Tejedores

El tejedor, en cualesquiera de las especialidades que existen -y son muchas- es una figura que se ha ganado respeto y ha ocupado un lugar necesario y de estima en todo los núcleos sociales donde se aposenta, donde vive. Es el que hace y dispone la trama y la urdimbre.

Con paciencia y habilidad, entrelaza hilos, espartos y de sus manos por lo regular, brotan por lo regular  verdaderas obras de arte.

La virtud central -que deben ser muchas- es la paciencia. En esta actividad no tienen cabida ni los desesperados ni los pendencieros o atrabancados.

Con habilidad pero más con paciencia, va formando las esteras, las trencillas.

El tejedor es por su naturaleza, el que compone y ordena. Utiliza -en cualesquiera de sus acepciones- un método, amparado por su habilidad. Y son dones.

Es el que teje y ordena las cosas, no las enreda.

Estos días fueron en este presuroso proceso electoral que ya corre, días de registro. Es el cumplimiento y la exigencia de la ley. Y aparecen los bandos, los partidos, los grupos, los operadores de estos, los de oficio, los oficiosos.

De la palabra tejedor, por su amplitud, se derivan infinidad de conceptos. Y es, por la finesa que se requiere, aplicada a la política con harta frecuencia. El tejedor de la política debe mostrar destreza, liderazgo, el que esperan los que le siguen, el que espera la sociedad misma. De esta palabra se desprende “tejemaneje”.

También y en  cumplimiento de una tradición, este Domingo de Ramos la figura del Tejedor de Palmas se ha vuelto recurrente. Se apuesta con paciencia -y seguramente con mucha necesidad- a las puertas de la generalidad de las iglesias católicas.

Y sí, exhibe, además de habilidad, todos los atributos arriba descritos. Paciencia es, o debe ser, su atributo mayor.

Un tejedor no lleva prisa. Le importa más el arte -su arte- que la necesaria ganancia. Mira, observa y revisa su obra. La palma que portarán en misa los fieles católicos, que será levantada por el padre o la madre de familia, por el hijo.

Son días de registros.

A estos registros ante el Instituto Electoral del Estado de Querétaro, se dieron cita este domingo dos de las siete figuras que van por  la gubernatura de Querétaro.

A diferente hora, también ahí Salvador López Ávila, de Movimiento Ciudadano; Celia Maya, de MORENA; Adolfo Camacho Esquivel, del PRD; Ramón Lorencé del Humanista; Eda Martínez del PES.

Con Francisco Domínguez Servién, llegaron los panistas con sus banderas en alto. Son blancas y azules y el logotipo de su partido al centro. Las hicieron hondear desde sus carros cuando llegaron, cuando se fueron. Serían unos quinientos.

Cuando salían y con sus banderas al aire, estaban llegando al IEEQ los rojos. Y venían a lo mismo. En algún momento y ya en la calle, coincidieron.

Ahora, es el registro  de Roberto Loyola Vera, el candidato del PRI.

Sus seguidores -avisaron solo a ochenta, cuando mucho, llegaron más de seiscientos– vinieron sin banderas. Están en un evento exigencia de ley, no de campaña. Sin embargo, los del PANAL  se fueron por la libre. Sus activistas si venían con bandera.

Y el patio -estacionamiento- del IEEQ se colmó de priistas, de panalistas. Los del Verde, apenas si figuran. Ricardo Astudillo, su líder, llegó al evento en solitario. Dicen que la molestia y lo sucedido, no le baja la muina.

En pleno rayo del inclemente sol de primavera, se saludan los amigos. Muchos priistas de viejo cuño que se mezclan con los jóvenes. Estos son los más. De los primeros, ahí Chepo Alcocer, Timo Martínez y Edgardo Rocha. Estos tres -hay muchos- son de los que la tejen. Y Bien.

Ahí se deja ver Jacaranda López Salas y Lolita de la Torre -también tejedora- y Rosalba Balderrama, Normita Mejía, la  priista de Tequis, que por la bendición del TEEQ, se ve en la cima de las pluris del PRI para el congreso local. Y Gloria Peralta, activista de la CCI, del PRI, de toda la vida.

A las doce con nueve minutos -puntual- llega Roberto Loyola Vera. Le acompaña su esposa, sus hijos. Entre abrazos, fotos  y discretos aplausos, le reciben los priistas, los del PANAL. A este partido, lo encabeza su líder, Abel Espinosa; ahí Tonatiuh Silva, un activista del PANAL con decencia en su accionar.

Allá, con otro grupo, se le ve a Isabel Olvera, candidata a la diputación por el XII, el de El Marqués; ahí, de equivocada gorra naranja, Mario Calzada, el priista que busca la presidencia de esa municipalidad.

Llega también Manuel Pozo Cabrera, el candidato de este partido a la alcaldía de Querétaro. Arma -teje- su equipo cercano. Se menciona a Braulio Guerra Urbiola como el coordinador general de campaña. Se hará oficial en estos días. Este lunes es su registro. El de Manuel desde luego.

Cerca del candidato Loyola, se encuentra -invariable- Marco Álvarez Malo. Presente y sin notarse. Ahí también Alonso Landeros, que vuelve al activismo de partido. Roberto Esquivel, de los que hacen la “talacha” en el CDE del PRI, con la pluma, con el llenado de requisitos, con oficio e institucionalidad.

Todo eso se ve afuera del salón donde Roberto se registra.

De ahí, sin que bajara para nada ni el calor -político- ni el inclemente sol, sale Roberto Loyola a las 12 con 48 minutos. No hay porras. Tampoco aplausos. Abundan fotos y saludos, citas.

– “A caminar la legua, don Andrés”, me dice cuando lo saludo. Y no dijo más.

A Roberto le apura, lo centra, el tejido que ya comienza a urdir. El fino, el elegante, el decente, como sello de familia. De su Partido, el PRI.

Y este -el tejido- apenas comienza.

El tejedor tiene oficio.