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Nava, uno más en la historia de escándalos en Derechos Humanos

Por Staff Códice Informativo - 13/01/2017

Su conocimiento y experiencia en la materia lo distinguió de sus predecesores, pero su tendencia a estar en el escándalo y su megalomanía hacen que, en el balance final, su paso por la ahora DDHQ deje el mismo sabor que los demás

 Nava, uno más en la historia de escándalos en Derechos Humanos

La decisión de no ratificar a Miguel Nava Alvarado al frente de la Defensoría de los Derechos Humanos de Querétaro (DDHQ) es, simplemente, el final de un capítulo más de atropellos en la historia de este organismo, nacido en 1993, y que con todos y cada uno de los cinco titulares que ha tenido ha vivido sumida en el escándalo.

A diferencia de otros, Miguel Nava dedicó tiempo, esfuerzo e incluso recursos públicos a construir una defensa tanto jurídica como mediática alrededor de su figura, desde que en 2014 se enfrentó por primera vez contra el Poder Legislativo, entonces con la LVII Legislatura, cuando César Pérez Guzmán ganó la posibilidad de competir por el cargo luego de haber sido rechazado, en 2012, discriminado por su edad.

El encontronazo entre Nava Alvarado y la Legislatura fue fuerte, siendo la principal nota política durante semanas en Querétaro. Pero sobre todo comenzó a revelar el talante real del “defensor del pueblo”: su principal objetivo es hacer lo posible para mantenerse en el cargo.

Nava ha tenido cierta habilidad en los últimos años para crear una percepción de observancia objetiva y comprometida hacia la labor de las autoridades municipales y estatal de Querétaro en cuanto a sus violaciones a los Derechos Humanos, pero lo cierto es que en más de una ocasión ha utilizado su posición para jugar políticamente, como cuando a finales de 2012 emitió una “recomendación administrativa” en contra del Ejecutivo de Querétaro porque se le congelaron 11 plazas.

Lo que entonces no dijo fue que despidió a más de la mitad del personal cuando entró al cargo, no tenía dinero para pagar indemnizaciones y presionó a muchos de ellos para aceptar sumas mediocres. La misma actitud violatoria de Derechos Humanos que tuvo durante el proceso de reposición de la elección a favor de César Pérez Guzmán, cuando jamás se posicionó, como “defensor del pueblo” que era, sobre la discriminación que sufrió Pérez Guzmán, a quien por cierto despidió del organismo, por ser un adulto mayor.

¿Y qué decir sobre las acusaciones de extrabajadoras de la institución que aseguran fueron despedidas por su condición de embarazadas? Entonces, el “defensor del pueblo” no atinó otra cosa más que llamarles “malagradecidas”.

El titular de la DDHQ tiene aún recursos jurídicos que podrían, tal vez, mantenerlo agarrado por las uñas al cargo, pero a estas alturas está claro que Nava Alvarado ha perdido la legitimidad que se necesita para estar al frente de un organismo tan importante que, lamentablemente, ha sufrido mucho gracias a los escándalos alrededor de sus titulares. En ese sentido, no hay mucha diferencia entre él y su criticado antecesor Adolfo Ortega Osorio.

23 de 25 diputados decidieron no ratificarlo en el cargo. Entre la multitud de argumentos, destacan el incumplimiento a las leyes que establecen las bases y obligaciones para el manejo de los recursos públicos, en especial la ley general de contabilidad gubernamental, o el que no cuente con un sistema contable como lo establece la ley.

Hoy, resulta sano renovar ese espacio en el que Nava Alvarado trabajó con altas y bajas, desde el 12 de febrero de 2012. Aunque en este tiempo también hay cuestiones que vale la pena destacar, pues al menos resultó refrescante tener a un verdadero experto en Derechos Humanos en la Defensoría, la imagen general de su desempeño se diluye gracias a su megalomanía, esa que lo enfrentó con dos Legislaturas y con dos administraciones estatales mientras, en su propia casa, guardaba la basura bajo la alfombra.

Ojalá que los diputados tengan la capacidad de llevar un proceso pulcro, libre de escándalos, y sean capaces de elegir un perfil adecuado para un espacio tan esencial para la vigilancia del poder. Que la sexta sea la definitiva.


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