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Lo de Cadereyta

Por Andrés González - 23/11/2014

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

El folclorismo político priista, con todos sus ingredientes y sus agravantes, que tuviera notables y típicas expresiones en los años setentas, en los ochentas del […]

 Lo de Cadereyta

El folclorismo político priista, con todos sus ingredientes y sus agravantes, que tuviera notables y típicas expresiones en los años setentas, en los ochentas del pasado siglo –hoy prácticamente en proceso de extinción, creíamos– volvió a vivirse en Cadereyta.

Invitados que fueron a un evento cenecista –“Unidad, lealtad y convicción por el Campo” le llamaron– se esperaba la presencia de unos mil quinientos campesinos. Llegaron más de cuatro mil.

Estos eventos, son y sin duda, antesala de posiciones, de candidaturas, en los que se mezcla la esperanza de mejores tiempos –los difíciles que vivimos y que parecen devorarnos a todos– con la evidente vista puesta en las expresiones electorales que ya están aquí.

La reunión es en Cadereyta, la llamada “Puerta de la Sierra Gorda”, donde prácticamente comienza el ascenso a retadores cerros, con olor primero a semidesierto, con marcado aroma a bosque después.

Son los campesinos queretanos que venidos de todos los rincones del estado, de los dieciocho municipios, acuden en racimo a esta reunión política, en la que se amalgaman desesperanzas, anhelos pero también fe.

Y nos muestran una fe de enseñanza –no de resignación- una fe que tal vez estemos perdiendo en nuestras ciudades, abrumados por la violencia cercana, que nos espanta y atemoriza. De entre todos los manifestantes –con justificada causa los cercanos a los normalistas, con expresiones virulentas gremiales otros pero también de una violencia sin razón de los “anarcos”– hasta ahora no hemos visto a campesinos auténticos que tomen la calle. Y no porque no tengan porqué inconformarse, que razones les sobran, sino por la pureza de su pensamiento, de su actuar, por la fe que guardan para la llegada de mejores tiempos, como todos los esperamos -y pronto- que así sea.

Este país no puede deshacerse por la ineptitud de su clase política, porque sobrevivirá por el vigor de su gente, de los mexicanos de buena fe que somos los más. Y los campesinos están entre estos.

Son las diez de la mañana, la hora marcada en la invitación.

Una a una primero y después en nutridos grupos, van llegando las mujeres. Muchas llevan a sus pequeños en brazos, a otras los mayorcitos las siguen caminando. Los hombres no dejan su tradicional vestimenta, con su inseparable sombrero y su camisa manga larga. Su vestimenta es humilde, pero no sucia ni harapienta.

Y allá van llegando también los líderes, los de siempre como Lupe Martínez, que asiste a pesar de su acentuada enfermedad; de Rubén Galicia Medina, que tomó ese día protesta como dirigente de su “Vieja Guardia Agrarista”. Pero llega también Jesús Rodríguez, con sombrero y montado en el empeño de la gubernatura. “ahí vamos y ya mero llegamos” me dice. Su agenda está llena, de reuniones, de compromisos políticos. Hace grupo y muchos son sus seguidores. Prepara el asalto final, sorpresivo pero a la vez atrevido. Del cómo venga, no se saben los detalles. Y sigue caminando la legua.

Ahí, debajo del enorme enlonado, se encuentra con Marco Antonio León. Se saludan de abrazo.

– ¿Es tu regreso al partido?-. Le pregunto. Y se enciende.
– No Andrés. Por si no lo sabes, soy presidente de la Legislatura. Y este es un evento de un diputado, por el que fui invitado.
– Este es un evento de partido. No veo ningún logotipo de la Legislatura.
– Bueno…pero si quieres me voy.
– Como quieras. Eso lo decides tú -. Le dije.

Y se entremezcla entre conocidos del PRI, partido en el que muchos ya no lo aceptan. Y de facto, ya no es uno de ellos.

Llega también Hugo Cabrera, que mantiene vivo el empeño por encabezar la propuesta priista para el distrito primero federal. Y se encuentra con esta manifestación de músculo por parte de Alejandro Bocanegra.

– Yo no tengo los recursos ni la forma para un evento como este, pero mi proyecto sigue vivo. Mis métodos son distintos.

Y van dos para este distrito.

También está aquí Antonio Mejía, el líder en la entidad de la Fundación Colosio. Y suman tres por el PRI para el mismo distrito y con igual empeño.

La banda de música “Tornadito” del municipio de El Marqués, hacía ya el ambiente. Y estaba a todo lo que da. Anima a la concurrencia un locutor que se autonombra “El Charro de la Zeta”. “¿Dónde están los de Huimilpan?” grita, a micrófono abierto. Ensordece. “¿Y los de Corregidora?”. Y los de ese municipio levantan la mano, su sombrero. “¿Dónde están los hijos de la Corregidora?” dice, en una evidente irreverencia y poco afortunada expresión.

Por un costado del amplio enlonado, ya habían dispuesto más de cincuenta mesas, sillas. En este flanco, los campesinos tienen como única protección del inclemente sol su sombrero y las mujeres su rebozo. Por entre ellos, se le ve caminar al senador Enrique Burgos. A cada paso, la gente, los campesinos, lo detienen para saludarle. Muchos quieren la foto con él. Otros le hacen peticiones. Con paciencia jobiana, a todos escucha, a todos atiende. A muchos les habla por su nombre, a otros los identifica por el lugar de donde vienen. Algo le piden…otros le ofrecen y reiteran su amistad. Y todo anota Benja, inseparable auxiliar del senador, eficiente. Lo aborda Hugo Cabrera, quedan de verse esta misma semana en el senado.

Ahora, en su TV Querétaro por internet, le entrevista el periodista Facundo Ugalde. La prensa de San Juan del Río, de semanarios y la radio regional.

Ya pasa de las once. A esta hora y aquí en Cadereyta, el sol cae como plomo. El sol que quema, pero no calienta. Sol del semidesierto, con ráfagas de viento seco, expresión innegable de pobreza y con un agrio, muy agrio sabor a carencias, a hambre. Viento que se cuela entre los huizaches y se agazapa en las mezquiteras de esta región.

Ya llegan los líderes, el nacional de la ceenece, el senador nayarita Manuel Cota Jiménez. “Empecé siendo regidor”, dijo en un conceptuoso e improvisado discurso, lleno de enjundia. Le acompañan en su lento caminar por entre la gente, Tonatiuh Salinas. Y Alejandro Bocanegra, el presidente de la Liga cenecista de la entidad.

Por entre los sombreros y las porras, se distingue desde lejos la mano levantada del alto líder campesino. Supera el uno noventa.

Continuará.

Andrés González

Periodista de toda la vida, egresado de la escuela Carlos Septién García, catedrático en la Universidad de Guanajuato, analista político en radio y prensa escrita, además de Premio Estatal de Periodismo en el 2000.


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