, tiene madera para ser candidato a algún puesto de elección popular, para otros el membrete de rector es el que le brinda validez política, y ya sin él su rentabilidad electoral disminuiría a cero. A Dolores Cabrera ya le pasó. Gilberto tiene la opción de la academia. ¿Dónde lo veremos?


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