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Elección en la UAQ, ¿y ahora qué viene?

Por Staff Códice Informativo - 25/10/2017

La segunda vuelta es prácticamente un hecho, a falta de que lo confirme el Consejo Universitario. Pero a partir de entonces, ¿cuáles son las posibilidades?

 Elección en la UAQ, ¿y ahora qué viene?

Foto: Archivo

El ejercicio de auscultación electoral que se llevó a cabo este martes 24 de octubre en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) para la renovación de la Rectoría resultó más disparejo de lo que se estimaba en la víspera, aunque al final el resultado fue el que se preveía: una virtual segunda vuelta.

Este jueves 26 de octubre, el Consejo Universitario tendrá que votar –ahora sí los votos oficiales–, y si lo hace respetando a pie juntillas lo expuesto en las urnas, Teresa García Gasca, directora de la Facultad de Ciencias Naturales, se llevará 36 de los 56 votos posibles, mientras que Arturo Castañeda Olalde, de la Facultad de Contaduría y Administración, se llevará solo 16. Rezagada y con nulas posibilidades de convertirse en la próxima rectora está Blanca Gutiérrez Grageda, secretaria Académica de Rectoría, que solo se llevará cuatro votos.

El tema es que ninguno de los tres juntaría las dos terceras partes de los votos del Consejo Universitario –se necesitan 38– por lo que la segunda vuelta es prácticamente inminente, a menos que exista un acuerdo entre los candidatos que lo evitara. Ahí solo competirán Teresa García Gasca y Arturo Castañeda Olalde. Pero, ¿qué es lo que puede pasar a partir de esta segunda vuelta?

Aunque podría preverse que el comportamiento electoral será el mismo que en la primera vuelta, es decir que los 36 votos de Teresa García y los 16 de Arturo Castañeda son seguros, y que solo quedan al aire los cuatro de Blanca Gutiérrez, que ya no estaría en contienda, lo cierto es que en la realidad podría ser diferente. La operación política de los candidatos el día de la segunda vuelta –viernes 27 de octubre– podría movilizar adeptos o desmovilizar los del contrario y con ello “robarse” alguno votos de la primera vuelta.

Si bien esto es posible, se antoja complicado que sea suficiente como para que Arturo Castañeda alcance, si quiera en empate, a Teresa García Gasca. Aún si los cuatro votos de Blanca Gutiérrez se fueran con Arturo Castañeda –algo sinceramente complicado pues los proyectos de Teresa García y Blanca Gutiérrez tienen más en común que con Arturo Castañeda– llegaría a solo 20 votos y estaría a 16 de Teresa García Gasca. Tendría que “robarle” ocho votos, lo equivalente a alumnos y docentes de cuatro unidades académicas, para empatar la contienda, lo cual se ve casi imposible.

Por otra parte, si al menos dos de los votos de Blanca Gutiérrez –ambos provienen de su facultad, la de Filosofía– se fueran con Teresa García, y esta pudiera mantener los mismo votos que en la primera vuelta, se convertiría en la nueva rectora de la UAQ por los próximos tres años.

Pero dibujemos un escenario distinto. Los votos de Filosofía se van con Arturo Castañeda, y todos los demás se mantienen en la misma tesitura. Quedarían 36 a 20. Aunque la diferencia es marcada, casi del doble, no sería suficiente para que en automático Teresa García Gasca se convierta en la nueva rectora. El estatuto es claro, se necesitan dos terceras partes de los votos del Consejo Universitario, y este debe ser convocado tantas veces como sea necesario hasta que algún candidato se lleve 38 votos.

Si se diera este escenario, habrían dos posibilidades. Que los candidatos acuerden y se le “donen” a la ganadora los votos que le hacen falta para las dos terceras partes, y ahí se acabe todo, o que se insista a rajatabla en el estatuto y se llame a una tercera vuelta. En este caso ya no habría auscultación entre la comunidad universitaria, la elección quedaría en manos únicamente de los 56 miembros del consejo.

Este último escenario se antoja perverso en lo político. ¿Bajo qué parámetros estas 56 personas definirían el sentido de su voto? Hay que recordar que la auscultación entre la comunidad universitaria no es vinculante, es decir, los consejeros no están obligados a respetar esos resultados. De cualquier manera, es un acuerdo digamos moral el que los consejeros no voten por la libre y respeten lo que la comunidad universitaria decida en las urnas. Pero en una hipotética tercera vuelta, ¿habrían acuerdos morales que respetar?

La política universitaria es bastante compleja. En 2011, en la primera vuelta electoral, Marco Carrillo, entonces secretario Académico del rector Raúl Iturralde, se llevó 26 votos del Consejo Universitario; Gilberto Herrera, quien a la postre resultaría ganador, se llevó 18, mientras que Fernando Valencia, entonces director de la Facultad de Contaduría y Administración ganó ocho y César García, director de la de Derecho, cuatro.

Aunque Marco Carrillo era considerado el candidato oficial y amplio favorito durante el proceso electoral –muy sucio, por cierto–, al final los 12 votos que quedaron en el aire por el tercer y cuarto lugar que no compitieron en la segunda vuelta terminaron por definir la contienda. Aunque los ocho de Fernando Valencia fueron a parar a Marco Carrillo, Gilberto Herrera le arrebató otros tantos con lo que le dio la vuelta por 30 votos a 26. Esto tampoco le dio las dos terceras partes reglamentarias, pero había un acuerdo entre los candidatos para que resultara ganador el que obtuviera mayoría simple.

En esta ocasión, no parece muy probable que se pueda revertir la tendencia favorable a Teresa García Gasca, pero en un sistema electoral como el de la UAQ con tantas reglas no escritas y en el que los acuerdos de carácter moral son esenciales, todo puede suceder. Los escenarios están sobre la mesa. ¿Cuál de todos será el real?

 


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